¿Enloquecen los viajes espaciales?
Hace ya 15 años desde que científicos del CSIC participaron en una singular arca de Noé, una nave espacial llamada Columbia. En lugar de una pareja de cada especie, en ese viaje espacial de 15 días se embarcaron algunas especies, entre ellas más de una decena de ratas jóvenes. «El cerebro ha evolucionado en la tierra y está adaptado a la gravedad. Vimos a su regreso que había un ‘deterioro’ permanente», comenta De Felipe. El hallazgo tendría implicaciones futuras, como en las colonias fuera de la Tierra.En 1924, el neurólogo alemán Oskar Vogt recibió un peculiar encargo. El considerado mayor de los genios de la Unión Soviética, Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, había fallecido y se presentaba la oportunidad de descubrir las claves de su genialidad. Vogt, que ya había recibido cerebros de élite en el Instituto que dirigía en Alemanía, exigió que se crearan instalaciones específicas para poder estudiar en detalle la mente inerte de Lenin.
De ahí, nació el llamado Panteón de los cerebros donde, a lo largo de toda la historia de la URSS, se siguieron depositando y analizando el interior de las cabezas más brillantes.
Han pasado casi 90 años y, evidentemente, nadie ha conseguido descifrar las claves de la genialidad, ni de Lenin ni de ningún otro. «Todavía desconocemos muchos aspectos básicos de la organización del cerebro », reflexiona Javier de Felipe, director de laboratorio en el Instituto Cajal, del CSIC.
Y eso que el ejército que busca desentrañar los misterios del cerebro es muy numeroso, si se incluye a neurólogos, psiquiatras, neurocientíficos e incluso psicólogos. «Seguro que somos más de 100.000», apunta de Felipe.
Avances importantes
Por supuesto, en estos años ha habido avances muy importantes en torno al conocimiento del cerebro. Se han conseguido controlar enfermedades como la epilepsia y la depresión y las técnicas de diagnóstico por imagen han logrado que muchas patologías puedan tratarse antes incluso de dar la cara. Pero aún, y eso es algo que tienen claro todos los involucrados en su estudio, queda muchísimo por conocer.
El pasado mes de febrero, alguien muy alejado de esta especialidad declaró ante millones de telespectadores su apoyo al proyecto Investigación del Cerebro a través de Neurotecnologías Avanzadas Innovadoras (BRAIN, en sus siglas en inglés).
Se trataba de Barack Obama, que acompañaba este apoyo moral con una sustanciosa dotación económica (100 millones de dólares solo en 2014).
El presidente más poderoso del mundo hacía público lo que entre los científicos se pedía a gritos: una apuesta clara y decidida por desentrañar los misterios del cerebro.
La Unión Europea se adelantó al interés estadounidense por el cerebro. En 2011, lanzó una convocatoria: se buscaban proyectos de bandera (se bautizaron precisamente como FET-flagship), a largo plazo (al menos diez años) y que no escatimaran en ambición.
De hecho, el nombre de la iniciativa de base era ‘Ciencia más allá de la ficción’. Se presentaron seis proyectos pilotos y solo dos fueron seleccionados; uno de ellos, dotado con más de 1.000 millones de euros durante 10 años, se dedicaría única y exclusivamente al estudio del cerebro.
Españoles en EE UU
Prácticamente a la vez que Obama nombraba BRAIN en su discurso del Estado de la Nación, Europa lanzaba más discretamente elHumanBrain Project.
En ambos, la participación española es destacable. El estadounidense lo lidera el científico español afincado en la Universidad de Columbia Rafael Yuste y en el europeo juega un papel esencial De Felipe, encargado de la parte molecular y celular del proyecto.
El interés por el cerebro no viene solo motivado por la curiosidad científica. La incidencia de algunas de las enfermedades que aquejan a este órgano está aumentando casi exponencialmente.
Es el caso del alzhéimer que no solo sigue siendo una enfermedad incurable, sino que no existen fármacos que controlen de forma duradera sus síntomas.
Al estar asociada al envejecimiento, y en una sociedad que cada vez vive más, encontrar una solución a este problema empieza a ser algo prioritario.
«Afortunadamente, los políticos se han dado cuenta de que el estudio del cerebro es crítico, no solo por conocernos a nosotros mismos, sino porque las alteraciones de este órgano dan lugar a enfermedades muy tremendas que todos conocemos », comenta De Felipe, aludiendo también a otros males como la depresión o la esquizofrenia.