Los cócteles del Instituto Nóos

La vista oral ha servido para desvelar los numerosos gastos dedicados sólo a agasajar a los expertos invitados a cada evento

JOSEP MARIA AGUILÓ

Una de las pocas alegrías que el j uicio del caso Nóos había deparado hasta ahora a Diego Torres e Iñaki Urdangarín había sido la de haber podido probar documentalmente los unánimes elogios recibidos por la organización de los Valencia Summit y de los Illes Balears Fórum. De hecho, a lo largo de la vista oral, se han ido presentando numerosos correos en los que algunos de los principales ponentes y conferenciantes se deshacían en alabanzas hacia los eventos preparados por el Instituto Nóos.

Las felicitaciones recibidas por Torres y por Urdangarín son sin duda auténticas, pero su valor sería quizás algo más relativo de lo que pensábamos en un principio. En la sesión de la vista oral del pasado jueves, descubrimos, por ejemplo, que los ponentes nacionales e internacionales del Illes Balears Fórum viajaban hasta Mallorca en clase «business» , se alojaban en los mejores hoteles, hacían excursiones por la isla, eran agasajados con cócteles, cenas de gala y recitales privados con piano de cola e incluso eran recompensados en ocasiones con el regalo de esculturas exclusivas. ¡Quién no estaría contento e incluso orgulloso de participar en un foro así!

Por eso, ahora se entienden quizás algo mejor todos aquellos elogios o que los ponentes quisieran volver y repetir en las sucesivas ediciones que se pudieran llevar a cabo. En realidad, casi lo más sorprendente de dichos eventos sería que con una agenda tan llena de cócteles, cenas y excursiones, los ponentes tuvieran, aun así, el mínimo tiempo necesario para poder participar en las mesas redondas acordadas o para poder dar sus conferencias.

La generosidad del Instituto Nóos con todos los expertos a los que invitó ha quedado, sin duda, ampliamente demostrada en este juicio. La duda que siempre nos quedará es saber si Torres y Urdangarín hubieran sido igual de espléndidos si hubieran tenido que poner de sus propios bolsillos los 2,3 millones de euros que aportó globalmente el Ejecutivo balear. Como mínimo, es casi seguro que no habría habido tantos cócteles , que las esculturas habrían sido compradas en los «chinos» de al lado o que se habrían utilizado un órgano Hammond o un karaoke en lugar de un elegante piano de cola.

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