Pórtico de la penitencia

Aunque hizo acto de presencia, la lluvia respetó el paso de la procesión por las calles del casco antiguo de la ciudad en su peregrinar hacia la Catedral, donde tuvo lugar la lectura de la Pasión y el cántico de las Lamentaciones de Jeremías y el Christus Factus Est de Miguel Manzano por el coro de la hermandad.

Eran las diez y media de la noche en el arrabal del Espíritu Santo cuando el Crucificado abandonaba la pequeña iglesia abacial arropado por centenares de penitentes, hombres y mujeres, ataviados con túnica monacal de estameña blanca y sandalias franciscanas, iluminando el camino con un farol. La inusual imagen de los penitentes con mascarillas blancas será una de tantas que marquen esta Semana Santa de 2022, la del retorno y las ausencias.

Un enorme campanil anunciaba el paso de la procesión por unas calles mojadas en una noche un tanto desapacible. Pero Zamora no dejó solo al Crucificado gótico; los más de 1.200 hermanos de la cofradía formaban de manera impecable en dos filas por el centro de las calles, precediendo el paso del incensario de forja realizado por Miguel Fernández Calles, que perfumaba la noche.

El coro de la hermandad, dirigido por Eduardo Vidal, interpretaba por las calles su habitual repertorio, estrenando este año el 'Popule Meus' del propio Vidal, una obra muy emotiva en una noche que sobrecogía por el intenso silencio al paso de la procesión; tanto, que podría cortarse. Noche de los Dolores y dolor de Cristo en la Cruz, una talla gótica (la más antigua de cuantas salen a la calle en la Semana Santa de Castilla y León) sobre unas andas en forma de tenebrario de gran sobriedad diseñadas por Antonio Pedrero. A los pies del Crucificado, unos humildes cardos de los campos zamoranos.

Noche de silencio, de campanil y de réquiem, noche de reencuentro, de oración, pórtico de una Semana Santa que Zamora ya vive con los cinco sentidos.