Fútbol
Michael Robinson, el acento inglés del fútbol español
Ganó la Copa de Europa con el Liverpool, se enamoró de España al jugar en Osauna y fue un notable comunicador
Muere Michael Robinson
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El Liverpool también hace público su pésame por la muerte de su exfutbolista
Habrá quien no sepa que Michael Robinson (Leicester, 12 de julio de 1958) fue un notable futbolista antes que un excelente comunicador, cuestión de generaciones. En los ochenta, alegraba la vida con sus goles, campeón de Europa con el Liverpool (1984) y una especie de héroe en Pamplona, en donde pasó los últimos años de su carrera como delantero defendiendo la camiseta del Osasuna . Ayer, con 61 años, «Robin» murió por culpa de un cáncer incurable (melanoma con metástasis) que no le privó de apurar al máximo una vida que disfrutó hasta el último aliento, genio y figura querido por todos.
Robinson, el «guiri», el inglés, se ha colado en los salones y en los bares de todos los españoles durante los últimos 30 años. Animó los partidos del Plus con sus comentarios, con ese chapurreo cómico del español tan aplaudido, y lideró los programas deportivos más reputados. Cuando colgó las botas a los 30 años, frenado por una lesión de rodilla, pasó a ser comentarista de la Premier en TVE pese a no articular ni una frase sin su error (aceptado con naturalidad por todos) y en 1990, con el nacimiento de Canal+, le fichó Alfredo Relaño para que formara una dupla con Carlos Martínez que ha durado hasta el final. Juntos presentaron «El Día Después» y juntos le dieron otro enfoque al fútbol, que por entonces no tenía nada que ver con la industria que es hoy en día. Con ese fino humor cargado de expresiones macarrónicas, analizó los partidos más importantes de las últimas décadas. Hoy abundan los exfutbolistas reconvertidos en comentaristas en los medios de comunicación, pero él fue de los primeros que le dio sentido a la fórmula.
Su éxito en el Liverpool
Antes de vestir americana y de pasar por maquillaje, se dedicó con acierto a la pelota. Se formó en el Coventry City y su primer contrato profesional lo tuvo con el Preston North End, club con el que debutó a los 17 años. Pasó por el Manchester City, cuando no era nada de lo que es ahora, y también por el Brighton, pero su verdadero éxito lo obtuvo en el Liverpool, en el que recaló en 1983. En la primera temporada, fue campeón de todo y alzó la Premier, la Copa y la mencionada Copa de Europa en aquella final ante la Roma que se resolvió en los penaltis, célebre el numerito de Grobbelaar haciendo el gamba con sus bailes en la tanda. Robinson, que era suplente de Dalglish y Rush, jugó la prórroga.
No estuvo mucho tiempo en Anfield y firmó por el Queens Park Rangers , su último equipo británico antes de enterarse que había una ciudad en España que se llamaba Pamplona. No tenía ni idea de dónde estaba, pero le sonaba lo de Osasuna (de hecho, se pensaba que Osasuna era una ciudad), y allá que se fue para disputar las tres últimas temporadas de su carrera. «Su legado siempre permanecerá entre nosotros», lloraba ayer el club rojillo, con quien tuvo un flechazo. En su segundo partido, y ante el Madrid en el Bernabéu, marcó su primer tanto al primer minuto. Hizo 12 tantos en 58 encuentros.
Aunque era inglés de nacimiento, defendió a la selección irlandesa (por las raíces de su madre) en 24 ocasiones y, ya retirado, le cogió un cariño muy especial al Cádiz (fue consejero del club) y a la capital gaditana, una peculiar relación que alimentó hasta el último de sus días. De hecho, se le nombró hijo adoptivo e incluso bromeaba definiéndose como «un inglés de Cádiz». «No soy británico, soy gaditano».
Le dio alas a programas de culto como «Acento Robinson» (Ser) o «Informe Robinson» , una referencia y considerado como uno de los mejores productos de la comunicación deportiva española. Su último partido de Liga como comentarista fue en el Benito Villamarín, ese Betis-Real Madrid con triunfo verdiblanco, y se despidió del fútbol, paradojas de la vida, en Anfield con el Liverpool-Atlético de Madrid, donde se emocionó con el «You’ll never walk alone».
«Tenía una imagen frívola de España. Vacaciones de verano, litros de alcohol barato y perseguir a chicas», reconoció en una entrevista con The Anfield Wrap. Se quedó aquí para siempre hasta que el cáncer, que apareció en 2018, acabó ayer con su vida. «Me encantaba todo de España y el modo en que interpretaban la vida. Nos reíamos con las mismas cosas y llorábamos por lo mismo». El mundo del deporte y de la comunicación lloró ayer por él.
Estaba casado con Chris y tenían dos hijos, Liam, jugador de rugby y colaborador en sus espacios, y Aimee.