Luis Aragonés advirtió el sábado que podía realizar algún retoque en el once titular de cara al decisivo partido ante Francia y lo hizo utilizando su habitual comparación sobre el traje que nunca cambia y su corbata de quita y pon. Todo hacía presuponer que el seleccionador barajaba la idea de realizar un único cambio que tendría como principal damnificado a Luis García y como posibles beneficiarios a Raúl o a Joaquín. Sobre todo al bético, el más capacitado en teoría para aprovechar la debilidad defensiva del equipo de Domenech por su costado izquierdo.

La duda se despejaría en el siguiente entrenamiento. Y así fue. El capitán de la selección lució ayer por la mañana, más sonriente que nunca, el peto de los titulares; algo que sólo había sucedido en los días previos al intrascendente partido ante Arabia Saudí, que España jugó con los suplentes. La sorpresa, sin embargo, saltó en el Sportcentrum de Kaiserau cuando se comprobó que el madridista no era la única novedad en el equipo titular, que había otra incluso más relevante que la suya: Cesc Fábregas ocupaba el sitio de Marcos Senna.

Mientras los dos equipos jugaban un partidillo a buen ritmo y con Luis Aragonés azuzando a los suyos al grito de «apretad, apretad» para que intensificaran al máximo la presión (hay que irse preparando para la mordedura de los franceses), llegó el momento de las interpretaciones. ¿A qué se debe que el seleccionador haya decidido hacer estos cambios? Las respuestas son variadas. En el caso de Raúl, la impresión es que Luis Aragonés quiere aprovechar la experiencia del madridista en partidos de alto voltaje. En una selección tan joven como la española, nunca está de más contar con un futbolista muy bregado y con un claro ascendente sobre sus compañeros. Y más cuando lo que está en juego es continuar en el Mundial o hacer las maletas e irse para casa.

El capitán, de enganche

Por otro lado, el seleccionador considera que Raúl, aparte de su olfato de cara a gol, puede actuar bien como enganche desde la media punta porque, más allá del estado de forma en que se encuentre, siempre ha sabido ofrecerse y asociarse. Y ante una Francia que juntará mucha infantería en el centro del campo, esa ayuda del capitán a la línea de medios puede resultar fundamental. Luis García, en cambio, es un jugador menos fiable como punto de apoyo. Sus virtudes tienen más que ver con la explosividad que con el buen criterio, por lo que el seleccionador ha optado por tenerle en el banquillo y utilizarlo, si fuera necesario, como reactivo para una situación de emergencia.

El caso de Cesc Fábregas es más elocuente. De su paso a la titularidad sólo puede hacerse una lectura: la de que Luis Aragonés, lejos de caer en el temor e intentar protegerse con una apuesta conservadora, algo tan habitual en los entrenadores cuando afrontan un partido decisivo ante un rival de colmillo retorcido, ha actuado con valentía y ha decidido redoblar su apuesta por la imaginación y el toque. De morir, hacerlo defendiendo con todas las consecuencias el estilo en el que cree. O sea, con las botas puestas. Su decisión entraña riesgos, ya que Senna es un futbolista que garantiza mejor la recuperación, pero Luis Aragonés ha decidido asumirlos.

A ello ha podido contribuir no sólo la gran segunda parte que Cesc realizó ante la selección de Túnez, sino también, muy probablemente, la excepcional eliminatoria de la Champions que el chaval de Arenys de Mar completó con el Arsenal ante la Juventus. Hay que recordar que el equipo de Arsene Wenger dio un baño al de Fabio Capello, que vendría a ser un poco como la Francia de Domenech por la madurez y potencia de su centro del campo, y que Cesc tuvo un papel estelar en los dos partidos enfrentándose a Vieira, un antiguo compañero con el que se verá las caras de nuevo en Hannover.