De Cádiz al cielo
Dos descensos estuvieron a punto de manchar una inmejorable vida deportiva, hasta que Cádiz y el fútbol, «me devolvieron una» en forma de ascenso
Actualizado: GuardarEste hombre viene de vuelta». «Ya está acabado». «Viene a firmar su plan de jubilación». Comentarios críticos y humillantes como estos tuvo que escuchar Oli cuando firmó hace tres años su contrato con el Cádiz. Llegaba al equipo amarillo con 31 primaveras en su haber y tras dos temporadas nefastas en Betis y Oviedo, descensos incluidos. «El fútbol me debía una», comentaba un emocionado Oli en Chapín el día del ascenso. «El Cádiz me ha devuelto la felicidad», y ahora la deuda es eterna.
Mil y un recuerdos habrán pasado por la cabeza del asturiano a la hora de tomar una decisión sobre su futuro. El sacrificio era enorme. Abandonar el fútbol, colgar las botas, cerrar la taquilla, decir adiós a una parte esencial de su vida. Con la pequeña Sol entre sus brazos volvería la cabeza atrás y añoraría sus tiempos de mozo, cuando Irureta decidió echar mano de la bravura de este juvenil que venía pegando fuerte. Su Oviedo de triunfos y desencuentros, en definitiva su Oviedo, sería la cuna que le vería crecer y marcharse en busca de caminos mejores.
Internacional con España
En catorce años logró la internacionalidad con la selección española, disputó la UEFA, la Recopa y participó en un ascenso a Primera, pero sus grandes triunfos los conquistó muy lejos del césped. A miles de kilómetros de su Asturias natal se ganó el cariño de dos fogosas aficiones, la bética y la cadista, a las que siempre lleva en el corazón. Amante de la cultura y la idiosincrasia andaluza, se sumerge por las calles gaditanas en pleno febrero, una fiesta ideal para enmascarar su popularidad y pasar desapercibido. La Feria también le tira, aunque todavía no lo han visto de corto.
Benito, quien ahora le cede el timón de mando, y José González apostaron por él y lo trajeron a la Tacita. Su garra, competitividad, genio, testiculina al fin y al cabo, lo alzaron rápidamente a los altares de un cadismo ávido de dioses proletarios. Y en su manga se guardó el gol histórico por excelencia de la última década, pasando de la realidad al mito, a la leyenda.
Desde la base
Su historial como futbolista es tan amplio como escueto el de entrenador. En la cabeza de Oli sólo existía el balón, y por eso aprovechó sus larguísimos ratos libres como jugador para sacarse el carné en Sevilla. «Me animó Alexis Trujillo y al final me enganché». Hasta tiene sus lunares como estudiante, repitiendo la asignatura de preparación física, «muy dura y con mucha materia», que no minó su terquedad y obstinación. En marzo del año pasado superó la última prueba y su única experiencia se reduce a los infantiles amarillos, «pues siempre me gustó trabajar con niños».
Ahora llegan los miuras, los toros bravos. La dificultad de llevar un vestuario con 25 jugadores, cada uno de su padre y de su madre, y encima manteniendo una estrecha relación con el entrenador. Había que dar el paso, tarde o temprano, y Oli ha vuelto a demostrar su valentía. La gente podrá discutir sus planteamientos, sus cambios y sus resultados. Pero nadie, absolutamente nadie, podrá manchar una inmaculada página en la casi centenaria historia de este club. Y él sigue escribiendo.