La atmósfera en Israel era ayer tan sombría como los partes médicos sobre el estado de salud del primer ministro Ariel Sharon. Sobreviva o no al grave derrame cerebral que sufrió el miércoles y que le mantiene en la UCI del hospital Hadasa de Jerusalén, los israelíes se ven enfrentados a asumir el final de una era. Las explicaciones de los médicos dan por seguro que Sharon, primer ministro desde 2001 y una referencia obligada en la política desde su etapa militar, no se recuperará totalmente. El final de la era Sharon ensombrece el futuro de Israel, con una clase política lanzada al torbellino electoral mientras el desorden crece en Gaza, y el del proceso de paz, del que el antiguo general se había convertido en valedor obligado por las circunstancias o por nuevas convicciones.