La sangre de Alberto Contador se quedó helada cuando Chris Froome entró en la meta y le aventajó en nueve segundos en los 32 kilómetros de una de esas contrarrelojs que tenía de todo, dureza en las subidas, riesgo en las bajadas, en la que rodó a una media de 37,245 kilómetros por hora.
Contador había bordado su recorrido. Marcó los mejores tiempos en todos los pasos intermedios, con un Froome que al conocer lo que iban haciendo sus rivales no quiso correr riesgos. Se limitó a dejarlo todo para la parte final de la etapa, ya sin curvas, sin curvas imposibles como la que llevó al abandono al francés Peraud, que a falta de dos kilómetros se cayó y volvió a golpearse en la clavícula que tenía fisurada desde el calentamiento, producto de otra caída. También Mollema se pegó contra un valla.
Contador arriesgó desde el inicio. Con una clasificación general que tiene imposible, se la jugó. Tenía dos segundos por encima de Froome en el kilómetro 6,5 y se iba a los 20 en el kilómetro 13,5.
La situación se iría estabilizando a partir de ese punto kilométrico, cuando el líder solo perdía once segundos. Froome lo dejaría todo para el final, con esa calculadora que regula todos sus movimientos, que le permitió ir recuperando tiempo y mantener su dominio después de una etapa que corrió con inteligencia. Más importante que sacar segundos, que ganar, era no poner en peligro su amarillo, no caerse.
Todo eso no le impidió dejar pasar la ocasión de volver a vencer. Era su tercera victoria en lo que llevamos de carrera y probablemente no será la última. Dos llegadas en alto, las únicas que ha habido, y una contrarreloj.
A Contador se le vio más alegre en la bicicleta, con otros movimientos, con ganas, intentado quitarse de encima la sombra amarilla que le persigue desde los Pirineos. Los Alpes le están sentando mejor.
Estuvo en un sinvivir desde que llegó a la meta hasta que lo hizo Froome, pendiente de una victoria que no llegó. Otros dos corredores que lo bordaron fueron Alejandro Valverde y Purito Rodríguez, que finalizó a 10 segundos de Froome y a un segundo de Contador, en realidad 720 milésimas.
Valverde se fue a los 20 segundos. Junto a Kreuziger, fueron los únicos que bajaron del minuto de pérdida. Nairo Quintana cedió 1:01. Un registro importante. No se descompone nunca este colombiano sobre su caballito de acero, a la espera de que Contador necesite la ayuda de Kreuziger y el checo se descomponga.
El resumen de esa contrarreloj es que Froome volvió a sacar tiempo a todos sus rivales. Allí donde ha podido arañar segundos, en mayor o menor cantidad, lo ha hecho. Mollema perdió 2:09 y se aleja del podio. Ion Izagirre dejó su sello con una gran prestación hasta que comenzaron a desfilar los mejores por la llegada. Perdió 2:26.
Corredores como Contador y Kreuziger no cambiaron de bicicleta al coronar el último alto, algo que sí hicieron Froome, Purito Rodríguez, Valverde o Nairo Quintana. Cogieron una cabra, una bicicleta con rueda lenticular trasera, que no les fue mal. A Froome dio la impresión de que le daba más o menos igual porque el que le empujó la nueva bici, un miembro de su equipo, lo hizo con una desgana llamativa. El estado físico que atraviesa puede con todo.
El tiempo, sólo el tiempo, dirá la verdad, toda la verdad sobre Chris Froome, que donde hay montaña, poca o mucha, siempre aparece.
Él y su equipo forman parte del grupo de lo mejores embajadores del la lucha contra el dopaje en el mundo del ciclismo. No hay ninguna razón para no creer en sus prestaciones encima de una bicicleta. En cualquier caso será el paso de los años quien dicte la última sentencia. En este deporte, llegar a París vestido de amarillo no significa nada desde hace muchos años, y él va a llegar.
Hay que esperar a que lleguen los resultados de los controles. Froome, antes de ser el líder indiscutible de este Tour, ya había dejado claras sus ideas: «Finalizar segundo en el Tour del año pasado ya fue una clara indicación de que este deporte ha cambiado. No hubiera sido posible conseguir ese puesto en la época fuerte del dopaje». Y siguió: «El ciclismo tiene necesidad de ganadores limpios que no sea descalificados después de su victoria y eso es lo que me motiva para inspirar a las futuras generaciones».
Froome ha comentado los watios que es capaz de mover, entre 440 y 460. A partir de los 400, los expertos dicen que se habla de alguien muy dotado físicamente. Al menos eso es lo que dicen sus entrenamientos en el puerto de La Madona, una subida situada en Mónaco, donde vive, que suele servirle para realizar tests. Y es que Froome ha realizado en ese puerto unos tiempos en torno a los 30 minutos (el récord de Lance Armstrong está en 30:45). Tiempos todos ellos que corren de boca en boca y que en realidad sólo conocen los interesados. Alpe D´Huez es un nuevo reto para él. Nunca lo ha subido en el Tour y seguro que quiere seguir haciendo historia.