Josemi Rodríguez-Sieiro - Lo que me apetece

Clases de divorcios

Existen en todas las clases sociales, pero no es igual el de una señora internacional que nacional

Josemi Rodríguez-Sieiro

Hay épocas en las que los divorcios se llevan la palma y cobran un protagonismo realmente notable. Y ahora son noticia todas las mañanas. Cuando no provocan una crisis política, es un sunami económico. En España no nos vemos libres de este fenómeno, que es casi tan habitual como el pan nuestro de cada día.

Es muy difícil mantener la elegancia y la buena educación, los que la tengan, ante este problema, porque abundan ahora unos personajes de cuarta, que utilizan esta nueva situación en sus vidas para aumentar los ingresos y tratar de hacer una carrera publicitaria, a la que se suman la mayor parte de su círculo cercano y los que no lo son tanto, pero salir un momento en una televisión, consideran que es un salto a la fama.

Divorciados existen en todas las clases sociales . Pero no es lo mismo el divorcio de una señora internacional, con un pasado alegre, muchos matrimonios en su haber con hombres importantes y con una situación económica, no ya desahogada, sino boyante, que el divorcio de un producto nacional, que no es culta, ni rica, no baila, ni canta profesionalmente, pero parece ser que domina las redes sociales, haciendo caja con cosas que vende con dudoso gusto y baja calidad. Son las parejas nuevas, que intentan ser ejemplo de elegancia, pero que, como todas las modas, pasará y volverán a ser gente anónima y será difícil que sean recordadas para la posteridad.

Luego están los que se divorcian sin estar casados y entran en supuesta depresión, callados y agazapados, esperando una buena oferta económica que les lleve a la gloria, porque cuando les han preguntado todos contestan lo mismo, pidiendo respeto.

Solo entre gente muy educada, con clase y categoría, hacen un ejercicio de ello e incluso pasando un tiempo prudencial se convierten en amigos. Estos son siempre los que, en su momento, se casaron en régimen de separación de bienes. Es algo que debía de ser obligatorio y estar regulado por ley.

Los hombres, cuando llegan a cierta edad, deciden caer en los brazos de una mujer mucho más joven que, sin darse cuenta ellos, los ven con cara de tarjeta de crédito. El resultado es que las legítimas acaban hartas. Decían que las señoras de Bilbao, cuyos maridos tenían amantes con pisos en Madrid, eran más permisivas, aunque yo creo que lo que les ocurría es que eran más inteligentes.

Finalmente, los hijos son los primeros perjudicados. Y aquí se provoca un proceso, largo y tedioso , que, en algunos casos, se alargará en el tiempo excesivamente. Y si hay patrimonio y buen capital la lucha será encarnizada.

Un día le comenté a un amigo mío, que era encomiable la discreción del viudo de su madre. Me sonrió y me dijo: «Más le vale, porque si dice algo, perderá lo que recibe cada mes».

Hace poco coincidí en una casa con un título español, que se había casado con una señora rica por sus amoríos con un multimillonario . La señora se olvidó de él a la hora de testar. Su actual mujer no pasa por un momento glorioso, según mis informadores de ultramar. Al final se divorciarán porque han juntado miserias sin darse cuenta. Pero mientras duren… vida y dulzura.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación