Josemi Rodríguez-Sieiro - Lo que me apetece
El arte del cotilleo
Algunos, muchos diría yo, han hecho de su vida privada un negocio, el cotilleo es una moda
El cotilleo es algo que siempre ha existido. Ciertos programas de televisión han contribuido a ello sin tregua. Cotillear es escarbar, escudriñar y averiguar la vida privada de los demás. El dicho de 'vamos a cotillear que une mucho' abarca muchos aspectos, que van convirtiéndose con el paso del tiempo en información. Saber lo que gana un futbolista o conocer las cláusulas de un contrato matrimonial y sus consecuencias en caso de divorcio no dejan de ser un cotilleo y un dato de información al mismo tiempo.
Ahora que algunos, muchos diría yo, han hecho de su vida privada un negocio, el cotilleo es una moda. Casi todo el mundo conoce los problemas económicos de una tonadillera, los problemas de paternidad de un presentador ó los líos de faldas de una modelo, porque o lo cuentan de una parte o de la otra o de ambas, haciendo de ello un medio de vida. Los mediocres y los más cutres se van a un reality, amparados por familia y ó amigos que aspiran a un momento de gloria y, de paso hacen caja.
Por un lado está el beneficio económico que obtienen todos. Por otro están los profesionales del cotilleo, que siempre saben más que nadie, que tienen más fuente de información que los propios protagonistas y si no, se lo inventan y se quedan tan contentos.
Dentro de los cotillas están el apartado de los llamados 'las viejas del visillo' , que no tienen por qué ser viejas o viejos y no tienen por qué tener visillos en su casa. Pero son esas personas que se alimentan de la supuesta vida privada de los demás, que disfrutan contando cosas de alguien, que a su vez se las ha dicho una tercera persona, amigo de amigo, primo de cuñado o simplemente un vecino y que, como es habitual cada uno de los integrantes de la cadena, van aumentando eslabones hasta desvirtuar completamente el hecho inicial.
Estas personas se alimentan de gente que o bien conocen o no van a tener la más mínima oportunidad de verlos en persona casi ni de lejos. Les da lo mismo hablar de quien o de qué. El caso es contar algo, decir que, durante un tiempo, se ha compartido parte de su vida en Londres, cuando la realidad es que no han salido del eje Madrid-Torremolinos-Tomelloso, hasta el día que contrajeron nupcias con alguien de posibles.
Les fascina hablar del dinero de sus víctimas . Y aunque no tengan ni idea sobre la marcha de su economía, les gusta más pensar que están pasando mal momento y, con la mayor desfachatez e increíble seguridad, son capaces de mandarlos a pedir limosna por las calles. Los cotillas son malintencionados, envidiosos, esconden una frustración y el fracaso es una constante en su deplorable vida. Ante estos espéciménes se pueden tomar dos actitudes. Una, convertirlos en transparentes y otra plantarles cara, siempre públicamente, con contundencia, firmeza y educación. Porque nunca hay que olvidar que los cotillas son gentuza educada, pues en el fondo van por la vida con ansias de imperio y delirios de grandeza. Y, a lo sumo solo han tenido un discretísimo pasar.
Otra cosa son las personas críticas. Suelen ser más inteligentes y rápidas, entretenidas y resolutivas. Si tienen un cierto punto ácido son más divertidas. Siempre retratan la vida con mucho hiperrealismo, cierta crueldad y una gran dosis de humor que, en muchos casos les lleva a reírse de sí mismos .