La competición se ideó en 1935 como un torneo que sirviera de preparación para los Juegos Olímpicos de Berlín. Así, un año antes se celebró en Ginebra (Suiza) el primer duelo oficial entre selecciones europeas con la participación de diez escuadras.
Durante la primera década de competición, los protagonistas fueron los países bálticos y España. Letonia se proclamó la primera campeona de Europa gracias a los conocimientos llegados a su país por los marineros americanos que arribaban a sus puertos y Lituania se convirtió en su principal rival desde que comenzara a competir en 1937 (fueron campeones en sus dos primeros campeonatos).
Por su parte, España entró en la pequeña historia europea de este deporte al inaugurar contra Portugal el primer partido de clasificación de la competición y jugar la primera final (perdió ante Letonia 24-18). Mariano Manent entrenó al primer equipo español, cuya selección estaba compuesta por los siguientes integrantes: Rafael Martín, Emilio Alonso, Pedro Alonso, Juan Carbonell, Armando Maunier, Fernando Muscat, Cayetano Ortega y Rafael Ruano. No obstante, no volvieron a estar en una fase final hasta después de la II Guerra Mundial.
La nota curiosa de los primeros compases del europeo de baloncesto la puso Egipto con su incorporación en 1937. Los africanos carecían de rivales en su continente y obtuvieron el permiso para participar junto a los europeos, aunque acabaron en la última posición de aquella fase final.
La II Guerra Mundial supuso una gran desventaja para el regreso de la competición. Las dificultades económicas, la desaparición de las federaciones, la incorporación a filas de algunos jugadores ?y sus bajas- y los esfuerzos para la reconstrucción europea ralentizaron el regreso del Eurobasket. Se decidió volver a Ginebra como sede y Checoslovaquia tomó el relevo de la hegemonía del este ante la ausencia de los anteriores campeones.
El torneo de 1947 supuso la irrupción de la Unión Soviética, la gran potencia de este deporte en el siglo XX en Europa. Con la combinación de jugadores de Georgia, Estonia, Lituania, Letonia o Rusia, el potencial se disparaba y su selección ganó sin problemas el campeonato. No obstante, la defensa del título no se pudo repetir porque la federación soviética se negó a organizar el torneo y finalmente fue Egipto quien asumió el peculiar trabajo de anfitrión. El rocambolesco Eurobasket de 1949 contó únicamente con 5 equipos europeos y se invitó a Siria y Líbano para completar el número necesario de participantes para la competición. Egipto ganó en casa un torneo que la propia FIBA Europa califica como ?el torneo más débil en la historia de la competición?.
España no participó en ninguna de estas ediciones.
Los años cincuenta supusieron el inicio de la Unión Soviética como dominadora del continente. En una década únicamente perdieron dos partidos de los 49 disputados y la superioridad física de sus jugadores posibilitó sus cuatro medallas de oro (1951, 1953, 1957 y 1959). En los años sesenta, acumularon los cinco torneos del Eurobasket disputados, con el entrenador Alexander Gomelski desarrollando innovadoras estrategias que sus rivales fueron incapaces de superar.
Hungría, en 1955, fue la única selección capaz de subirse a lo más alto del podio en lugar de la Unión Soviética en más de 20 años. En la final derrotaron a la República Checa, que en semifinales había acabado con los favoritos. No obstante, sería Yugoslavia el equipo que crecería como principal amenaza de los eternos ganadores. Con Radivoj Korac y Kresimir Cosic empezaron a ser habituales en el podio e incluso llegaron a ganar un a la URSS en un partido de la fase preliminar en 1969.
La participación española en un primer período se limita a su vuelta a la fase final de la competición en 1959, cuando terminó en el puesto 15. La presencia de Emiliano Rodríguez (mejor jugador del torneo en 1963) permitió al equipo conservar su nivel y la llegada de nuevos talentos como Clifford Luyk permitió la progresión hasta el quinto puesto de Italia’69.
Durante estos años se desarrollarían las medidas que desembocarían en el baloncesto moderno. En 1955 se introdujo la regla de posesiones limitadas por tiempo (30 segundos) y en 1957 la FIBA estableció que los partidos deberían disputarse bajo techo ante las dificultades experimentadas en los torneos anteriores con recintos de fútbol preparados como peculiares canchas de baloncesto.
Desde los Balcanes llegaría la nueva potencia del baloncesto para voltear la situación en los años setenta. Aunque la Unión Soviética repitió triunfo en 1971, los yugoslavos conquistarían tres medallas de oro consecutivas en los Europeos para acabar con la hegemonía de la URSS, antes de que los de Gomelski recuperaran el honor patrio con la ayuda de Israel. Los duelos personales y estratégicos aumentaron la popularidad y el nivel del juego con los ‘veteranos’ Cosic y Belov o los jóvenes Delibasic o Tarakanov.
Las principales novedades de este período llegaron con las nuevas generaciones que aumentaron el potencial de países como Italia, España o Israel. Los hebreos sorprendieron a toda Europa con su victoria sobre Yugoslavia en 1979 y su medalla de plata, mientras que los transalpinos alumbraron a su leyenda Dino Meneghin y ascendieron en dos ocasiones al podio.
Mención aparte merece España, con los nacionalizados Clifford Luyk y Waine Brabender como refuerzos, y su victoria sobre la Unión Soviética en las semifinales de 1973. Además, la medalla de plata se vivió como anfitriones del primer Eurobasket celebrado en España (con sedes en Barcelona y Badalona).
La década de los ochenta supuso un cambio en el ‘statu quo’ del baloncesto europeo. A los habituales dominadores del continente (URSS y Yugoslavia) empezaron a plantarle cara Italia, Grecia y España, mientras la República Checa perdía de manera paulatina su potencial.
El primer cambio brusco en los podios habituales ocurrió en 1983, en el Eurobasket de Francia. Italia consiguió romper la hegemonía de Yugoslavia y la URSS en tres décadas con su medalla de oro en una final que tuvo a España como convidada al cambio que vaticinaba en el deporte de la canasta. Grecia volvería a voltear el orden establecido en 1987 con la fuerza de ser anfitriones y la irrupción de Nikos Galis como líder del baloncesto heleno.
Los ochenta alumbraron a los que serían estrellas y emblemas de un deporte que aumentaría en popularidad de manera exponencial. Arvydas Sabonis, Sarunas Marculionis, Fernando Martín, Detlef Schrempf o Drazen Petrovic brillarían hasta hacer llegar sus logros hasta el otro lado del Atlántico y dar los primeros pasos de los europeos hacia la NBA con mayor o menor suerte (algunos en épocas tardías de su carrera como Sabonis).
Para el recuerdo queda el gran equipo formado por Yugoslavia para 1989 con Danilovic, Divac, Kukoc, Vrankovic o Paspalj en un conjunto de ensueño que sólo la guerra en los Balcanes podría hacer desaparecer.
El declive soviético dejó a Yugoslavia como el gran rival a batir en los campeonatos de los noventa. Únicamente la sanción por la guerra y la desmembración del país de los Balcanes impidieron que mantuviera su supremacía.
La principal sorpresa de la década llegó en 1993, cuando Alemania sorprendió a todos sus rivales apoyado en su papel de organizador para ganar el torneo sin la participación del NBA Detlef Schrempf. Los germanos se llevaron el título tras finales muy apretados contra España, Grecia y Rusia, pero alcanzaron la gloria ante su título con Svetislac Pesic como entrenador.
No obstante, Yugoslavia mantuvo su potencial en los noventa ganando tres los cuatro torneos disputados. Las nuevas generaciones sumaron la experiencia de sus predecesores para hacer frente a las potencias surgidas de la escisión de la Unión Soviética y Yugoslavia. La única selección que fue capaz de frenar al poderoso equipo fue Italia en 1999 con el liderazgo de Gregor Fucka, de origen esloveno. Bodiroga y Sabonis se quedaron a las puertas de la final y los transalpinos se llevaron el oro en Francia con Carlton Myers como estrella (aunque perdieron cuatro partidos en la competición). Además, Grecia confirmó el fin de una sus mejores generaciones con el declive de Galis, Fassoulas y Yiannakis).
La nueva centuria ha supuesto la multiplicación de candidatos al título y el aumento de nivel medio de los jugadores, con el salto escalonado de muchos de ellos a la NBA. Sin embargo, también el paso a la liga estadounidense ha supuesto la renuncia de algunas estrellas europeas a participar en el torneo para centrarse en sus carreras en las franquicias americanas.
El declive de Yugoslavia como máxima dominadora del viejo continente (incluido el fracaso como anfitriona en 2005) ha dejado huérfano ese papel. De hecho, en el nuevo siglo sólo España y Lituania han logrado subir al podio en más de una ocasión. Los bálticos se han agarrado a su talento, tradición y la figura de Jasikevicius, mientras que los ibéricos han visto emerger su mejor generación en el baloncesto.
En 2005 con la dirección de Yannakis como entrenador y Papaloukas como líder, los griegos recuperaron el oro. Dos años después, fueron los rusos los que reverdecieron laureles con un excelente juego de equipo y el NBA Andrei Kirilenko como estrella para vencer a los españoles en la final disputada en Sevilla. Las decepciones de los de Pau Gasol reforzaron su deseo de ganar por primera vez el Eurobasket hasta que lo consiguieron en Polonia, en una final con duelo ante la nueva generación de Serbia. El equilibrio del talento español y su experiencia facilitaron el primer título de Sergio Scariolo al frente.
Dos años después certificaron la supremacía de una generación gloriosa. En Kaunas, tierra de glorias del baloncesto, Scariolo repitió éxito con Navarro en estado de gracia y la incoporación de Ibaka en un torneo en el que solo perdieron el intrascendente último partido de la fase de grupos contra Turquía. Así, los 'juniors de oro' dejaron su sello en su última participación colectiva.
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