Los ciudadanos catalanes propinaron ayer a sus representantes una bofetada en la cara del nuevo Estatuto, cuya procelosa tramitación ha condicionado la agenda política durante dos años largos. Cataluña dispondrá de un marco de autogobierno reforzado y más amplio que el vigente desde 1979, al imponerse el 'sí' por un amplísimo margen a quienes preconizaban el rechazo al proyecto: con el 99,95% de papeletas escrutadas, siete de cada diez votantes -el 73,9%- avalaron la reforma frente a un exiguo 20,7% en contra. Pero esos resultados no pueden analizarse sin el menguado dato de la participación, que fue maquillando sus cifras iniciales conforme avanzaba el recuento pero que no logró rebasar, finalmente, la mitad del electorado. Ese 49,4%, que no había aflorado en la superficie de las encuestas, evidencia un palpable desapego social hacia un Estatuto presentado como un acontecimiento histórico y empaña el holgado triunfo del 'sí', cuyos principales valedores eran Pasqual Maragall y el presidente Zapatero, en su primer test sobre la España plural.