España ya está en octavos de final y sigue dando de que hablar en el Mundial. Bien, se entiende. Ayer, en el Gottlieb-Daimler Stadion de Sttutgart, bajo una fina lluvia, la selección de Luis Aragonés superó una prueba dura ante Túnez, que se adelantó en el marcador y se fajó todo lo que pudo, con ahínco cartaginés, hasta que tuvo que rendirse a la evidencia de la superioridad de su rival; una superioridad que llegó en la segunda parte y desde el banquillo, con la aparición de Cesc, un futbolista formidable, el juvenil de esta selección joven y dinámica, sincera y sin resabios, que quiere tocar el cielo en Alemania.