El paseante en Cortes
¡Metrópolis, cuide más su emblemática fachada!
Se han limpiado los garabatos, pero siguen en aumento los que ensucian las cristaleras y puertas
El edificio Metrópolis, icónico espolón que separa la calle Alcalá de Gran Vía, es uno de lo más inmortalizados de Madrid por fotógrafos, artistas callejeros y pintores de la talla de Antonio López García, que lo plasmó en su famoso cuadro La Gran Vía, pintado en madrugadas de los veranos de 1975 a 1980 porque era la luz del amanecer la que inspiraba al maestro. Treinta años después seguía seduciéndole, hasta el punto de que volvió a convertirla en escenario de un gran proyecto: Vuelo sobre Gran Vía. Seis cuadros de la Avenida, seis puntos de vista a diferentes horas del día. «Un vuelo completo, a unos seis metros de la calle, que empiezo al amanecer desde el edificio de Seguros Zurich y cierro en la plaza de España con luz del atardecer», declaró a la periodista Ángeles García.
El inmueble nació durante la construcción de la Gran Vía, en el lugar que ocupaba «la casa del ataúd» , propiedad de La Unión y el Fénix Español, que lo demolió y sobre cuyo solar y el que dejaron otras seis casas afectadas por el nuevo trazado urbanístico levantó en 1911 el precioso edificio actual, tras un concurso internacional para arquitectos españoles y franceses que ganaron los hermanos galos Julés y Raymond Février, aunque fue el español Luis Estéve Fernández-Caballero el que dirigió la obra.
El edificio, de estilo francés, hace chaflán semicircular y su fachada la adornan once grupos escultóricos, sobresaliendo al pie de la cúpula uno de Mariano Benlliure. Cuatro conjuntos de ocho columnas que parten del techo del primer piso y alcanzan el del cuarto sujetan otro grupo de estatuas alegóricas que representan el Comercio, la Agricultura, la Industria y la Minería, de los escultores Charles René de Paul de Saint Marceaux y Luis Eugène Lambert.
En 1975 pasó a manos de Metrópolis, su actual propietaria, y La Unión y el Fénix Español trasladó su sede a una enorme construcción negra en Castellana, 33 que encargó al arquitecto madrileño Luis (Pichichi) Gutiérrez Soto y éste levantó entre 1966 y 1971, después de derribar el egregio palacio del Duque de Montellano, que entre la Guerra Civil y 1946 fue Embajada de Estados Unidos y en 1955, al llegar desde Lisboa, residencia del príncipe Juan Carlos durante unos meses y en donde conoció y fue su compañero de juegos y estudios el recién fallecido por Covid-19 Fernando Falcó y Fernández de Córdoba, marqués de Cubas (Palacio de las Dueñas, Sevilla, 11 de mayo de 1939-Madrid, 20 de octubre de 2020). El inmueble actual es propiedad de Mutua Madrileña, tras hacerse con él, después de la disolución, en 1998, lo que ya era AGF-Unión Fénix y terminó siendo Allianz.
El derribo del Palacio de Montellano fue una de las muchas animaladas que facilitó en esos años el mal llamado desarrollismo el alcalde Carlos Arias Navarro, que otorgó impunidad para estos pelotazos inmobiliarios y para que hoteles, rascacielos y bloques de oficinas reposen hoy sobre el alma de los palacios que un día vertebraron un eje de Madrid que llegó a ser envidia de muchos parisinos, que lo consideraban muy superior a su Avenida de los Campos Elíseos.
Pero volvamos al actual Edificio Metrópolis, en cuyo local en chaflán a pie de calle estuvo durante muchos años el elegante Café Dólar, con la célebre Nieves Salgado Pascual en la plancha de la cafetería, y que entre sus parroquianos contaba a diario con los periodistas que cubrían la actualidad del Ayuntamiento y en medio de ellos los nombrados con todo honor Cronistas de la Villa. Pues bien, desde su amplio ventanal y mientras tomaba el aperitivo con otros compañeros, el periodista Antonio Izquierdo Ferigüela descubrió primero y escribió después en el diario Arriba su celebérrimo artículo Nos han robado un paisaje.
Torre Valencia
Desde esa atalaya Izquierdo vio horrorizado cómo crecía la construcción de la Torre de Valencia y ensuciaba el paisaje que se contemplaba de la Puerta de Alcalá, con el parque del Retiro al fondo y el cielo velazqueño a lo alto. Ese gigante gris de 27 pisos y estilo brutalista que ha roto para muchas generaciones un precioso, limpio y armónico horizonte urbano de la época de Carlos III se construyó entre 1970 y 1973 en la esquina de Menéndez Pelayo con O´Donnell, siendo alcalde, ¡cómo no!, el inefable Arias Navarro, y facilitador y cuanto menos prevaricador en el propósito de los promotores valencianos el ministro de Vivienda y su paisano (Paterna) Vicente Mortes Alfonso. Y no, no fue una falla para arder el 19 de marzo, sino una pica que perdura en el tiempo y ha arruinado una afamada vista de la calle de Alcalá.
Cuando cerró el Café Dólar el local lo ocuparon otros negocios, habiendo sido el último una sucursal del Banco Santander, que cerró hace meses y en la que perdura desvaído el color corporativo y rastros del logotipo. Las pintadas sobre la piedra y los cristales de la fachada son ahora campo de cultivo de grafiteros. Metrópolis ha limpiado los garabatos sobre la piedra, pero en un lugar sagrado para quienes queremos a Madrid, su historia y su futuro, siguen en aumento los que ensucian cristaleras, ventanales y puertas de la antigua sucursal bancaria.
Sr. Presidente de Metrópolis, Sr. Alcalde, Sra. vicealcaldesa, El Paseante en Cortes y millones de amantes de la estética y la armonía se lo agradecerán.
P.D.: Damos las gracias a Correos y a su Presidente, Juan Manuel Serrano Quintana, por haber emprendido una eficaz labor de pintura en los buzones de Madrid, acabando con lo que el Paseante en Cortes denunció con el título «Madrid se ha puesto de pie, pero Correos sigue de rodillas», publicado el 5 de julio. Sea constante en la tarea porque algún mentecato ayuda a Pablo Iglesias Turrión en Chamberí y pinta la bandera republicana en la boca del buzón.
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