Reunión Sánchez-Torra
Encerrona protocolaria en el Palau
Torra fuerza una foto de Sánchez y la reverencia de Redondo en una mañana de gestos
A media tarde de ayer, la oficina de prensa de la Generalitat mandaba una nota con su resumen de la reunión Sánchez-Torra . La foto que encabezaba la nota, un apretón de manos entre ambos presidentes en plaza Sant Jaume tenía un encuadre tan calculado que enseguida revelaba el verdadero objetivo, que se viese de fondo la pancarta a favor de la libertad de expresión colgada del balcón del Palau de la Generalitat. Por así decirlo, fue solo la primera «encerrona» que tenía preparada el equipo de protocolo de Palau. La puesta en escena no fue casual, de hecho se tuvo que forzar hasta el punto de que Torra y el fotógrafo oficial apostado para captar el momento tuvieron que esperar ante la puerta principal varios minutos hasta que llegó la larga comitiva de coches del presidente Sánchez.
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Nada fue improvisado, tampoco la parada de la Guardia de Honor de los Mossos d'Esquadra en el patio de carruajes, ni el paseo por la escalinata y la galería gótica de Palau, casi como si se tratase de impresionar al presidente del Gobierno con las centenarias piedras de la sede del Govern, históricamente de la Diputación General (1400). Algún efecto debió causar tal despliegue que hasta el «gurú» Iván Redondo acabó inclinándose ante el «monarca» Torra . El medio era el mensaje.
Trató de explicarlo el propio «president» cuando señaló que era importante que el jefe de Gobierno acudiese a Palau para entender cuál era la ambición y la trayectoria histórica del catalanismo, como si las gárgolas, el gótigo civil y hasta el sombrero de copa y las «espardenyes» de los Mossos vestidos de gala explicasen, o incluso justificasen, los desvaríos que en nombre de ese mismo catalalanismo se han cometido en los últimos años. «He intentado ser claro. Hemos dialogado un rato largo sobre cómo hemos llegado hasta aquí y cuál es el origen del catalanismo y el independentismo. El hecho de tener este diálogo aquí, en el Palau de la Generalitat, ha ayudado», explicó un Torra que, imbuido de historia y de épica pasada por el túrmix nacionalista, desdeña lo terrenal y con gesto disciplente dijo que ni se había leído los 44 puntos de la «agenda para el reencuentro» que le presentó Sánchez como base para empezar a hablar.
Mientas que el presidente del Ejecutivo trataba de embridar el diálogo al terreno de lo tangible como si estuviese negociando unos Presupuestos con un emisario de Pujol en los años 90 - una era glacial anterior en términos de política catalana-, Torra responde con autodeterminación, amnistía y retórica ampulosa. El «president» actúa como si estuviese poseído por el espíritu del coronel Macià -el busto del cual presidió la reunión, tal y como se vio en la también forzada foto facilitada por la Generalitat-, y no fuese en realidad el presidente de la Generalitat post 155 a punto de ser inhabilitado por jugar a la desobediencia con las pancartas.
«Son asuntos sectoriales», bandeó Torra aludiendo a los 44 puntos brindados por Sánchez ayer, una oferta por parte del Gobierno que puede leerse en realidad como una respuesta casi simétrica a las 46 demandas que el entonces presidente Puigdemont presentó a Mariano Rajoy en su reunión en la Moncloa en abril de 2016. Entonces Rajoy dijo estar dispuesto a hablar de todas ellas menos de la del referéndum. No sirvió de mucho visto lo que sucedió luego. Casi cuatro años despues, un Sánchez que considera un «honor» ser recibido por un Torra al que PP y Cs dan tratamiento de «ex» vuelve a invocar el diálogo.
En realidad, Torra se presentaba a la reunión con Sánchez tan agotado como el propio independentismo, que tuvo que improvisar vía redes sociales una concentración de protesta para demostrar que no hay «normalidad» en Cataluña, el mismo espíritu que lleva cada noche a unos pocos a cortar la Meridiana desde que se hizo pública la sentencia del 1-O. Eso sí, con el permiso del Ayuntamiento. Ayer bastaron un par de agentes de los Mossos para confinar la protesta a la esquina de Sant Jaume tocando a calle Llibreteria, donde los bocadillos. Al mediodía, todos a casa.
Protesta fracasada
Ante el fracaso de la convocatoria de la mañana, el independentismo volvió a llamar a las masas a manifestarse ante la sede de la Delegación del Gobierno, donde Pedro Sánchez mantuvo por la tarde reuniones con los líderes de UGT, CC.OO, representantes de la sociedad civil barcelonesa y la patronal de la pequeña y mediana empresa. El secesionismo tendría otras cosas más importantes que hacer porque tampoco se vio a nadie. Tras vaciarse durante las violentas protestas tras la sentencia del 1-O, el independentismo en la calle está sin aire. El contraste con las manifestaciones de octubre, o incluso con las movilizaciones de diciembre de 2018, cuando la reunión de Pedralbes y el Consejo de Ministros en Barcelona, resulta clamoroso.
La agenda del presidente Sánchez prosigue hoy en terreno amigo con un encuentro con Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona, otro con Nuria Marín en la Diputación de Barcelona y otro con Sánchez Llibre en la sede de la patronal Fomento.