Marc Márquez tiene la tercera, última y definitiva oportunidad para alcanzar el sueño de ganar el título mundial el mismo año de su debut. Sólo le queda una carrera, casi en casa, cerca de donde empezó a meter embrague cuando todavía no alcanzaba el suelo con los pies montado en su moto. En Valencia tiene todas las opciones de su parte. Incluso el trazado le conviene a su Honda, especialmente rodada sobre una gravilla que el catalán conoce igual que su propia fisonomía. Sabe dónde debe acelerar, en qué curva necesita inclinarse menos de la cuenta y cuál es el sitio ideal para atacar en el caso de que fuera necesario.
Solamente necesita quedar entre los cuatro primeros para alcanzar la orilla que da derecho a ser el mejor de todos y alzarse con un triunfo colosal en la temporada del estreno perfecto. En Cervera los hay que llevan un mes haciendo cuentas, mirando la clasificación de MotoGP con lápiz y papel al lado para comprobar cuándo será el momento idóneo para la celebración. Una alegría contenida por diversas causas. Problemas externos e internos, cuestiones que se escapan a la voluntad del corredor y otras debidas a su ímpetu juvenil, sin miedo a la derrota ni al qué dirán cuando se trata de enfrentamientos.
El cava lleva demasiado tiempo metido en la nevera y está más cerca de la congelación que del frío ideal. Por ello Márquez necesita ese halo de misterio unido a una pizca de suerte que le ha faltado en las semanas pasadas. No quiere oír hablar del pasado. Sólo escuchar buenos presagios en el presente. Tampoco necesita que nadie le recuerde cómo debe correr o si es necesario aguantar y trabajar con la cabeza, no tanto con el corazón, como le han llegado a aconsejar desde su entorno en alguna ocasión. Pero él es distinto. De ahí que esté cerca de convertirse en el heredero natural de Kenny 'King' Roberts, tras treinta años esperando un sucesor digno para él. El novato de oro puede serlo de brillante si conquista un título que se le resiste. Sus problemas en el cuello, donde ha tenido que recibir masajes y estímulos fisioterapéuticos, son un mal del pasado que necesita obviar. A pesar de todo, no va a ser alguien distinto ni pasará de la noche a la mañana de ser un rebelde con causa justificado a uno más de la parrilla, soso, sin esa esencia de eterno soñador sin parangón. «Afrontaré la carrera como las demás». Frase escueta, directa, que encierra algo más que seis palabras simples. Demuestra que la caída en Japón no le ha hecho perder entusiasmo ni pasión.
Lorenzo y la 'maldición' de Rossi
Frente al temperamento en ebullición de Marc Márquez está la madurez calmada de Jorge Lorenzo. El otro candidato al centro de mejor del mundo. Un aspirante que ha vivido altibajos importantes. Desde problemas con la puesta a punto de su máquina hasta malos momentos en determinadas pistas que lo llevaron a estar lejos de la cabeza de carrera. Gracias sobre todo al mal hacer de su máximo contrincante que a sus buenas sensaciones, lo cierto es que el mallorquín está a la misma altura en la última prueba del campeonato. Menos posibilidades y con las casas de apuestas en contra. Necesita otra vez un fallo de su rival, directa o indirectamente, pero precisa de ese punto de suerte extra que ha conseguido obtener en las últimas competiciones.
«Todavía estamos en la lucha y eso es lo más importante en estos momentos. No tenemos nada que perder pero sí mucho que ganar, y esta carta juega a nuestro favor», aseveró un Lorenzo satisfecho a mediados de semana, citando en la previa del fin de semana intenso lo que significa estar en la pomada cuando todo el mundo lo daba por muerto. Tendrá, además, la ayuda de Valentino Rossi, su compañero, antaño enemigo entre el olor a cemento fresco, y ahora más aliado que nadie. Quien mejor sabe lo que es enfrentarse en circunstancias extrañas por un título en Cheste. El año 2006 es el maldito para todo 'tifosi'. Llegó Rossi con ocho puntos de ventaja sobre Nicky Hayden, tras dilapidar 51 en las carreras anteriores. Perdió tras caerse por vez primera en ocho años de vida deportiva que llevaba. Acabó por los suelos no sólo su cuerpo. También su esperanza y dignidad profesionales. Puede que en 2013 aquel maleficio ya efímero en la historia aunque no en su cabeza ahora se traslade al rival de su 'hermano' de boxes.