Coronavirus

La mascarilla no desaparece de las calles pese a no ser obligatoria: «Es muy pronto»

En el centro de Madrid el fin de la obligatoriedad no cambia la situación: la mayoría apuesta por seguir llevándola

Varias personas pasean este jueves, primer día del fin de la obligatoriedad de la mascarilla, por Madrid JAIME GARCÍA/ EP

Elena Calvo y Miquel Vera

Este jueves, por primera vez en meses, Isabel se ha pintado los labios . A última hora de la noche de ayer llegó a Madrid desde Bilbao junto a su hija Blanca, y pasean por las calles de la capital en el primer día en el que la mascarilla no es obligatoria en el exterior . Ambas aprovechan esta relajación para quitársela mientras caminan por la céntrica calle Preciados, pero a medida que avanzan hacia la Puerta del Sol dudan sobre si deberían ponérsela . «Ahora que veíamos cada vez a más gente estábamos hablando de si nos la poníamos», explican a ABC, y reconocen que aún no se sienten seguras para deprenderse de ella definitivamente. «Es muy pronto. El fin definitivo lo veo muy lejos», zanja Isabel.

Blanca e Isabel, esta mañana, en la calle Preciados de Madrid JAIME GARCÍA
Juan y Santi, esta mañana JAIME GARCÍA

En las calles del centro de la capital no hay duda: la mayoría de los paseantes llevan la mascarilla . Aunque hay quienes aprovechan el fin de la prohibición para deshacerse de ella, son minoría. Juan Delgado y Santi Piqueras, matrimonio de Móstoles que pasean esta mañana por el centro de la capital, no se la quieren quitar. Conocen de cerca el virus, pues aunque ellos han conseguido esquivarlo durante estos dos años de pandemia han pasado solos la Navidad y han visto cómo se contagiaban su hijo y su nuera. «Aún no están las cosas como para dejar de llevarla», sentencia Juan. «Hasta que la incidencia no baje a 400 o así no nos la quitaremos. Sigue estando muy alta», apunta Santi. «Es una medida muy precipitada. Aún no estamos preparados», sentencian Cristina e Ino, dos hermanas, que admiten que sí se la van a quitar cuando se encuentren en zonas al aire libre en las que estén prácticamente solas.

Virginia, Raquel y Marina JAIME GARCÍA

Algunos ni se acordaban de que hoy se eliminaba la prohibición , aunque al ser advertidos no cambian de opinión. Es el caso de Raquel, de 25 años, que pasa la mañana en el centro con sus amigas Virginia y Marina. Las tres, gaditanas pero residentes en la capital, tienen la misma opinión: quitarse la mascarilla es muy precipitado . «Igual a mí no me pasa nada si me contagio, pero hay gente a la que sí le pasará. Mejor seguir llevándola», apunta esta estilista de moda. «Y más con esta variante que es mucho más transmisible, que se está viendo que se está contagiando todo el mundo. Hay que seguir manteniendo las medidas», completan sus amigas.

También en los colegios cambia hoy la situación. Carles y Gemma, padres de dos niñas de segundo y tercero de primaria de un centro público del Ensanche de Barcelona no tenían hoy una posición clara sobre la retirada de las mascarillas en los colegios , en vigor desde este jueves en Cataluña y en otras comunidades. Ella se mostraba claramente reticente, mientras que el padre aseguraba estar harto de una medida polémica desde el primer día . De camino al colegio de sus hijas, la madre y las niñas iban aún con el tapabocas, él, en cambio, sin. Cuando la familia llega al centro, no obstante, todos se protegen , igual que resto de padres que esperaban a las puertas del centro.

En el caso de sus hijas, también había división de opiniones. Paula, la más pequeña, siempre estuvo muy mentalizada con el tema mascarilla, cuenta su madre. De hecho, era ella la encargada de hacer de «voz de la conciencia» recordando a sus padres la obligatoriedad de la medida . «Hoy nos decía que no tiene claro si se la va a quitar en la hora del patio», relataba su padre. Su hermana, más mayor y deportista, lo tenía más claro. «Me la quitaré para poder jugar y correr sin que me moleste», contaba Martina.

Ya en las puertas del centro, las opiniones también eran variadas. Unos optaban por dejar atrás la medida, mientras que otros reconocían que era buena idea mantener la protección para limitar cualquier posible brote o contagio y obligue a dejar los niños de nuevo en casa. «Es sorprendente como los niños se adaptan a osos, a las mascarillas, las restricciones… Que ahora se quiten las mascarillas, aunque sea solo en el patio, es un premio para ellos por lo bien que lo han hecho», relataba María, una de las madres del centro. Otros padres, en cambio, optaban por pedir a sus hijos que siguieran protegidos aunque ya no sea obligatorio. »No viene de dos semanas o tres».

En Jaén, la segunda revolución de las sonrisas no ha cuajado, pues gran parte de la población mantiene la pauta completa de la mascarilla (en exteriores y en interiores) a pesar de que el Gobierno de España permite desde hoy prescindir de esta prenda al aire libre. Las causas de su actitud son diversas: Fernando arguye que el coronavirus burla por sistema las resoluciones del consejo de ministros y Juana explica que el quita y pon supone para ella un incordio .

La retirada de la mascarilla, el bótox del pobre, sí ha sido saludada por otras gentes. Entre los residentes en la capital jiennense que han aprovechado el nihil obstat del Gobierno para quitársela se encuentra María, que se ha pintado los labios para lucir radiante, en tanto que Antonio aclara que no la lleva porque apuesta por hacer borrón y cuenta nueva, toda vez que han decrecido el nivel de contagios y la incidencia de la pandemia en los hospitales, informa Javier López .

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