Jonathan Sesma está metiendo la pata hasta el corvejón. Pero bien metida. No hace más que tensar y tensar la cuerda. Y si Antonio Muñoz tiene palabra, se le va a romper en la cara. A estas alturas es casi una utopía pedirle a un jugador, más si es de fuera, que sienta los colores y todo eso. Está claro que los futbolistas van a lo que van y aunque le den besitos a los escudos, lo que quieren es pasta gansa. Lo cual es muy lícito, aunque su postura de cara a la galería suele ser pelín hipócrita. Tampoco se puede apelar a su conciencia con argumentos como que los contratos están para respetarlos o que el Cádiz fue el equipo que apostó por él cuando no lo conocía ni el gato. Así que sus intentos de irse al Celta son normales.