Boquiabiertos. Anonadados. Como mínimo, sorprendidos. Pocos gaditanos esperaban esta noticia. Entre el baile de nombres volvió a sobresalir la enorme y adorada testa de Oliverio Jesús Álvarez, conocido futbolísticamente como Oli pero al que ahora le precederá el nominativo míster. Habemus entrenatorem, la fumata blanca era cuestión de horas, y el Cádiz ya ha mandado al banquillo al asturiano. El club ha confiado para su ambiciosa empresa en una persona sin ninguna experiencia como entrenador, novato pese a su madurez y con un currículum en blanco. Pero a su vez ídolo de la afición, carismático, héroe del ascenso «valiente, con hambre de triunfos, muy preparado y capaz de ilusionar al cadismo», según lo define Alberto Benito. Y estos detalles han pesado muchísimo más. El club amarillo busca a su Quique Sánchez Flores, Benítez o Michel particular que ahora están tan de moda.