VIGILANCIA. Agentes alemanes inspeccionan las gradas. / AFP
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Tengamos la fiesta en paz

La presión policial sobre los 'hooligans' y el buen rollo de los aficionados alemanes y extranjeros reviven el lema del torneo: 'El Mundo entre amigos'

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La Policía se había preparado para lo peor el pasado día 14. Ese día, los temidos 'hooligans' polacos habían amenazado con llegar a Dortmund para vengarse en sus calles de las atrocidades cometidas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. En el estadio, la selección polaca se propuso lo mismo, pero con otras armas. Cuando acabó el partido, los futbolistas de ambos países se abrazaron... y cundió el ejemplo. Los cientos de miles de aficionados de uno y otro equipo que abarrotaban la famosa Milla de Berlín compartieron sus cervezas y los polacos, vecinos mal avenidos, cruzaron después la frontera sin rencores y sin incidentes.

«No hubo un solo caso de violencia», se felicitó un portavoz de la Policía fronteriza, que esa noche trabajó horas extras en la ciudad de Frácfort del Oder para controlar el regreso de los polacos. «Algunos cantaban, otros dormían y muchos ondeaban las banderas polacas, pero nadie parecía irritado por la derrota», declaró el oficial a este periódico en una conversación telefónica.

No ha sido la única sorpresa con la que se han encontrado los responsables de seguridad del torneo. Más de 130.000 hinchas ingleses visitaron Fráncfort y Nuremberg para alentar a su selección en las calles y en el estadio. Su comportamiento desconcertó a medio mundo. Nunca antes tantos ingleses juntos habían bebido tanta cerveza y se habían comportado de forma tan pacífica en los bares y en las áreas públicas. Los seguidores presenciaron los dos triunfos de su equipo mezclados con miles de alemanes.

Actitud ejemplar

«Según nuestras estimaciones hubo entre 60.000 y 70.000 aficionados ingleses en Nuremberg y su comportamiento ejemplar ha sido discutido y comentado por mucha gente», admitió Wolfgang Niersbach, vicepresidente del Comité Organizador del torneo. «Quiero destacar que estamos profundamente orgullosos por la forma en la que se han comportado los aficionados ingleses». ¿Un nuevo milagro deportivo? Casi, porque la conducta de los otrora violentos fanáticos ingleses está siendo imitada por todos los aficionados extranjeros que han llegado al país para apoyar a sus respectivas selecciones.

Por ejemplo, por los suecos que invadieron Berlín el pasado jueves para apoyar a la selección en su enfrentamiento con Paraguay. «La atmósfera que se vivió en el Estadio Olímpico era increíble», dijo Niesbach al recordar la rara hermandad que nació ese día entre los aficionados alemanes y suecos y la extraordinaria alegría que desbordó la ciudad tras el partido. El alto funcionario del Comité Organizador no es el único que está perplejo por la idílica paz que reina en Alemania, donde anfitriones y turistas parecen estar dispuestos a convertir en realidad el lema del torneo: 'El Mundo entre amigos'.

Caída del Muro

La fiesta colectiva que se inició el 9 de junio, cuando el balón del Mundial echó a rodar, ha calado en todo el país, incluso entre los temidos neonazis que habían prometido ocupar las calles de las principales ciudades para solidarizarse con el Gobierno iraní (que cuestionó el Holocausto). Los 'nietos' de Adolf Hitler han preferido mantenerse callados, un silencio que ha convencido a la Prensa para destacar que Alemania está viviendo las celebraciones más alegres y pacíficas desde que cayó el Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989.

«Desde esa fecha nunca se había producido una fiesta tan grande», resaltó el semanario 'Der Spiegel' al describir el extraordinario ambiente que reina en el país. «Entonces los alemanes lo festejaron entre ellos; ahora lo hacen entre ellos y con el mundo. Nunca antes el país ha sido tan amable como ahora».

«Estoy convencido de que el torneo será completamente pacífico», señaló Jörg Ziercke, presidente de la Oficina Federal Criminal -uno de los organismos responsables de velar por la seguridad del campeonato-. El funcionario alabó el comportamiento de la Policía en Dortmund, que sofocó con rapidez un conato de batalla campal entre alemanes y polacos. «No hay indicios de un ataque terrorista y no seremos tolerantes en el combate contra la intolerancia de la ultraderecha. 260.000 agentes vigilan día y noche».