El Papa reanuda la oración dominical con los fieles desde su ventana al cabo de casi tres meses
Advierte que «de las grandes pruebas, como la pandemia, se sale mejor o peor; no se sale igual»
En un gran paso hacia la «normalidad» al cabo de casi tres meses de encuentros en «streaming», el papa Francisco ha vuelto a asomarse a la ventana de su biblioteca este domingo para rezar la oración mariana del «Regina Caeli» con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro manteniendo rigurosamente la distancia interpersonal.
La mascarilla dificultaba ver la alegría en los rostros de los fieles, pero en cambio se manifestaba fuerte en sus aplausos y en la sonrisa del Papa al saludarles.
En la fiesta de pentecostés , Francisco ha recordado que «el Espíritu Santo es un fuego que quema los pecados y crea hombres y mujeres nuevos. Es el fuego del amor con que los discípulos podrán "incendiar" el mundo. Del amor de ternura, que da prioridad a los pequeños, a los pobres y a los excluidos».
El Papa ha pedido una oración silenciosa por los sanitarios y voluntarios que han dado la vida en este tiempo de prueba. También se ha referido a los estragos que la pandemia de coronavirus está causando en la Amazonia, «con numerosos contagios y fallecimientos, también entre los pueblos indígenas, especialmente vulnerables. ¡Curar a las personas, que es lo importante!».
Pocas horas antes de la fiesta de Pentecostés, y dirigiéndose a un mundo que empieza su reconstrucción, el papa Francisco advertía que «de las grandes pruebas de la humanidad , entre ellas la pandemia, se sale mejor o peor. No se sale igual».
En un videomensaje dirigido el sábado por la noche a los miembros de la renovación carismática de todo el mundo, católicos y evangélicos, el Papa adelantaba que «cuando salgamos de esta pandemia, no podremos seguir haciendo lo que veníamos haciendo, y cómo lo veníamos haciendo. No, todo será distinto ».
Será necesario « construir entre todos una sociedad más justa , más equitativa, más cristiana, no de nombre, sino en realidad», pues «si no trabajamos para terminar con la pandemia de la pobreza en el mundo, en el país de cada uno, en la ciudad de cada uno de nosotros, este tiempo habrá sido en vano».
A las diez de la mañana del domingo, en la misa de Pentecostés, celebrada ante solo cincuenta fieles ampliamente separados en el altar de la Confesión, situado en el ábside de la basílica de San Pedro, el Santo Padre había advertido contra tres enemigos que dificultan la reconstrucción : «el narcisismo, el victimismo y el pesimismo».
Según Francisco, «en esta pandemia, cuánto duele el narcisismo , el preocuparse de las propias necesidades, indiferente a las de los demás». Al mismo tiempo, «en el drama que vivimos, ¡que grave es el victimismo! Pensar que no hay nadie que nos entienda y sienta lo que vivimos».
Y, por último, « quédañino es el pesimismo , ver todo negro y repetir que nada volverá́ a ser como antes. Cuando se piensa así, lo que seguramente no regresa es la esperanza».
El Papa ha advertido que «nos encontramos ante una carestía de esperanza y necesitamos valorar el don de la vida , el don que es cada uno de nosotros. Por esta razón, necesitamos el Espíritu Santo, don de Dios que nos cura del narcisismo, del victimismo y del pesimismo».
Y ha concluido con una plegaria: «Espíritu Santo, memoria de Dios, líbranos de la parálisis del egoísmo y enciende en nosotros el deseo de servir, de hacer el bien. Porque peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla , encerrándonos en nosotros mismos».
Noticias relacionadas