
La sonrisa que se dibuja en el rostro de Pol Espargaró lo dice todo. Es la misma que lleva impresa desde hace dos semanas. Forma parte ya de su fisionomía, como si tratara del tatuaje hecho por el novio comprometido sin fisuras. No quiere soltarla ni que nadie le diga que está triste o lo aparenta. Han sido años duros, a pesar de su corta edad. Temporadas en las que parecía que nada salía y que los sacrificios nunca llegaban a buen puerto. Pero en Japón, en mitad del temporal, logró su sueño. O uno de ellos al menos. Se proclamó campeón de Moto2 cuando menos se esperaba. El país nipón fue la ironía que mejor reflejó lo que había sido su carrera profesional hasta el momento. La anarquía de su trayectoria estuvo reflejada durante días dentro de lo caótico que fue el Gran Premio de Japón. Una experiencia que a la postre le hizo sentirse cómodo. Sabía cómo tratar aquel nuevo peldaño que el destino le colocaba sin esperarlo en su escalada particular hacia la gloria. Venció y conquistó el título. Ansiado, luchado y que otorga el poder místico de la felicidad casi eterna. Al menos lo feliz del medio plazo.
Ahora llega Valencia, su tierra vecina. Desde Granollers pueden familiares y amigos acercarse a contemplar la última vuelta que da sobre una máquina de 250cc el campeón que aspira a algo más en compromisos venideros. Se le ha quedado pequeño a Pol el nivel intermedio. A mediados de temporada comunicaron a su entorno que se fuera preparando, porque para 2014 le espera competir con los niños grandes. Los pilotos que tienen cara angelical pero convierten cada circuito en un infierno para los poco maduros. Todavía queda Cheste para recordar viejos tiempos, saborear con tranquilidad y calma un título merecido y acompañar a su amigo incansable durante toda la temporada: Tito Rabat. También el otro catalán del Tuenti HP40 dará el salto a cotas más importantes. Todavía podría alcanzar el segundo puesto si Scott Redding sufre otro de sus percances que le han supuesto pasar de favorito a ganar, a ver cómo le adelantaba por la izquierda sin miramientos un español con sangre caliente y cabeza fría. La misma templanza que deberán demostrar Espargaró y Rabat donde se comprueba quiénes son merecedores realmente de un título mundial y quiénes no. Pero eso será otra historia, que comenzará dentro de seis meses. Toca disfrutar en casa.