Se dice que la guerra saca a relucir lo peor del hombre. Pero cuando se parte de un psicópata en uniforme, los resultados pueden ser como la saga criminal protagonizada por Steven Green, un soldado de Estados Unidos, licenciado hace dos meses por trastornos de personalidad y detenido el pasado viernes en la casa de su abuela en Carolina del Norte. Es acusado formalmente de la violación y muerte de una mujer iraquí, además del asesinato de tres miembros de la familia de la joven durante su destino en Irak.
El caso de Green es el primer sumario de presuntos abusos contra ciudadanos iraquíes durante la ocupación que desemboca en el sistema judicial civil de Estados Unidos. Hasta la fecha, más de treinta militares del Pentágono han sido implicados en incidentes de cuestionable uso de la fuerza en el teatro de operaciones del país pérsico, incluida la sospechada matanza de veinticuatro hombres, mujeres y niños en la localidad de Haditha. Pero al tratarse de soldados en servicio, todas esas pesquisas y procesamientos han quedado circunscritos a la esfera militar.
De acuerdo a las acusaciones formuladas ante los tribunales federales, Steven Green formaba parte de un pelotón de soldados encargado el pasado 12 marzo de establecer un control de carretera en la localidad de Mahmudiyah, al sur de Bagdad. En su destino, el grupo notó la presencia de una joven que vivía en una casa cercana. Y mezclando sus obligaciones militares con el consumo de alcohol, Green y sus compinches del 502 Regimiento de Infantería se habrían puesto de acuerdo en un elaborado plan para satisfacer sus más rastreras inclinaciones sexuales y no dejar pistas.
Cambio de uniformes
Mientras dejaron a un compañero a cargo de la radio para disimular el abandono de su puesto, el grupo cambió sus uniformes de campaña por prendas oscuras y realizó una incursión en la que violaron a la joven iraquí que les había llamado la atención. Y para eliminar testigos, Green asesinó con un fusil de asalto de AK-47 -de varios disparos en la cabeza- tanto a la mujer como a sus padres y una hermana pequeña de 5 años. Luego intentaron provocar un incendio e hicieron creer que la salvajada ocurrida en Mahmudiyah había sido perpetrada por insurgentes.
Un plan casi perfecto dentro de la violenta, compleja y confusa anarquía que es Irak tres años después de la intervención militar de Estados Unidos. Hasta que el mes pasado, algunos de los soldados implicados en el caso empezaron a discutir sobre lo ocurrido cuando se les facilitó una especie de sesión de terapia para hacer frente al estrés emocional que les podía haber generado la captura, tortura y decapitación de dos compañeros de su pelotón en otro incidente posterior.