Cerca de Sóller, al abrigo también de la Sierra de la Tramuntana, se encuentran Valldemossa y su famosa Cartuja, donde se hospedaron un invierno la escritora francesa George Sand y el músico polaco Frederic Chopin, protagonistas de uno de los romances más famosos de su tiempo. Es el punto perfecto para empezar un recorrido por un rincón de la isla que ha probado ser un imán para los artistas, especialmente para los escritores. A los jardines de la propia Cartuja les cantó Rubén Darío y en la cercana ermita de Valldemossa residió un año (si bien contra su voluntad, ya que estuvo allí preso por orden de Godoy antes de ser encerrado en el castillo de Bellver) Gaspar Melchor de Jovellanos.
Santiago Rusiñol también pasó algún tiempo en estos parajes y -cómo no- Ramón Llull también los menciona, en especial el cercano monasterio de Miramar, en el que fundó una escuela de lenguas orientales. Y a medio camino entre Valldemossa y Sóller está el pequeño pueblo de Deià. Desde allí, en el mirador de Son Marroig -la casa construida por el archiduque Luis Salvador de Habsburgo-Lorena-, recuerda Julio Cortázar haber tratado de ver el mítico «rayo verde» que dicen se puede contemplar a veces en el horizonte al atardecer. Y en Deià vivió y murió Robert Graves, el autor de «Yo, Claudio» y «La diosa blanca», quien está enterrado en el bello cementerio del pueblo, que mira directamente hacia su amado Mediterráneo.