Entretelas
La sala de prensa en la que escribimos se mueve, de forma ligera, pero cuenta con una cadencia, no de pedalada, que le hace correr a uno el riesgo de adormecerse. ¡Estamos sobre el agua!, en un barco, en Porto Vecchio.
El Tour ha escogido castillos, casinos, frontones, en Hendaia, iglesias, en Alpe D´Huez, hace años, hoteles, tiendas de campaña, pabellones de hielo, polideportivos, para acoger la sala de prensa, pero nunca había estado en un ferry, que se convierte en un laberinto de pasillos, camarotes, salas de juego, piscina, –la han cerrado–, que servirá de inicio a la edición número cien de la prueba.
Estamos en Córcega, que se estrena en el Tour, en una carrera que será totalmente francesa, a diferencia de otros años, en los que tocaba diversos países. Será un inicio diferente, en una isla que tiene unas carreteras infernales, con subidas y bajadas constantes, con toboganes, curvas. Rutas estrechas. Algún corredor saldrá de esta isla sin dorsal.
El Tour cumple cien ediciones, que no cien años. Esa efemérides se celebró hace tiempo, concretamente en 2003. Cien años no son nada para un evento que sobrevive a todo, incluso a sus campeones. Podríamos empezar por los siete Tours que le han quitado a Lance Armstrong. En los libros de ruta han tachado su nombre con una raya negra. Podríamos citar también la ausencia de Laurent Jalabert, el mejor ciclista de los últimos años, al que un positivo con EPO en el Tour de 1998 le ha obligado a dimitir de su puesto de comentarista de la televisión francesa.
Por cierto, en ese Tour se habla de 40 casos positivos, lo que podría afectar a unos 20 corredores teniendo en cuenta que alguno dio varias veces positivo. El senado francés puede dar el informe de su investigación el 18 de julio. La carrera ni se inmuta ante todos esos desmanes, a pesar de que alguna de las empresas patrocinadoras no está muy conforme con esos temas.
Podríamos hablar de corredores que en lo mejor de su carrera fueron vetados para correr como Marco Pantani, Mario Cipollini, Alberto Contador, o del caso Festina, en 1998, con la retirada de todo el equipo relojero, a la que luego se unirían los grupos españoles, ONCE, Kelme, Vitalicio y Banesto.
Esos cien años transcurridos permiten habla de muchas más vicisitudes. En el Tour de 1978, el belga Michel Pollentier ganaba en Alpe D´Huez y se vestía de amarillo. Pollentier pasaba los controles sin problemas hasta que el médico encargado de realizarlos descubrió lo que hacía.
Se había colocado una vejiga artificial bajo su escroto, con orina limpia. La llevaba conectada a un tubo que discurría por debajo de su pene. Cambiaba la orina, la que tenía limpia, por la que debía de orinar después de las etapas. Todo un escándalo.
También se podría citar la muerte de Tom Simpson, en 1967, en el Mont-Ventoux, por una mezcla de alcohol, anfetaminas y calor, que le condujo a la deshidratación, primero, y al fallecimiento después. Tampoco nos podemos olvidar de Fabio Casartelli, que falleció a consecuencia de una caída en el Tour de 1995.
Desde el 1 de julio de 1903, cuando se inició la carrera, el Tour lo ha soportado todo. Su creación fue debida al marketing, ya entonces, y a la línea editorial del periódico L’ Auto, que era propiedad del conde Albert De Dion. Dirigía el periódico Víctor Godet y el redactor jefe era Henri Desgrange. Querían competir con Le Vélo, fundado el uno de diciembre de 1892, que tiraba ¡80.000!, –sí, esa cifra–, cuando surgió la idea de forjar la mejor carrera del mundo. Lo consiguieron. Con el paso de los años se convertiría en un acontecimiento deportivo y también en un suceso económico, con muchos millones de francos de ganancia, primero, y de euros después. El Tour ha vivido de sus héroes, de los ciclistas. Eso sí, los nombres de los mejores desaparecen, por el paso del tiempo o por el dopaje, y el Tour sigue.
Controles desde 1966
¿Por qué está tan unida la prueba a Francia? Hay muchas razones. Una de ellas hay que buscarla en la historia. En 1918 no hubo Tour. El 1 de noviembre de ese año finalizaba la Primera Guerra Mundial. Francia perdió a ¡200.000 personas! en la batalla del Camino de las Damas, de ellos 7.000 senegaleses, fuerza de choque, infantería pura y dura.
Fallecieron diez millones de personas en esa guerra. Entre ellas había ciclistas como Octave Lapize, que murió el 14 de julio de 1917. Su avión fue derribado cerca de Verdun. Ganó el Tour de 1910.
Lucien Mazan ‘Petit Breton’ murió el 20 de diciembre de 1917. Ganó la prueba en 1907 y 1908. François Feber dejó de existir el 9 de mayo de 1915, el mismo día del nacimiento de su hija. Había ganado el Tour de 1908. El maillot amarillo lo inventaría Henri Desgrange en 1919.
Todo eso y mucho más es el Tour, donde confluyen intereses de todo tipo. Quien gana la prueba entra la historia del ciclismo, pero no conviene olvidar que con la misma facilidad con la que fabrica ídolos, acaba engulléndolos. El Tour está por encima de todo, salvo de Francia, que no dudó en lanzar el caso Festina, enviando a la hoguera a Richard Virenque o en dar el nombre de Jalabert como positivo en un Tour de ¡hace 15 años!
Los controles antidopaje se instauraron en 1966. Ese año ganó Lucien Aimar. Hubo seis positivos. En la etapa de Burdeos los inspectores médicos realizaron los primeros controles amparados por la justicia francesa. Hubo un huelga en el pelotón. El belga Rik Van Looy fue el representante del pelotón. Protestaban por los controles nocturnos.
En 1996, Bjarne Rijs, también representando a los corredores logró que el Tour no se suspendiese tras hablar con Jean Marie Leblanc. La historia termina por repetirse en muchos casos de forma cíclica. Al menos en el Tour. Hay que quedarse con los triunfos de Bahamontes (1959), Luis Ocaña (1973), Perico Delgado (1988), Indurain (1991-1955), Pereiro (2006), Sastre (2008) y Contador (2007, 2009 y 2010).