HISTORIAS DE LA COVID-19

Viaje a la vida de una indomable

Apoyada siempre por su marido, Susana permaneció casi 3 meses en un hospital, 43 días en la UCI por la Covid-19, estuvo a punto de morir, dio a luz a su primera hija y perdió a su cuñado. «Que los enfermos sepan que se puede salir», dice

Madre e hija, fotografiadas el 20 de mayo en el hospital por el padre Antonio Escribano

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Su voz suena débil a través del teléfono. También su físico es frágil aún. Susana camina ahora gracias a un andador. Su cuerpo todavía está adormecido, sobre todo de cintura para abajo. Es normal después de todo lo que ha pasado; ella y su marido, Antonio, uno de los dos principales apoyos en este viaje de Susana a la vida.

El martes 26 de mayo ella salió del hospital La Mancha Centro, en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), después de casi tres meses ingresada. En ese tiempo, estuvo 43 días en la UCI por la Covid-19 y bordeó la muerte. «Los médicos me dijeron que le quedaban horas de vida», recuerda Antonio.

Su esposa abandonó el hospital dos días antes de que él cumpliese 53 años. Pero no fue el mejor regalo. Susana y Antonio dejaron el Mancha Centro con Alba en brazos, su primera hija, a la que sus padres le contarán más adelante todo lo que rodeó su nacimiento prematuro en medio de una pandemia.

El matrimonio es originario de Camuñas, localidad toledana famosa por su Corpus, aunque la pareja vive a 10 kilómetros, en un piso en Madridejos. Antonio es vigilante de seguridad y Susana trabaja como auxiliar de enfermería desde hace unos 8 años en el mismo hospital donde ha sufrido la peor etapa de sus 47 primaveras de vida.

Cuando todo cambia

Susana ingresa en el Mancha Centro el 4 de marzo, en la planta de Tocoginecología. Está embarazada de casi siete meses y sufre hipertensión arterial. La estancia transcurre sin sobresaltos. «Todo era normal en la planta. La gente iba para visitar a las madres que daban a luz...», recuerda Antonio.

Pero la pareja se da cuenta de que todo se tuerce una semana después. Los primeros casos por la Covid-19 aparecen, una señora de Tomelloso llega con el virus... Susana comienza a tener los síntomas del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 y es aislada en otra planta el 13 de marzo. Da positivo en las pruebas y su cuerpo, además, está infectado por la bacteria Escherichia coli, lo que puede poner en riesgo a su hija. Alba nace de urgencia por cesárea el 17 de marzo. Siete meses y medio de vida, apenas supera el kilogramo de peso.

Mientras la pequeña pasa a la UCI Pediátrica para permanecer en una incubadora, su madre es ingresada en la UCI para adultos ese día. Por la noche los médicos telefonean a Antonio para decirle que Susana está muy grave.

Con el paso de los días, empeora, sangra y debe ser intervenida de urgencia. Los médicos llegan a dar horas de vida a Susana, a la que le han practicado una traqueotomía para intubarla. Está en coma inducido. Además de los pulmones afectados, uno de los riñones deja de funcionar y sufre varias infecciones. Son los días 22 o 23 de marzo. «Si hay un fallo multiorgánico, se acabó», dicen los médicos a Antonio, que permanece solo en su casa, confinado. Había pensado pedir treinta días de baja por paternidad y el resto, más adelante, pero coge el permiso de tres meses a los que tiene derecho porque intuye que el futuro más cercano es oscuro.

La familia, en Camuñas este domingo Antonio Escribano

Al marido se le repite la imagen de los profesionales sanitarios sin apenas material para protegerse. «Tenían una bolsa de plástico negra para aislarse —rememora—. Yo les preguntaba si podía ver a Susana y me respondían que no tenían casi material de aislamiento para ellos. Yo veía la impotencia, el sobreesfuerzo, el sobretrabajo...».

Intubada e inconsciente, Susana no sabe que el 26 de marzo muere su cuñado, Poli, a los 61 años por un infarto. Era el único hermano de su marido, que acude al entierro acompañando a la viuda y a sus hijos. Ningún familiar más.

Susana está conectada a una máquina de diálisis para filtrarle la sangre. Permanece varios días en la cuerda floja hasta que se produce el punto de inflexión. El riñón parado reacciona, Susana empieza a remontar... El 10 de abril, tres semanas y media después de su nacimiento, Antonio puede coger por primera vez a su hija en brazos y ponérsela en el pecho.

El empujón

El 17 de abril los médicos comienzan a despertar a Susana y llega el momento de retirarle el tubo de la tráquea. Ella empieza a ver, escuchar y leer los mensajes y las fotografías que su marido le ha ido dejando a través de su teléfono móvil en un correo electrónico habilitado por el hospital para que los familiares dejen mensajes a sus seres queridos.

Antonio cree que Susana se hará más fuerte al ver las fotografías de su niña: «Cuando uno está dormido, el cuerpo no responde, pero la mente es superfuerte. A Susana le empujó ver a la pequeña y verme a mí dándole el biberón».

El 29 de abril su esposa sale de la UCI y está aislada, como indica el protocolo, para pasar la cuarentena de 15 días. Pero no recala en cualquier sitio. Es trasladada a la planta, Interna II, donde ella trabaja como auxiliar de enfermería. Aquí recibe el cariño de sus compañeros, mientras que Antonio sigue cuidando de su hija en la planta de Pediatría. Le cambia el pañal, se pone a la niña en el pecho y le da el biberón. La misma escena se repite a diario hasta que a mediados de mayo los médicos deciden juntar a la familia en una habitación de Pediatría.

«Todos, ¡chapó!»

Susana, Antonio y Alba salen del hospital el pasado martes. La pequeña ya pesa casi tres kilos y los padres están muy agradecidos a los profesionales del Mancha Centro. Susana cuenta que en la UCI la familia de los enfermos eran los médicos, los enfermeros, los auxiliares, el personal de limpieza... «Todos, ¡chapó! Unos profesionales tremendos que han hecho lo imposible por nosotros, los enfermos. Han hecho lo posible y lo imposible para que yo saliera adelante. No me han dejado nunca», afirma la mujer, que rompe una lanza por la sanidad pública.

«Yo creo que he tirado hacia arriba con la fuerza de la niña desde fuera y de Dios, o lo que me haya ayudado, además de mi naturaleza», añade antes de lanzar un último mensaje: «Espero que esta historia ayude a mucha gente y que les dé ánimos; que sepan que los enfermos no están solos y que de esta se puede salir».

La familia recupera el tiempo perdido en Camuñas, en la casa donde vivieron los padres de Antonio, porque es de una planta; lo mejor para que Susana pueda desentumecer su cuerpo después de regresar a la vida.

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