El presidente bielorruso, Alexánder Lukashenko, considerado el último dictador de Europa, mostró ayer la verdadera cara de su represivo régimen. La proclamación oficial de su victoria en los fraudulentos comicios del pasado domingo, era el argumento que necesitaba para aplastar las protestas. No esperó ni un momento más. La céntrica Plaza de Octubre de la capital, Minsk, ocupada permanentemente por activistas de la oposición desde la noche del día 19, fue ayer desalojada por la fuerza. La práctica totalidad de las personas concentradas en la plaza, unas 300, fueron detenidas y puestas a disposición judicial. La Unión Europea ha condenado los métodos de Lukashenko y prevé la aplicación de «medidas restrictivas» contra él.