El Paseante en Cortes

¡Por favor, Ayuntamiento, haga peatonal el entorno de la Iglesia de San Marcos, joya del XVIII!

Nada más oportuno que devolver espacio a quienes pasean para que puedan deambular y contemplar un rincón de Madrid que, abstrayéndose de lo que le rodea, recuerda al caso antiguo de Roma

Puerta principal de la iglesia de San Marcos ISABEL PERMUY

Jorge del Corral y Díez del Corral

La Iglesia más bella de la Ilustración española , como la ha calificado el filósofo, escritor y catedrático Agapito Maestre Sánchez, es la Iglesia de San Marcos (1749-1753), en el número 10 de la calle de San Leonardo. Y no le falta razón al calificar así una de las grandes obras del arquitecto Buenaventura Rodríguez Tizón (Ciempozuelos, 14-VII-1717/Madrid, 26-VIII-1785), un ilustrado formado íntegramente en España y que no hizo el preceptivo viaje a Italia, pero que, como declara a Jorge Casesmeiro Roger en Razón en vena, conversaciones con Agapito Maestre, «en el Madrid de Ventura Rodríguez está todo: Cibeles, Neptuno, la Fuente de la Berenjena…»

Y es verdad que Ventura Rodríguez no viajó a Italia, pero se empapó de los sublimes e irreconciliables Gian Lorenzo Bernini y Francesco Borromini (¡cuánta belleza en la romana Piazza Navona!) a través de las estampas que circulaban entre los arquitectos de la Corte y los estudios y reinterpretaciones de sus maestros. Hasta el punto de que en 1749 consiguió un resonante triunfo al escoger el rey Fernando VI su proyecto para la construcción de la capilla del Palacio Real de Madrid, prefiriéndolo al de Gian Battista Sacchetti, de quien Rodríguez era ayudante. Luego llegaron, entre otros notables encargos, la remodelación y terminación de la Basílica del Pilar de Zaragoza y el diseño y construcción de su capilla de la Virgen, en donde se refleja con nitidez la transición del barroco al neoclásico.

Pero volvamos a la madrileña Iglesia de San Marcos, antigua de la nobleza y que entre sus feligreses y benefactores tiene a las familias Alba y Santo Mauro, cuyas residencias de Liria y Santa Cruz casi se tocan, para reclamar al Ayuntamiento de coalición que gobierna con tino Madrid que siga recuperando el entorno de esta joya y la realce un poco más haciendo peatonal toda la longitud de la calle del Maestro Guerrero y el tramo de la de San Leonardo que media entre la de San Bernardino y la de Princesa.

En 1943, el derribo casi completo del caserío circundante con motivo de la conexión de la calle de la Princesa con la Plaza de España permitieron a San Marcos lucir su esplendor, pero las posteriores edificaciones del Edifico España y otras la encajonaron y escondieron.

Durante años convivió con el horror de una gasolinera y un aparcamiento mecanizado en altura, felizmente desaparecidos ambos y ganado su suelo en planta para el peatón, en lo que ahora es un pequeño ensanche de la calle Maestro Guerrero. San Marcos aún coexiste con un tráfico intenso de frente y por delante, acrecentado con las cabeceras provisionales de las líneas de autobús 39 (Plaza de Isabel II-Colonia de San Ignacio de Loyola), y 500 (Plaza de España-Glorieta de los Cármenes), mientras duren las nuevas obras de remodelación de la Plaza de España y aledaños.

Como muchas iglesias de Roma, San Marcos no anticipa en su exterior la riqueza interior que contempla atónito el Paseante en Cortes y explica con orgullo su párroco, D. Francisco Pérez González, en una Sacristía que en obras de arte, incluido un Cristo Crucificado hispano-filipino en marfil curvado de un solo colmillo, no tiene nada que envidiar a cualquier pequeña sala del Museo del Prado . Tal es su riqueza y su belleza, acrecentada con la talla en madera de pino y policromía del San Marcos de Juan de Mena, restaurado recientemente, que ocupa vigoroso el nicho central del retablo mayor de la iglesia.

Nada más oportuno que peatonalizar esos tramos cuando se culminen las obras de la Plaza de España, alfombrando el suelo con sanpietrini, suprimiendo los carteles comerciales de Europcar y Kebap que hay en dos locales comerciales contiguos a la iglesia e instalando cómodos bancos que miren de frente a la hermosa fachada de San Marcos para que los paseantes puedan sentarse, descansar en su diario deambular, contemplarla y abandonarse a sus meditaciones en un pequeño rincón de Madrid que, abstrayéndose de lo que le rodea, recuerda a otros muchos del casco antiguo de Roma, la ciudad eterna hecha y conservada a la dimensión del hombre.

Ayuntamiento, el Paseante en Cortes y millones de amantes de la estética y la armonía se lo agradecerán.

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