España busca un imposible. Tras los dos títulos logrados en Polonia en 2009 y Lituania en 2011, 'La Roja' persigue un tercer entorchado continental que le situaría a la altura de las grandes selecciones de la historia del Eurobasket. Solo la aplastante Unión Soviética, que dominó desde 1957 a 1971 con ocho campeonatos consecutivos, y la Yugoslavia de los 70 -tres victorias entre 1973 y 1977- han logrado la hazaña que pretende alcanzar ahora el combinado nacional.
La empresa es más difícil si cabe para un equipo que estrena entrenador y que deberá superar ausencias vitales. Juan Antonio Orenga toma el relevo de Sergio Scariolo, el técnico que logró los dos oros anteriores y la plata olímpica en Londres, en un torneo marcado por la sombra del Mundial de 2014 que se celebrará en España y en el que el presidente de la FEB ha volcado todos sus esfuerzos. El interés de José Luis Sáez por contar el año próximo con toda la artillería, encabezada por la ya veterana 'generación del 80', para lograr que la gloria deportiva haga efectivo y visible el presumible éxito organizativo, ha relativizado la importancia de este Eurobasket. También ha animado a que algunos de los nombres habituales se hayan tomado un respiro este verano para reponerse de una larga temporada o incluso operarse para arreglar las partes más dañadas de sus maltrechos y achacosos cuerpos y poder afrontar con garantías la parte final de sus exitosas carreras.
Así, la convocatoria de Orenga se ha visto indudablemente condicionada y ha provocado que exista un evidente desequilibrio entre interiores y exteriores. Pese a contar con el mejor pívot de la competición, Marc Gasol, las bajas de su hermano Pau, Serge Ibaka y Felipe Reyes, más la renuncia del MVP de la última Liga ACB, Nikola Mirotic, debilitan tanto el potencial en la posición de poste que borrarían de un plumazo las aspiraciones de cualquier otro equipo. Si, además, se le añade la falta del escolta más decisivo de Europa en los últimos años, Juan Carlos Navarro, las perspectivas resultarían dramáticas para otra selección que no fuera España, incluso para la España previa a 2006. Pero la falta de cinco jugadores básicos, dos de ellos los mejores de la historia del baloncesto patrio, no han aplastado las aspiraciones de 'La Roja'. Mantiene el gen ganador que le ha llevado a discutir el reinado absoluto del 'Dream Team' estadounidense. Ahora bien. Se ha convertido en algo más terrenal, más accesible para el resto de opositores al oro.
Con Pau y Juanqui, un mal día no tenía por qué ser definitivo. Tres minutos de talento desbordado bastaban para decidir de forma insultante un choque incómodo y aparentemente igualado o para levantar una diferencia a primera vista insalvable. Esa capacidad ha quedado reducida ostensiblemente para este torneo. España es más previsible y debe perseguir la constancia con más ahínco que en ocasiones anteriores, sin confiar en la aparición repentina de la inspiración para resolver los partidos. Eso no es necesariamente malo. Porque el equipo de Orenga tiene calidad, ritmo y experiencia para romper un encuentro en un suspiro, pero sería demasiado arriesgado sestear esperando esa ocasión ante rivales que, después de siete años mirando desde abajo al gigante español, ven una mínima oportunidad de asaltar la hasta ahora inaccesible fortaleza hispana.
Sin embargo, Orenga y los suyos no han dado muestras de flaqueza durante la preparación y llegan a Eslovenia como la única selección imbatida en los amistosos y han doblegado por partida doble a Francia, clara candidata al triunfo final con Tony Parker al mando.
Equilibrio fundamental
Marc Gasol es el sol en torno al que gira la galaxia española. En defensa, es el baluarte en el que se apoya la tela de araña que el seleccionador ha diseñado para proteger el aro propio y que tan buen fruto ha dado en los ocho choques preparatorios -solo 63,6 puntos recibidos de media-. A los palpables tapones y rebotes, aporta los intangibles de intimidación y ayuda colectiva, que se suman a otros elementos defensivos fundamentales como Rudy Fernández y Ricky Rubio.
En la cancha contraria es el que da sentido al necesario balance entre la batería de recursos desde fuera de la zona y el imprescindible poderío bajo los aros. Todas las jugadas deben pasar obligatoriamente por Marc, que concentra la atención de los rivales, para decidir si resuelve él mismo o, aprovechando su excelente visión de juego, pasa al compañero en ventaja. Pero en Eslovenia el pívot de los Grizzlies necesitará del acierto de la línea exterior para evitar que los adversarios se cierren sobre él y limiten su indispensable aportación anotadora.
Ricky, Rudy, Llull, Calderón o Sergio Rodríguez cuentan con una calidad incuestionable pero sería muy malo depender en exceso de un factor tan variable como el acierto desde larga distancia. Tan malo como carecer de él. La contribución ofensiva de los bases y aleros, sumada a la de Aguilar y Claver desde posiciones abiertas, se adivina obligatoria para abrir los espacios para que 'Big Marc' pueda hacer daño.
Si se consigue el tan solicitado equilibrio, el tercer oro puede pasar de una ansiada quimera a la brillante realidad.