Dice Anne Igartiburu que sus días tienen 48 horas. Además de conducir dos programas en TVE, no para de presentar galas, grabar anuncios, ejercer de modelo, ser embajadora de firmas comerciales, mujer de negocios... Y, como estudiante, ya va por el cuarto máster. Si existe la superwoman, se parece mucho a esta mujer nacida en Elorrio (Vizcaya) hace 37 años; quien, además de todo lo descrito, aún tiene tiempo para estar con su marido, Igor Yebra, y atender a su hija, Noa, de casi cinco años. El pasado domingo, Anne viajó a Barcelona y desfiló en la Pasarela Loréal, peinada por el vitoriano Oscar G.
-¿Hay algo que no se dejaría hacer en el pelo?
-Desde que estoy en la tele, nunca me lo he cortado. Pero, en general, me adapto bien a cualquier peinado. En ese sentido no soy nada caprichosa.
-Creo que estudia un máster de Comunicación y Moda.
-Ése ya lo terminé. Ahora estoy cursando otro de Comunicación y Empresa. Es mi cuarto máster. Y, además de eso, soy socia en una cadena de peluquerías.
-¿Sus días tienen 48 horas?
-Efectivamente. Tengo mucho lío, pero lo llevo bien. El secreto está en organizarse mucho y ser una persona coherente y ordenada con tu vida. Este es el momento, tengo que aprovecharlo. Y eso significa que el lunes me toca Barcelona, porque tengo allí Mira quién baila y Corazón de... El martes, Prado del Rey... Un día tengo un desfile, otro una presentación...Y así andamos.
-¿Ha sido un regalo Mira quién baila?
-Totalmente. Estoy muy contenta porque he tenido la oportunidad de conocer a gente fantástica, que me ha aportado mucho. Además, también tenía ganas de cambiar de registro. Y encima, tener a cuatro o cinco millones de personas viéndote es un chollo.
Pasión por los estudios
-En ese programa está más suelta.
-Yo pensaba que no tenía la necesidad, pero la gente ha agradecido que enseñe otras facetas de mí.Y la verdad es que me siento muy a gusto.
-¿El hecho de estar casada con un bailarín le da ventaja?
-Igor hace clásico y esto son bailes de salón. Pero sí que viene bien, porque ya llevo muchos años viendo coreografías y montajes.
-¿Es muy bailona?
-Sí, lo soy. Creo que todos tenemos un bailón dentro, pero también soy muy torpe.
-Usted, tan alta y estilizada...
-Que sí. Es que cuando más grande eres, más difícil resulta coordinar el cuerpo.
-¿Por qué esa afición suya a estudiar?
-Me gusta aprender. Me quedé con las ganas. Tuve que dejar los estudios, murió mi madre... Yo tenía 17 años, y me quedó siempre la cosa esa de estudiar. Hice una carrera intermedia, que está bien, pero a mí me gusta seguir formándome. Los másters son un lujo, porque escuchas a gente que sabe mucho.
-Sus fines de semana serán sagrados para la familia...
-Sí, con la peque, por supuesto.
-Hay quien define la adopción como algo más pleno que la maternidad biológica.
-No sé, pero el que se anima a adoptar, son tantos los pasos que hay que dar y tanto el sacrificio a nivel emocional que, de verdad, tiene mucho mérito.
-Usted dio el paso. Pero supongo que la gratificación compensa.
-Por supuesto, con creces. Es un proyecto muy bonito. Noa, mi hija, cumplirá cinco años el 1 de mayo y está muy linda.
-¿Es la típica madre vasca, es decir, autoritaria?
-Sí, sí. Soy muy sargento. Luego está el padre, que es un buenazo. Pero es que el matriarcado en nuestra tierra, ya sabe... A mí la niña me mira y me pregunta: «Amatxu, ¿qué?». Me mira para saber si puede o no puede. Y me alegro porque está muy bien centrada, educada, y tiene un referente muy claro. Y más en el caso de una niña que lo necesita.
Orden
-Hoy en día hay niños a los que sus padres no les ponen límites.
-Quizá es porque no se los han puesto a sí mismos tampoco.
-Dicen que es usted muy disciplinada.
-Soy bastante entregada a las cosas y procuro ser coherente, sensata y ordenada, porque en el mundo en el que vivimos se te puede ir muy fácil la cabeza.
-¿Si su vida fuera un baile, qué sería?
-De El lago de los cisnes, quizá sería ahora mismo el cisne negro, que es más espabilado que el blanco. O mejor, una Giselle. Sí, puestos a elegir, sería una Giselle.
-¿Por qué?
-Porque estoy en un momento como de contemplar. De madurez y de mucho observar. Me encanta estar mirando. Creo que lo bueno que tiene ser una mujer madura es que te conviertes en más sabia. Me gustaría pensar que soy más considerada con lo que me rodea.
-¿Le da tiempo a observar, con tanta actividad?
-¿Caray que sí! ¿No ve que hago muchos viajes en taxi, en avión...?
-¿Se animará a ser madre biológica?
-Estoy animada, por supuesto. Lo que pasa es que ahora mismo Igor está fuera. Él abrirá en septiembre una escuela de ballet en Bilbao. Y me imagino que eso también hará que estemos más juntos y que podamos hacer realidad ese proyecto que tanta ilusión nos hace. Aunque, por supuesto, con Noa estamos encantados.
En la cocina
-¿No sería lo ideal que la academia estuviera en Madrid, donde viven?
-No, porque nosotros somos de donde somos y volveremos a nuestro lugar.
-El euskera es su lengua materna.
-Claro, y a mi hija le hablo en euskera, su padre le habla en castellano. En el colegio le hablan en inglés y además le estamos manteniendo el hindi que trajo ella de la India.
-Su tortilla de patatas es la mejor del mundo, según su marido. ¿Con o sin cebolla?
-Con cebolla. Me gusta mucho cocinar y a él también le encanta. Mi hija a veces me mira con ojos zalameros y me pide que le haga por favor una tortilla... Cuando me lo pide así, se me quita la pereza y se la hago enseguida, con mucha ilusión. Cocinar me relaja. Poner un buen disco de ópera en la cocina y, tranquilamente, escuchar musiquita, ver a la enana que me ayuda, pensar que voy a cocinar para mi familia... Me gusta.