Feminismo cristiano
La historia política de Occidente está carente de protagonismos femeninos, algo que no se puede decir de la historia de la Iglesia
Si no hay un tema fácil, aparentemente, para la imagen pública de la Iglesia es el de la mujer. La emancipación de las mujeres constituye, como ha señalado el historiador Thomas Nipperdey, «una de las grandes revoluciones de la historia». Es hora de llevar la vida y el discurso de las mujeres al ámbito público. Hay quien dice que la Iglesia todavía no se ha enterado de este cambio histórico. Aunque no olvidemos que determinada sociología de la religión, como la de Michel Vovelle o Claude Langlois , explicó las consecuencias positivas del proceso de feminización del cristianismo en el siglo XIX.
Esta semana se ha celebrado en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra una Jornada sobre la mujer en la Iglesia y en la sociedad. Dos mujeres como ponentes principales, María José Olesti, directora general de The Family Watch, y la catedrática de la Universidad de la Rioja, Ana María Vega . Desparpajo y valentía a la hora de colocar al feminismo ideologizado en su sitio, desenmascarar sus obsesiones, incluidas las de la nueva izquierda que ha abandonado la lucha por la igualdad, desde el criterio de la distribución, para centrarse en el relato de las identidades de las nuevas minorías, léase mujeres y universo LGTBI.
Emergieron dos cuestiones de fondo: cuál puede ser la aportación del pensamiento cristiano a la dignificación de la mujer y cuál es el papel de la mujer en la Iglesia. La historia política de Occidente está carente de protagonismos femeninos, algo que no se puede decir de la historia de la Iglesia. Si lo femenino es la clave hermenéutica de lo humano, quienes están obligando a la mujer a elegir entre lo femenino y el feminismo ideologizado fuerzan las conciencias. El feminismo de tercera y cuarta ola, si me apuran, subvierte la condición de la naturaleza, se vuelve contra la mujer porque se vuelve contra lo humano. Y sobre la mujer en la Iglesia, hay que sacar la cuestión de la dinámica de las esferas y luchas de poder, « el machismo con faldas», y llevarla al sacramento del bautismo , no a otro.
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