Saque de banda a favor del Cádiz. Fleurquin oxigena y toca para Oli. El asturiano levanta la cabeza, ve al portero adelantado y engancha una volea desde 35 metros que supera al meta xerecista y acaba durmiendo en el fondo de las mallas. Así, a grosso modo, se cantaba el gol más importante de la historia reciente del Cádiz, el más bonito, el más aplaudido y recordado. El del ascenso a Primera División. Sólo un héroe que decidía mantener su larga cabellera cual Sansón después de hacerse la permanente podía rubricar aquella hazaña inimaginable. Poner «el broche dorado a una temporada sensacional», comenta el protagonista.
En ese minuto comenzaba a forjarse el regreso a la elite doce años después y tras sufrir una campaña maratoniana sensacional pero también llena de obstáculos. Ya en la segunda parte, Mendoza derribaba a Enrique dentro del área y Paz, no podía ser otro, ejecutaba el penalti que sellaba la gesta. «Ese gol es lo de menos. Lo importante es que el equipo se mostró serio e impuso su jerarquía, con muchos futbolistas que venían de Segunda B».
La mano de Espárrago
Hoy se cumple un año del partido de Chapín en el que Cádiz entero toco el cielo con las manos precisamente en las Puertas de Tierra. 18 de junio de 2005. El día en que esta entidad cumplió la mayoría de edad sólo cinco años después de que volviera a nacer. Todo empezó de la mano de Víctor Espárrago (sin olvidar a José González), el capitán de un proyecto «que tenía como objetivo los 50 puntos de la permanencia», recuerda Oli. «Pero tuvimos una racha de siete partidos seguidos ganando y nos vimos obligados a pensar en el ascenso».
El nuevo entrenador recalca que fue el final feliz de una gran campaña. Paz va más allá y recuerda «los nueve años en Segunda B. Cuando quedaban diez minutos para el final empecé a llorar por dentro y a pensar en los malos momentos».
Todos hacen analisis de esta temporada. Las dos derrotas seguidas del principio, los silbidos contra Espárrago, la resurrección en Almería, los nueve partidos sin perder, las tres derrotas consecutivas, las gestas de Vigo y Vitoria, el robo de Pontevedra,... «Fue precisamente ese día cuando empecé a creer más que nunca en el ascenso», recuerda Oli. «El árbitro nos quitó dos puntos pero se vio la madurez y solidez del vestuario. Las lágrimas, la impotencia y la rabia nos hizo conjurarnos para ganar los dos siguientes encuentros... Y así fue».
Recuerdos de la marea
El encuentro de Jerez comenzó mucho antes, cuando la marea amarilla de más de 7.000 cadistas tomaron el vecino estadio de Chapín. «Impresionante, nunca vi algo así», dice Oli. Paz apunta que «nada más salir al césped a calentar se te ponían los vellos de punta. Nos sentíamos como en casa».
Y acabó mucho más tarde. «Llegamos a las tres de la mañana a las Puertas de Tierra y toda la ciudad nos estaba esperando». Y es que Oli se acuerda mejor «de la fiesta que del partido. Ahí nos desatamos, descargamos toda la presión que llevábamos dentro. Era el momento. Mucha gente se quedó fuera de Carranza y eso fue la pena», lamenta Oli.
Ahora se conjuran para repetirlo. Y a poder ser, en el estadio de Chapín, «porque le da un sabor especial».