Mallorca se contagió de la fiebre del Modernismo a principios del siglo XX. La influencia de Barcelona contribuyó a impulsar aún más la construcción de edificios de este estilo en la isla. En Palma esta tendencia se vio especialmente tras el derribo de las murallas a partir de 1902, que hizo posible el desarrollo del Ensanche diseñado por Bernat Calvet. Alrededor del casco antiguo la burguesía se hizo su hueco con viviendas como Can Corbella, Can Roca o Can Forteza-Rey, negocios como el Gran Hotel (obra de Luis Domènech i Montaner, uno de los arquitectos más importantes de este movimiento), los Almacenes El Águila, el Forn Fondo y el Forn des Teatre, conocidos por la decoración en madera de su entrada. También la sede del parlamento balear (y anteriormente del Círculo Mallorquín), de un estilo más ecléctico, tiene muchos elementos modernistas en su decoración.
Pero Palma no fue el único centro del modernismo en Mallorca. Sóller también cuenta con un buen número de edificios que se adscriben a este movimiento. El retorno de muchos emigrados que se habían enriquecido con sus negocios en el extranjero permitió llenar esta ciudad del noroeste de la isla de monumentos modernistas, empezando por su estación de ferrocarril y el Gran Hotel (recientemente restaurado y recuperado como hotel de lujo) y siguiendo por la Iglesia parroquial de San Bartomeu y el Banco de Sóller. Además, por supuesto, de las muchas casas palaciegas de aquellos burgueses que habían traído la moda modernista.