La mayor parte de las playas de Dubai son privadas, pertenecientes a los grandes hoteles que se alzan a lo largo de su costa. Como no se puede dejar de disfrutar de ellas, hay dos opciones: o pagar por la entrada (el precio puede resultar elevado) u optar por alguna de las playas públicas, como Umm Suqeim, con las mejores vistas del Burj Al Arab, el «hotel de la Vela», o Open Beach, también llamada «la playa de los rusos», por la cantidad de ciudadanos de este país que la frecuentan.
El que opte por desembolsar dinero (el precio medio ronda los 25 eurospor día) descubrirá que el esfuerzo no ha sido en balde. Libre de las miradas de los curiosos, podrá además hacer uso de las instalaciones del hotel al que hayan pagado la entrada. Riva Beach Club (en la Palmera Jumeirah), el Club Mina (perteneciente al Sheraton) o Nasimi Beach (en el Atlantis), son algunas opciones.
Las playas de Dubái en nada tienen que envidiar a las caribeñas (y contienen algunas sopresas, como el baño separado por sexos o la posibilidad de descubrir cómo disfrutan del mar los musulmanes más conservadores). De hecho, en la actualidad son uno de sus principales reclamos turísticos, lo que hace que las grandes cadenas hoteleras se apresuren a abrir nuevos resorts en la zona que se aprovechan de las grandes extensiones de terreno y van cambiando con rapidez la fisonomía de la ciudad.