El final de la era Sharon añade incertidumbre al futuro de Israel y del proceso de paz
Su estado crítico y su desaparición de la política abre incógnitas sobre la supervivencia de sus planteamientos y sobre el resultado electoral
Actualizado: GuardarLa atmósfera en Israel era ayer tan sombría como los partes médicos sobre el estado de salud del primer ministro Ariel Sharon. Sobreviva o no al grave derrame cerebral que sufrió el miércoles y que le mantiene en la UCI del hospital Hadasa de Jerusalén, los israelíes se ven enfrentados a asumir el final de una era. Las explicaciones de los médicos dan por seguro que Sharon, primer ministro desde 2001 y una referencia obligada en la política desde su etapa militar, no se recuperará totalmente. El final de la era Sharon ensombrece el futuro de Israel, con una clase política lanzada al torbellino electoral mientras el desorden crece en Gaza, y el del proceso de paz, del que el antiguo general se había convertido en valedor obligado por las circunstancias o por nuevas convicciones.
Josef Lapid, líder del partido Shinui definía el clima político y social de forma contundente. «Es una de las noches más dramáticas de la historia de Israel», señaló, parafraseando a quienes comparaban la agonía de Sharon con la desaparición en 1995 de Isaac Rabin, asesinado por un judío radical. El máximo representante de los rabinos, Yona Metzger, apelaba desde la emisora del Ejército a todos los israelíes para que se uniesen en sus rezos por el primer ministro, al que la mayoría de los colonos y una buena parte de la sociedad judía consideran poco menos que un traidor. «Es un hombre de valor y de paz», apuntaba desde Washington el presidente de Estados Unidos, principal aliado del jefe del Gobierno hebreo.
Más allá de las declaraciones de corte diplomático, la desaparición de Sharon de la escena política abre nuevas incógnitas sobre el futuro de Israel, dada su apabullante personalidad y el modo en el que ha ejercido el poder. Su popularidad entre los israelíes, derivada en buena medida de su carácter aguerrido que atenuaba los riesgos de cualquier decisión, le permitió enfrentarse a los colonos al ordenar la retirada de Gaza o abandonar el Likud para fundar prácticamente de la nada un nuevo partido, Kadima, con el que ganar las elecciones del próximo 28 de marzo. «No hay ninguna figura de su magnitud en Israel», señalaba ayer el embajador en España, Víctor Harel. Pero precisamente su fuerza deja ahora un vacío que inquieta a los observadores y mantiene en vilo a la sociedad judía. «Es el único capaz de negociar con los palestinos», afirmaba un analista político en la televisión, recogiendo un sentimiento de temor generalizado en Israel ante el creciente caos en Gaza, la influencia cada vez mayor de los radicales de Hamas y el deterioro de la Autoridad Nacional Palestina, encarada a sus propias elecciones el próximo día 25.
Factor de inestabilidad
Hace todavía pocos meses, algunos extremistas judíos auguraban una guerra civil por la «traición» de Sharon al desmantelar las colonias de Gaza. La continuidad del proceso iniciado entonces puede entrar en crisis por falta de un sucesor con suficiente energía. De hecho, la supervivencia del partido que fundó y que preveía obtener hasta 40 escaños en el nuevo Parlamento es ahora una incógnita. Ehud Olmet, primer ministro en funciones, y Tzipi Livni, ministra de Justicia y preferida de Sharon, son las figuras descollantes de la nueva formación, pero su carisma esta muy alejado del del viejo general. «Muchos israelíes siguieron a Sharon desde el Likud hasta Kadima porque él representaba la mejor garantía de seguridad para Israel en un futuro próximo», señalaba ayer en The New York Times el historiador judío Michael B. Oren. «En su ausencia, pueden regresar a la garantía de Bibi Netanyahu», concluía. Ayer, el Likud anunció que aplazaba la retirada de sus ministros del Gobierno, prevista para el próximo martes.
El futuro del proceso de paz se verá afectado también de forma inexcusable por el final de la era Sharon. Su enfermedad se ha convertido en un factor de inestabilidad para los palestinos, que viene a sumarse a los ya viejos obstáculos para avanzar en la pacificación y vertebración de la zona. «Desde un espíritu humanitario, sentimos pesar, y desde el político creemos que incrementará la incertidumbre que afrontamos para reiniciar el proceso de paz», manifestó el viceprimer ministro palestino , Nabil Shaat. «Es ciertamente impredecible lo que ocurrirá ahora», agregó. Lejos de la moderación oficial, los portavoces de Hamas expresaban su alegría. «Oriente Próximo sin Sharon será mucho mejor», decía Mushir Al-Masri. «Cualquiera que venga detrás será igual», concluía escéptico, Mahmud Abú Karim, un habitante de la franja de Gaza.