La pacífica abuela que ocultó su pasado como la gran espía del MI6 en la Guerra Fría, hasta su actual muerte
Valerie Pettit dedicó sus últimos años de vida a ir al teatro y a la iglesia de West Clandon, el pequeño pueblo donde nadie supo hasta ahora que su vecina había sido una de las grandes agentes de inteligencia de la historia del país, responsable de rescatar al famoso topo soviético Oleg Gordievsky, el mismo que evitó la Tercera Guerra Mundial
Son las 7.30 horas del 16 de julio de 1985 en Moscú. Oleg Gordievsky (Moscú, 1938) permanece de pie, parado, en la puerta de una pequeña panadería de la avenida Kutuzovsky Prospekt, una de las más importantes y transitadas del centro de la capital. En una mano sostiene una bolsa de plástico de los supermercados británicos Safeway. A las 7.46, otro hombre que camina por la acera de enfrente con una bolsa de los almacenes Harrods y una chocolatina Mars cruza brevemente su mirada con él, sin intercambiar una sola palabra.
Aquellas dos bolsas y la chocolatina eran las señales que ponían en marcha la Operación Pimlico, uno de los planes de rescate más novelescos y trascendentes de la Guerra Fría, creado para sacar de Moscú a Gordievsky cuando supo que la KGB le había descubierto. Hablamos del espía más valioso que ha tenido Gran Bretaña durante el siglo XX, calificado a menudo como mejor agente doble de la historia o como el topo que evitó la Tercera Guerra Mundial y salvó la vida a millones de vidas. La bolsa de Safeway, en concreto, era la señal de este al MI6 para avisarles de que estaba en peligro de muerte, mientras que el mordisco a la barra de Mars por parte del agente inglés la confirmación de que habían recibido el mensaje.
Han tenido que pasar 35 años para que conociéramos la identidad de la agente responsable de diseñar aquella operación histórica y dirigirla. En concreto, hasta su muerte a los 90 años en West Clandon , un pequeño pueblo del condado de Surrey, en Inglaterra, el pasado 28 de diciembre, según ha informado ahora «The Times» . Su nombre, Valerie Pettit , quien respondía desde hacía años que había sido una simple secretaria del Ministerio de Asuntos Exteriores. No había otra respuesta cuando le preguntaban y siempre cambiaba rápidamente de tema. Tras su retiro, se dedicó a cuidar de su madre y su hermana, a ir al teatro y a la iglesia y a promover una campaña para preservar los bosques que rodeaban a su casa. Hasta ahora, más allá de un pequeño puñado de oficiales del MI6 , ni siquiera sus amigos más íntimos sabían que la sencilla señorita Pettit había sido una de las espías más importantes de su país.
La Operación Pimlico
En julio de 1985, sin embargo, esta oficial del servicio secreto inglés lo tenía todo calculado para extraer a Gordievsky. Todo el mundo estaba convencido de que era prácticamente imposible que saliera bien, salvo ella. Fue una operación a contrarreloj que se iniciaba en aquella panadería de la avenida Kutuzovsky Prospekt . Pettit había sido escogido el lugar a conciencia, por encontrarse frente a un complejo de apartamentos donde vivían extranjeros, incluidos los oficiales del MI6 de Gran Bretaña bajo cobertura diplomática. Así pasaría más desapercibido.
Durante siete años, el MI6 había vigilado y monitoreado con agentes de campo aquella avenida y aquella panadería, en busca del hombre con una bolsa Safeway. Y lo hicieron con una frecuencia casi diaria para no levantar sospechas entre los servicios de inteligencia soviéticos, como si fuera su rutina diaria camino del trabajo, independientemente de si Gordievsky estaba o no en Moscú en ese momento. Por eso todos los agentes británicos acostumbraban a llevar una chocolatina, por si aparecía el famosos agente doble.
Una vez recibida la señal, Gordievsky debía dirigirse hacia un punto aislado cerca de la frontera con Finlandia. Antes tenía que burlar el seguimiento que, desde hacía un par de meses, sabía que le hacían los agentes soviéticos las 24 horas del día. Allí sería recibido por dos oficiales del MI6 en coches diplomáticos y, oculto en el maletero, los sacarían ilegalmente de la URSS . En principio, estos vehículos oficiales no estaban sujetos al registro por parte de los policías aduaneros. Todo ello lo había previsto Pettit, que monitoreaba la operación a cierta distancia. Incluso la había entrenado con agentes en los bosques de Guildford. Nada podía salir mal.
La primera alarma
La primera señal de alarma para Gordievsky se produjo la tarde del 22 de mayo de 1985, mientras estaba tranquilamente en su oficina de Londres. Hacía solo cinco meses que había sido nombrado responsable máximo de la KGB en la capital inglesa, tras la expulsión de su jefe, el general Arkadi Guk , del país. Un ascenso importante que dio la oportunidad al Gobierno británico de introducirle en lo más alto de los puestos de mando de la URSS tras años de espionaje encubierto. Y así ocurrió.
«Nosotros no estábamos preocupados y Oleg tampoco. Él mismo tenía la idea de que, probablemente, todo estaba en orden con su nuevo puesto respecto al Gobierno soviético», contaba hace dos años un antiguo oficial del MI6 al «Daily Mail» . Pero ni siquiera entonces el prestigioso diario británico nombraba a Pettit ni sabía de su existencia. Gordievsky, por su parte, fue recibido como un héroe cuando llegó a Moscú para su nombramiento. Nadie sospechaba de él. Además, introducir a un topo en lo más alto del KGB era un triunfo para la inteligencia británica, que recibiría información de los planes de la Unión Soviética, el gran enemigo de Occidente en plena Guerra Fría, mucho antes que la CIA .
Todo marchó como la seda durante cinco meses, hasta que aquel 22 de mayo llegó el telegrama en el que se requería de inmediato su presencia en Moscú. «Importantes discusiones», decía simplemente. Algo andaba mal y lo sabía, así que salió de su edificio diplomático en Londres, se dirigió a una cabina telefónica a varios kilómetros de distancia y llamó a su contacto en el MI6, Simon Brown . ¿Debía desertar y huir con su familia al Reino Unido ante el temor de ser condenado a muerte o acudir a la llamada de Moscú y seguir interpretando su papel?
Una vida de novela
Hasta ese momento, la vida de Gordievsky, hijo de un oficial de inteligencia ruso, había tenido todos los elementos propios de las mejores novelas de John le Carré o Ian Fleming . Había estudiado en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú y reclutado para la todopoderosa KGB al licenciarse. Sintió entonces la ilusión de pertenecer a la élite de los servicios de inteligencia soviéticos y servir a la causa comunista. Pasó con orgullo su entrenamiento en la tenebrosa escuela 101 y fue traslado al entonces Berlín Oriental, en agosto de 1961. Fue allí donde sus ideales empezaron a tambalearse, al ver levantarse el muro de Berlín por orden de sus superiores. Luego fue testigo del terror soviético y la llamada Primavera de Praga , hasta que llegó su traición y posterior conversión en doble agente del MI6.
Aquello le cogió en Copenhague , donde fue enviado a bajo cobertura diplomática, en 1966, tras su estancia en Alemania. Allí empezó a pasar una gran cantidad de información valiosa al enemigo, incluidas las identidades de numerosos espías soviéticos y oficiales de inteligencia que operaban en Occidente. Lo hacía en reuniones periódicas que se celebraban en una casa de seguridad situada en los suburbios del norte de la capital danesa. Antes de abandonar el país para regresar a Moscú en 1978, Gordievsky pidió a sus enlaces británicos que elaboraran un plan de escape por si acaso necesitara salir huyendo de Moscú.
La tarea recayó en la oficial Valerie Pettit, que tenía entonces 48 años. Había nacido el 13 de junio de 1929 cerca del estadio de críquet de Lord's, en Londres. Se había licenciado en la Universidad de Exeter y unido al Ministerio de Asuntos Exteriores británico poco después. Pronto dio pruebas de poseer una mente aguda y ser una persona modesta, patriótica y rigurosamente discreta, lo que le valió ser transferida al MI6. El año en que Gordievsky pidió su plan de extracción, ella acababa de ser ascendida al cargo de suplente del jefe de la sección P5 del MI6, la misma que dirigía a los agentes soviéticos y sus operaciones.
Sin embargo, ambos no se conocieron hasta 1982, cuando la KGB envió al agente doble primera vez a la embajada soviética de Londres. Durante tres años, se reunieron regularmente en una casa de seguridad del barrio de Bayswater y este revelaba gran cantidad de información de primer nivel. El Gobierno inglés transmitió mucha de aquella información a la CIA, pero nunca desvelaba su origen ni la identidad del agente doble. Estados Unidos, sorprendido, llegó a investigar a escondidas para intentar averiguarla, pero no lo consiguió.
Guerra nuclear
Nunca ningún servicio de información occidental había conseguido un topo de tan alto nivel como él. Desbarató operaciones soviéticas en Dinamarca, destapó las actividades de importantes colaboradores noruegos y suecos con el Kremlin, informó de cómo funcionaba el KGB por dentro con todo tipo de detalles, nombres y operaciones, alertó sobre la relación del líder laborista Michael Foot con el Kremlin e informó de los periodistas y políticos que estaban a sueldo de la embajada de la URSS en diferentes países, todo ellos con la supervisión de Pettit.
Sus dos contribuciones más importantes fueron, sin embargo, identificar a Mijail Gorbachov, mucho antes de que fuera elegido, como el mandatario que impulsaría la desmembración de la Unión Soviética y, sobre todo, evitar una confrontación nuclear con la Unión Soviética. El último caso se produjo en el contexto de las maniobras Able Archer 83 de la OTAN, realizados en noviembre de 1983. Un simulacre rutinario de ataque nuclear que se hacían cada año, pero que en esta ocasión la Alianza decidió incluir algunas modificaciones: usar una nueva codificación, elevar la alerta a su nivel máximo de Defcon 1, movilizar a los jefes de Estado y desplegar misiles atómicos junto al Muro de Berlín. Aquello hizo creer a Gorbachov y sus altos mandos militares que el enemigo preparaba un ataque nuclear real.
La reacción fue inmediata. Los soviéticos prepararon sus propias armas atómicas e, incluso, fijaron una fecha para adelantarse al ataque de Occidente: el 11 de noviembre. Todos los altos cargos del KGB repartidos por Europa, incluido Gordievsky, recibieron el 9 de noviembre la información de la ofensiva, que sin duda desataría la Tercera Guerra Mundial. Nuestro topo alertó rápidamente al MI6 y este informó de inmediato a la CIA y al presidente Ronald Reagan. Aquello provocó que la OTAN bajara la tensión y organizara una reunión entre este último y Gorbachov, que evitó la muerte de millones de personas.
Reagan y Gorbachov
Dos años después, en mayo de 1985, un oficial descontento de la CIA llamado Aldrich Ames se acercó al KGB en Washington y vendió información a los rusos, incluidas las identidades de los espías detrás del Telón de Acero que trabajaban para Occidente. Aquel fue el final de Gordievsky que, un día después, fue llamado a Moscú. Tras la consiguiente llamada a su enlace del MI6, decidió finalmente no desertar e ir a ver qué pasaba. Los altos mandos soviéticos le había descubierto, pero, en vez de detenerlo y torturarlo, optaron por ponerlo bajo vigilancia para atraparlo con las manos en la masa en plena comunicación con los británicos.... lo que fue un error por parte de los comunistas.
El 16 de julio fue a la mencionada panadería con su bolsa del Safeway. Dada la señal, eludió a sus perseguidores y se marchó al punto de encuentro cerca de la frontera. Cuatro días después, con Pettit dirigiendo la operación al detalle, dos oficiales del MI6 y sus esposas lo recogieron, lo envolvieron en una manta reflectante para evitar que las cámaras infrarrojas lo detectaran y lo metieron en el maletero de uno de los vehículos diplomáticos. Los perros de la aduana, en cambio, sí que olieron el cuerpo de Gordievsky y comenzaron a rodear el automóvil. Las mujeres jugaron su última carta y funcionó: una de ellas abrió una bolsa de patatas fritas con queso y cebolla para comérsela y la otra dejó caer al suelo un pañal sucio de su hijo, lo que despistó por un momento al can y pudieron seguir su camino.
Al entrar en Finlandia se dirigieron a un claro de un bosque cercano para que Gordievsky se subiera a un tercer coche con el segundo equipo de extracción del MI6. Cuando le abrieron el maletero, a la primera persona que vio fue a Valerie Pettit, que le estaba esperando. «Ella fue la primera persona que vi como un hombre libre», escribió Gordievsky, que ahora tiene 81 años y aún vive en una casa de seguridad en Gran Bretaña. Y añadió: «Era una perfeccionista que siempre me mostró una gran amabilidad y mucha paciencia. Fue, y siempre será, mi ángel».
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