Marc Márquez hizo buenos los pronósticos y se proclamó campeón del mundo de MotoGP en una carrera en la que Lorenzo puso la emoción y él la tranquilidad de alguien que en ningún momento pareció lo que es, el novato que se ha convertido en el campeón del mundo más joven de la historia de la categoría
En carrera, Jorge Lorenzo cumplió su plan a la perfección. Su idea inicial era la de ponerse primero y desde ahí frenar a sus perseguidores para hacer grupo. La táctica era la correcta, y obligó al bicampeón a emplearse al límite, dejando los mejores detalles de pilotaje del mundial, y un poco por encima del límite, como en el último contacto con un Pedrosa que fue el único que quiso rebelarse.
El problema de Lorenzo es que ha luchado en solitario por el campeonato de 2013. Sin moto, y sin compañero. Y ambas cosas pesaron sobremanera en Cheste. Mientras que Pedrosa atacaba su liderato, Márquez iba 'tranquilamente' protegido por Dani por delante y por Álvaro Bautista por detrás, que pensaba en mil cosas salvo en enseñar la rueda. Jorge frenaba, y esperaba cualquier ayuda por detrás. La respuesta fue la habitual: Rossi perdiendo fuelle, Crutchlow por los suelos y Smith absolutamente prescindible.
El toque de Lorenzo con Pedrosa dejó al catalán quinto, tratando de remontar hasta el podio. Márquez, que por momentos se puso primero, no tuvo ninguna intención de pelearse con su adversario, que le volvió a pasar con comodidad. Para entonces ya había huecos, y Lorenzo trataba de frenar de forma estéril porque por detrás ya no venía nadie que pudiera echarle una mano.
Así las cosas las últimas vueltas perdieron en intensidad. Lorenzo se cansó de batallar de forma estéril y se marchó por delante para gritarle al viento que, por su parte, había hecho todo lo humanamente posible para defender la corona. Igual de cómodo estaba Márquez por detrás, sabedor de que medio Mundial era suyo, mientras que la única duda sería si Pedrosa, al llegar a su compañero, iba a meterle la rueda o simplemente flanquear su triunfal llegada a la meta. Dani llegó, Márquez se giró y le cedió la segunda plaza con tranquilidad, sabedor de que ya nadie llegaría por detrás para estropearle el Mundial.
Esa fue la manera en la que Marc Márquez, desde el podio, se proclamó como el campeón del mundo más joven de la historia, y el primer novato en conseguirlo. Tras él, un Jorge Lorenzo que se queda con el sabor agridulce de la derrota pero del deber cumplido, y un Pedrosa que volvió a ver que éste tampoco era su año. La mejor temporada de MotoGP de los últimos años tuvo un desenlace a la altura, y Márquez entra como un tiro, y subido en un avión, en los libros de historia del motociclismo.