El Papa suplica a Dios «que termine esta dura prueba» en un rosario con 50 santuarios de todo el mundo
Covadonga se suma a Lourdes, Fátima o Nazaret, entre otros, en la oración por sanitarios, enfermos, voluntarios y gobernantes
![El Papa Francisco reza el rosario junto a un grupo de jóvenes en la gruta de la Virgen de Lourdes en los Jardines Vaticanos](https://s3.abcstatics.com/media/sociedad/2020/05/30/papa-rosario-k9zC-U75076560406mqj-1248x698@abc.jpg)
En una nueva plegaria mundial durante la pandemia de coronavirus, el papa Francisco ha presidido este sábado desde la gruta de Lourdes en los Jardines Vaticanos el rezo del rosario en enlace telemático con cincuenta santuarios de todo el mundo, incluido el de Covadonga en España.
El Santo Padre ha invitado a «confiar al Señor, a través de la intercesión de la Virgen María, la humanidad entera , sometida a dura prueba durante este tiempo de pandemia».
Dirigían el rezo de las avemarías en cada misterio del rosario, un neumólogo, una enfermera, un voluntario, una superviviente de la enfermedad COVID-19, un farmacéutico, así como padres y madres que han tenido hijos en estos meses de angustia.
Asistieron unas cien personas, manteniendo la distancia de seguridad. Lamentablemente, unos pocos de los participantes, egoístas y poco preocupados por la salud de los demás, no llevaban mascarilla.
Después de cada misterio se ha rezado sucesivamente por los médicos, enfermeros, voluntarios, bomberos, militares, policías, sacerdotes, moribundos, supervivientes, desempleados y también «por todos los niños que han venido al mundo» en estos tres meses.
Al final del rosario, el Papa ha suplicado a María de Nazaret que «vuelva a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, sostiene a las personas angustiadas, infunde confianza a quienes viven en la ansiedad por el futuro», así como «que termine esta prueba y que vuelva un horizonte de esperanza y de paz».
Ha suplicado también a María que «ilumine la mente de los hombres y mujeres de ciencia para que encuentren un remedio a la enfermedad», y ha rezado «por los responsables de las naciones, para que actúen con sabiduría, solicitud y generosidad».
Pero, sobre todo, ha pedido a la Virgen que «toque las conciencias para que las enormes sumas dedicadas a aumentar y perfeccionar los armamentos se dediquen a promover estudios para prevenir catástrofes similares en el futuro», y que haga «crecer en el mundo el sentido de pertenecer a una única gran familia humana».
Como este año no ha podido celebrar el tradicional encuentro con los sacerdotes de su diócesis de Roma durante la Cuaresma, el Papa les ha comentado el sábado en una larga carta que «la nueva fase que comenzamos nos pide sabiduría, previsión y cuidado común de manera que todos los esfuerzos y sacrificios hasta ahora realizados no sean en vano».
Francisco les agradece sus comentarios por correo electrónico y llamadas telefónicas, así como el servicio que han prestado a los fieles. Al mismo tiempo, rinde homenaje «al sufrimiento y la impotencia de los trabajadores de la salud que, extenuados, se desgastaban en interminables jornadas de trabajo», así como «los trabajadores y voluntarios que se expusieron diariamente para que los servicios esenciales fueran mantenidos».
El Santo Padre les advierte que ahora «corremos el grave riesgo de replegarnos y quedar 'mordisqueando' la desolación de la pandemia», o de «exacerbarnos en un optimismo ilimitado incapaz de asumir la magnitud de los acontecimientos».
El cristiano, en cambio, debe darse cuenta de que «la vida tiene sentido socorriendo al otro en su dolor, comprendiendo la angustia ajena, aliviando a los demás. Esa persona siente que el otro es carne de su carne, no teme acercarse hasta tocar su herida, se compadece y experimenta que las distancias se borran».
El Papa celebrará este domingo la misa de Pentecostés a las 10 de la mañana en el altar de la Cátedra, situado en el ábside de la basílica de San Pedro, con solo medio centenar de fieles, que mantendrán la distancia interpersonal de seguridad.
Lo mismo hará el 14 de junio, fiesta del Corpus Christi, y el 29 de junio, solemnidad de San Pedro y San Pablo. La gigantesca basílica de San Pedro, con capacidad para varios miles de personas, no volverá a admitir ni siquiera algunos centenares de fieles mientras no sea totalmente seguro que las ceremonias no contribuyen a provocar contagios involuntarios.
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