DARÁN QUE HABLAR

David Crespo: «A veces tengo la sensación de que mi trabajo sólo consiste en dar explicaciones»

Le dijeron que artista era aquel que hacía lo que le daba la gana, y por eso le sedujo la profesión. Ahora, David Crespo aprovecha su trabajo para desmontar reglas y evidenciar ocultas relaciones de poder. Él es ya de los que «darán que hablar»

«Selfie» de exterior de David Crespo para «Darán que Hablar» D. C.
Javier Díaz-Guardiola

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Nombre completo: David Crespo. Lugar y fecha de nacimiento: León, 30 de octubre de 1984. Residencia actual: Entre Galicia, León y Madrid. Estudios: Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Vigo. Máster de fotografía en la escuela EFTI y Máster de Arte, Creación e Investigación en la Universidad Complutense de Madrid. Ocupación actual: Artista.

Qué le interesa. Trabajo en proyectos donde abordo temas relacionados con el «empoderamiento» social sobre el territorio, buscando dar visibilidad a situaciones vulnerables o de violencia de diferentes tipos. A través de mis trabajos, construyo instalaciones o recreo escenarios físicos con la intención de reinventar y lanzar una mirada crítica sobre el entorno. 

Mi interés por temas presentes en el día a día hace que mucho en mi labor gire alrededor de cuestiones que refieren a lo lúdico, punto de partida desde el cual pretendo generar alteraciones de la realidad, reformulando las reglas y las estructuras que las sostienen, para desarrollar así nuevos conceptos y también como forma de hacer política. Por medio de la acción, la experimentación, la participación colectiva, el «happening», el juego o la ironía voy definiendo mi obra, priorizando la experiencia y el factor social.

De dónde viene. He expuesto en centros, espacios como el Palais de Tokyo de París, el Bèlit Centre d'Art Contemporani de Girona, en TEA Tenerife Espacio de las Artes , NGBK en Berlín, Matadero Madrid , el «Ingravid Festival» en Figueras, en el Goethe-Institute de Barcelona, el C Arte C de Madrid, en Dados Negros en Villanueva de los Infantes, la librería-galería en Madrid, Fabra i Coats en Barcelona o Storm and Drunk, también en Madrid. Asimismo, he desarrollado proyectos para galerías como Addaya Centre d’Art Contemporani de Alaró (Mallorca) y Galería Cero, en Madrid. Son espacios con los que trabajo desde hace ya tiempo y junto a las personas que las dirigen, que para mí son de la familia: Tomeu Simonet y Carmen Dalmau, respectivamente.

Y otro «selfie» de Crespo, esta vez de interior- D. C.

Dónde está cuando no hace arte. Además de mis proyectos, con cierta regularidad realizó talleres y «workshops». Es de las cosas con las que más disfruto. Es algo que empecé de la mano de Christian Fernández Mirón, con un taller que diseñamos en conjunto sobre «performance». Se titula «Atrapados en el acto», y lo habremos impartido unas seis veces en Madrid. Ahora estamos interesados en moverlo más allá de la capital, porque creemos mucho en él y en nuestra química y compenetración como dúo. Los talleres y «workshops» que realizó por cuenta propia suelen estar más centrados en métodos, proyectos y la construcción del discurso.

Le gustará si conoce a... Aunque suene a topicazo, uno de mis principales referentes desde que estudiaba en la facultad es Francis Alÿs. También lo han sido y lo siguen siendo artistas como el colectivo Gelitin, Itziar Okáriz, Eugenio Ampudia, Alicia Framis, Peter Parker o Tino Sehgal, entre muchos otros.

Tras grabar mi vídeo «Número 24», en Berlín, decidí que no volvería a poner en riesgo mi salud física en la producción de una pieza. Ya bastante ansiedad sufro por cuenta propia

De mi generación hay artistas que son mucho más que un referente: son las personas con las que comparto mis inquietudes, ya sea del trabajo o no. Me escuchan, me aguantan y me aconsejan, y soy muy afortunado por ello. Ellas son Olalla Gómez, Raisa Maudit y Andrés Senra. Juntas, son mi propia versión de la Santísima Trinidad. Por supuesto, también hay muchos artistas a los que siempre les sigo la pista, porque en sus trabajos existen claves que a mí personalmente me interesan mucho: Ana Esteve Reig, Cristina Garrido, Nuria Güell, Julio Falagán, Marco Godoy o el colectivo El Banquete son algunos ejemplos.

¿Qué se trae ahora mismo entre manos? Ahora mismo estoy acabando «El Juego de la hiena», uno de los proyectos ganadores de Generación 2017, el cual presentaré el próximo mes de febrero en La Casa Encendida junto al resto de compañeras y compañeros que integran la edición de este año. Es el proyecto que me quita actualmente casi todo mi tiempo. También estoy con la elaboración de mi próxima exposición individual en Addaya, que será para la segunda mitad de 2017, bajo el título de «Entrenamiento en el umbral». Un proyecto sobre gente que se pega en la calle por placer y movimientos Z (movimiento que aprenden los Pokémon que van equipados con un cristal Z. Algo de rabiosa actualidad en la comunidad Pokémon a partir de la nueva saga «Pokemon Sol y Luna»). Próximamente empezaré a recibir clases de boxeo para entrar de lleno en la materia.

¿Cuál es su proyecto personal favorito hasta el momento? Ahora mismo el último: «El Juego de la hiena». Empecé con él en septiembre de 2015. He realizado otras cosas entre medias, pero igualmente ha sido casi un año y medio con él. Es un proyecto que inicié tras mi viaje a la ciudad autónoma de Ceuta, un contexto muy difícil y con una realidad muy dura. Ha sido todo un reto poder llevar a mi terreno el tema que he querido desarrollar durante mi estancia allí, intentando no caer en clichés o imágenes que hemos visto centenares de veces. Siendo un contexto donde abunda todo tipo de violencia social, aspectos generales de otros proyectos míos como pueden ser la ironía o el sarcasmo, han quedado en un tercerísimo plano, para dar paso a una reflexión a partir del juego y la participación del espectador en la obra.

¿Por qué tenemos que confiar en él? Yo, como muchas y muchas, dedico todos mis días al trabajo. Si realmente aporto algo, no lo sé. Ahora mismo lo que me preocupa es poder sacar mis proyectos adelante en unas condiciones preferiblemente dignas, y si no se puede, pues como bien se pueda. Igualmente, con lo «rayado» que soy y con mi tendencia a cuestionarlo todo, empezando por mí, casi prefiero no hacerme la pregunta. Fuese cual fuese la respuesta, ni yo ni nadie tiene la verdad de nada y ninguno es imprescindible.

¿A quién cedería el testigo de esta entrevista? A Lola Guerrera, por supuesto.

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