Con 'C' de Cádiz

«Lo malo no es el botellón, lo malo es que no haya gente en la ciudad»

José 'el cubano' lleva más de 30 años como relaciones públicas en una noche gaditana a la que ahora vuelve para devolverle la vida a cuarentones y viejas glorias de Cádiz

Alfonso Carbonell

José María Rodríguez López (Cádiz, 1968) es un beduino pero de 'Cádi, Cádi' puesto que vino al mundo en el hospital San Juan de Dios y fue bautizado en Santa Cruz por el cura Marcelino. Más de Cádiz, poquitos. Pero la mayoría de su vida ... la ha hecho en la zona cero del Paseo Marítimo, allí desde donde ha visto crecer y decrecer a la movida gaditana desde los 80 a la actualidad.

José es un apasionado de las Relaciones Públicas de siempre, casi que desde pequeñito que lo veía en su casa. De hecho, allá por los inicios de los 80, se convirtió en el primer RRPP profesional de las noches gaditanas. Y es que de casta le viene al galgo puesto que su padre fue durante 25 años RRPP y Protocolo de Astilleros Españoles en Cádiz.

Por eso, nadie como él para hablar del pasado, presente y futuro de una noche que ahora se mueve entre el hastío y la ilusión que le pone gente como él. Se le ve orgulloso con su nueva creación. Y es para estarlo. Su teléfono no descansa. Que si el técnico de la tele, que si las últimos retoques en un local que huele a grandes noches, que si el wifi llega bien abajo pero no arriba, allí donde tiene un reservado hedonista que está pidiendo a gritos encerrar grandes aventuras. Entra y sale gente del bar y eso que no ha abierto a la hora de esta entrevista. José está contento. Se le ve entusiasmado y comenta orgulloso con un cliente que «de momento todo va de lujo; ningún problema con los vecinos ». Y eso, estando en Cádiz últimamente, ya es un milagro. Que dure.

-¿De dónde es José el cubano?

-Mi infancia es muy, muy de Cádiz. Vengo al mundo en el hospital San Juan de Dios. Mis abuelos los tenía, uno en la calle Pelota y el otro en Cristóbal Colón. A todo esto le uno que estoy bautizado en Santa Cruz y con el padre Marcelino. He jugado en el callejón de Los Piratas, calle Pelota... Más de Cádiz, imposible.

-¿Y quién le pone el mote y por qué?

-Esto es que yo desde pequeño siempre me gustó coger olas o irme a a la nieve a hacer snow. Así que me pegaba casi todo el año moreno y todos mis amigos me decían lo típico 'quillo, estás negro, pareces un cubano'. Y de tanto repetirlo todos pues, como pasan las cosas en Cádiz, se me quedó.

-¿Dónde cursó sus estudios básicos?

-En Salesianos, porque a los cinco años mis padres se mudaron a Extramuros. Cuando salí del colegio ya hice Relaciones Públicas, que lo compaginé con mi primer trabajo a los 16 años.

-Sí que tenía ganas...

-Sí, sí. Con 16-17 años ya estaba trabajando.

-¿Dónde fue su primer bautizo en los bares?

-Fue con 16 años en una caseta de Carnaval en la calle Zorrilla que se llamaba el Boabat, que llevaban José Ramón y Alejandro Castro Riobo. Aquello sería 1985, y compaginaba ya los estudios con los bares.

-Plena movida gaditana.

-Y tanto, yo he vivido la movida de los 80 y 90 en su plenitud. A la vez que estaba en el Baobat también trabajaba en el Q, que estaba justo un poco antes del estadio, lo que es el Europlaya de la avenida, que tiene una cuestecita hacia abajo y que era una discoteca. También iba al Roso, en las murallas de San Carlos, donde estaban las bóvedas... Eran locales llevados por José Ramón Castro.

-¿Cómo recuerda esa movida de los 80 lindando con los 90?

-Había mucha gente en la calle, mucha. Y, además, gastando.

-Y eso que aún no estaba el botellón.

-Todavía no había llegado, no. Lo que sí había era un botellón, pero de otra forma. Lo que se hacía entonces era beber en casa de los amigos. Venía a ser lo mismo que nuestros padres llamaban los guateques. Una vez pasado esos años y entramos en los 90 comienza a ponerse de moda la plaza de Argüelles, donde está la Central Lechera. Eso se ponía a reventar allá por los años 93 y 94. Es ahí, en Argüelles, donde empieza un poco el movimiento del botellón. Pero ese botellón era distinto.

-Poco a poco, el botellón se va extendiendo hasta hacerse con una buena parte de la Plaza España y aparece otro fenómeno como fue en su momento La Punta.

-Así es. Hay que tener en cuenta que La Punta se inaugura en 1993 y es allí donde inauguramos también el Anfiteatro con Paco Sánchez Santander. El Anfi ha sido un buque insignia de la noche de Cádiz y todavía ese local, ahora Momart sigue funcionando muy bien. Tiene su público y funciona.

-Ya que hablamos de La Punta. ¿Cómo ha cambiado ese público de los 90 con el actual y con el que se ha ido quedando atrás?

-La Punta tuvo unos años espectaculares, que fueron los del principio, después no es que bajara pero se masificó y pudo haber más problemas porque venía mucha gente de fuera.

-Hubo unos años en los que tuvo muy mala prensa, en parte por los incidentes y peleas que cada fin de semana se solían dar. ¿Qué piensa de esa época en comparación con la de ahora?

-Es cierto que hubo esos problemillas que comentas, pero no es menos cierto que se magnificaron. A ver, no es que no pasaran cosas, pero para ser una zona de ocio con tantas miles de personas cada fin de semana, en teoría y en comparación con otras ciudades, no pasaban grandes cosas más allá de las graves que ocurrieron puntualmente. Pasados esos años, de unos pocos para atrás y gracias a los cambios que se han venido haciendo junto a la aparición del Momart y otros pubs más, la cosa se ha vuelto a poner genial. Otra vez está yendo un gran público y eso es porque lo están haciendo fenomenal.

-¿Cuál es su papel o labor en esos primeros años del Anfiteatro de La Punta?

-Allí me dediqué a trabajar organizando eventos codo a codo junto al propietario, Paco Sánchez Santander. Hacíamos cosas tanto por las mañanas, como por las tardes y las noches. Pero es fundamentalmente a partir de 2003, con la aparición de AndyLucas, cuando yendo a veces con ellos, aprendo y me meto de lleno en la organización de conciertos de música de un gran nivel y voy conociendo a fondo el sector. Empiezan a tocar aquí en el Anfiteatro figuras del nivel de Manuel Carrasco, India Martínez, Antonio Orozco, Pablo Alborán... Coincidiendo con los principios de muchos de ellos. Estamos hablando de grandes artistas que coinciden en tocar en el Anfiteatro esos años. A partir de ahí comienzan a coger una fama espectacular en el tema Conciertos. La música en directo en esa época era muy potente y la gente en Cádiz y de fuera venían a verlos.

-Pero por el 'Anfi' no sólo pasaron artistas que tenían al amor y poco más como compromiso, ¿no?

-Es verdad que con ocasión del estreno de la película 'El día de la bestia' se puso de moda una época en la que se recordaba mucho la revolución estudiantil de finales de los 80. Recuerdo que vino 'el Cojo Manteca' a algún concierto de los que dimos. Vinieron La polla records, Extremoduro, Kortatu, Ilegales...; todos estos grupos un poco más radicales estaban muy de moda en esos años, por lo que se contrataban y eran un éxito también. Estaban de moda porque era una generación reivindicativa y en donde la gente protestaba. Quizás esa juventud no era tan conformista como la de ahora. Era la época en la que en Astilleros todo se reivindicaba tras la reconversión industrial. Todo era más reivindicativo entonces y estos grupos eran una seña de identidad de todo ese movimiento. Creo que esos jóvenes luchaban más por los suyo. Tenían una fama tremenda, por ejemplo, los Def con dos, que eran los que hicieron 'El día de la bestia' . Fueron grupos súper importantes que igual las generaciones de ahora no los conocen pero que tuvieron un tirón social en la juventud tremenda por decir las cosas altas y claras.

-Ha vivido en su piel la irrupción del botellón en su máximo esplendor. ¿Cómo afectaba a los bares de copas?

-He trabajado en locales que tenían justo en frente el macrobotellón, pero yo después he tenido la discoteca llena. Del 98 al 2008 llevé El Arrecife (ahora es Passión, una tienda de moda con dueños asiáticos). Era un local extraordinario. También estuve en el Metropolo (ahora Suchipanda) y recuerdo que había colas para entrar. Lo malo no es el botellón, lo malo es cuando no hay gente en la ciudad; lo malo es cuando no hay nadie en la zona. Eso ya es más complicado. Pero, por ejemplo, lo que he dicho antes. Teníamos el Arrecife y en la plazoleta de en frente había 3.000 o 4.000 personas haciendo botellón; además, la policía tenía que cortar al tráfico la calle Muñoz Arenillas porque estaba llena de gente. A esto se unía que los chiringuitos cerraban a las seis de la mañana y las discotecas a las siete. Pues bien, a pesar de toda esa 'competencia' todo el mundo trabajaba, todo el mundo ganaba dinero y Cádiz capital tenía un nombre en el verano del país. Lo importante, ya digo, es que haya gente. No teníamos ningún problema nadie con nadie. Los chiringuitos cerraban a las seis, nosotros a las siete, el botellón lleno y todo el mundo se lo pasaba bien y los bares generaban dinero para todos. El problema es cuando no hay nadie y hacemos de Cádiz una ciudad dormitorio. Es ahí donde tenemos el problema.

-Es cierto que esa época de los 90 y principios de los 2000 fue el 'boom' de Cádiz. Mucha gente de fuera venía a salir por aqui por encima de destinos ahora masificados como Conil, Tarifa, Zahara y demás...

-Y tanto. Es más, yo tenía amigos empresarios de la noche de El Puerto y Jerez que me llamaban y me decían esas noches 'Oye José, que vamos a cerrar esto y vamos para allá para Cádiz'. Todo el mundo venía a Cádiz porque era la ciudad donde la gente se divertía. En cambio, ahora la gente se va a Jerez y sobre todo a El Puerto. Ha cambiado el paso, por desgracia. Antes nadie, o muy poca gente, de Cádiz se iba a salir por Jerez y El Puerto, mientras que de allí sí que venían para acá. Y no era para menos porque Cádiz tenía un ambiente espectacular, unos locales de puta madre y un clima de noche que para qué voy a contar. Aquella fue una generación espectacular.

-¿A qué responsabiliza de que Cádiz haya dado ese bajón y esté prácticamente muerto?

-Yo lo tengo muy claro. La culpa es de tantas restricciones. Creo que en ese momento se tuvo que haber creado más de una mesa de negociación entre vecinos, ayuntamiento y empresarios, entre todos. Se tienen que llegar a acuerdos, y por supuesto, entre todos hay que entenderse y todos tenemos que apretar y ceder, apretar y ceder pero llegando a un entendimiento en el que gane el colectivo. Habría que crear una mesa de negociación turística en Cádiz con tres representantes de los tres sectores y sentarse con ganas de entenderse.

-Pues sí es verdad porque al final el que creo que más ha perdido ha sido el gaditano, la ciudad.

-Y además, es que es hablando es como se puede entender la gente, pero como no se pueden entenden es sin hablarse. Al final, las normas que se han ido imponiendo creo que perjudicaron a todos. Es una pena, la verdad. Ahora mismo, y lo puedo entender por el tema de la pandemia, la ciudad está a un nivel que no lo merece porque se le puede sacar mucho más partido. Y es que se están haciendo cosas muy buenas en nuestra ciudad. La pena es que todo el mundo quiere venir a Cádiz. Yo tengo amigos de fuera que cada vez que vienen se quedan encantados con la ciudad, con lo que tenemos. Y si todo el mundo dice que es tan bonito, ¿por qué entonces no hacemos las cosas en condiciones?

-Una de las claves para que la movida madrileña fuera la que fue era tener un alcalde como el profesor don Enrique Tierno Galván, que incluso animaba a la juventud a colocarse en un mítico mitin . Aquí, en cambio, en los 90 tuvimos a Teófila, con la que es cierto que se vivió esos maravillosos años pero con la que también nos adentramos en el 'ko' técnico de la noche gaditana coincidiendo con los estertores de su mandato y su querencia a contentar a un electorado de avanzada edad. Y llegó Kichi, un joven profesor antisistema que albergaba esperanzas de resucitar la noche, pero ni por esas. ¿Se siente defraudado con un alcalde que podía haber dado la vuelta de nuevo al calcetín?

-No es solo tema politico, la movida madrileña, con Nacha Pop, Los Secretos, Los Piratas y cantidad de grupos que hicieron de Madrid la ciudad pop por autonomasía. De ahí salieron todos los grupos potentes y sí, estuvieron al abrigo del alcalde. Hablando de aqui, yo no pienso tanto en temas políticos como en las personas. Lo que sí pediría es que esta ciudad, que es un diamante en bruto, se vendiera mucho mejor de lo que se hace porque triplicaría su valor no sólo en el precio de los pisos. Mucha gente de fuera dice que ha venido a Cádiz, pero cuando le preguntas dónde te dicen que han estado en Zahara, Tarifa, Los Caños... No perdona, usted no ha venido a Cádiz, se ha quedado en las puerta de Conil. Por eso me indigno un poco. Y después te viene el New York Times diciendo que Cádiz es de lo mejor del mundo y no me sorprende porque es lo normal ya que el que no lo vea es porque no quiere verlo. ¿Que no lo quieren ver porque hay otros intereses en el sentido de que quieran que sea una ciudad más de descanso y eso? Pues muy bien, cada uno puede hacer lo que quiera, pero lo que tengo claro es que Cádiz es una ciudad que la estamos explotando al 40%. Si esto se explotase al 60% solo, ya sería una locura. Pero no te digo de masificación, te digo de calidad. Siempre he dicho que los atardeceres en La Caleta son lo mejor del mundo y ¡ahora ha tenido que venir el New York Times a descubrirlo! Venga, hombre. Todo el que viene aquí se enamora de esta ciudad. En cuanto al Kichi, un tío joven, que le gusta la fiesta, el Carnaval, que le gusta todo lo que tenemos en esta ciudad, pienso que contaría con muchísima gente joven dispuesta a potenciar el tema del turismo como pasa en varios sitios como Conil, Vejer... Pero que conste que no lo digo en tema político, es más tema de tener ganas de tirar para delante y de luchar. Y no, no es que esté decepcionado porque tampoco espero que la solución sea politica...De Kichi o de quien fuera, eh.

-¿Cuánto tiempo estuvo en el Anfiteatro?

-Allí me llevé cerca de cuatro años y lo recuerdo con mucho cariño porque fue un lugar donde se hizo de todo en Cádiz. Desde los mejores conciertos a los mejores mitines, pasando por los mejores eventos. Todo se hacía allí. Después es verdad que vino una época regular, pero ahora ha vuelto a resurgir con el Momart.

-Con la experiencia que tiene, tendrá anécdotas de mil colores.

-Buah. Cada noche, varias. Pero siempre he dicho que valgo más por lo que callo que por lo que hablo. Pero digo una cosa, siempre he disfrutado muchísimo de mi trabajo porque estoy enamorado de lo que hago. Me considero un relaciones públicas desde pequeño.

-Dijo antes que hasta 2008 estuvo en El Arrecife. 2008, año trágico con la llegada de la crisis. ¿Comienza la cuesta abajo de Cádiz?

-Sí coincide con las crisis y lo dejo un tiempo. Es jodido en toda España, la verdad. Fue una crisis global y difícil de llevar. Pero bueno, se capeó y se intentó trabajar haciendo eventos y cositas que podían ir saliendo. Así estamos hasta que en 2010 me llaman y me voy a trabajar el hotel Barceló del Novo Sancti Petri para llevar la discoteca del hotel 5 estrellas al mismo tiempo que organizo eventos. Fue un año bueno, un nuevo tipo de aprendizaje y una buena experiencia.

-Un año fuera de Cádiz. ¿Cómo lo llevó?

-Muy bien, la verdad. Era algo distinto y me vino bien, pero no estuve mucho más de un año porque de ahí paso a trabajar con unos amigos míos de Granada y Córdoba que abren el Babilonia en 2012 aproximadamente.

-Cierto. También fue un 'boom' aquello. Y eso que estaba al otro lado del muro, que es como yo le llamo a todo lo que se sitúa detrás del hotel Playa. Además, creo que coincide con el cierre del Barabass, otro mítico de la noche gaditana de esos tiempos.

-Sí, sí, sí que lo fue. Fue espectacular. Y es verdad, coincide que en 2011 cierra el Barabass, que lo llevaba magistralmente mi amigo Raúl Cueto, un gran profesional de la noche gaditana de aquellos tiempos. El tema es que en el Babilonia hicieron una inversión muy fuerte y una apuesta tremenda en Babilonia a nivel de buenos conciertos y de una buena publicidad. Igual creo que fue demasiado para ese momento porque aún la gente no estaba preparada a nivel económico. Y eso que dices es cierto, pero porque la gente de Cádiz, entre la que me incluyo, somos muy cómodos en ese sentido. Yo, por ejemplo, tengo amigos con bares en Cádiz antiguo y no voy casi nunca porque no me muevo de mi zona. Y les digo, 'a ver si voy para Cádiz y os veo'. Parece que estamos hablando de 25 kilómetros cuando eso en Madrid sería a la vuelta de la esquina. Nosotros queremos salir, comer y beber sin salir de la misma manzana. Y te digo una cosa, yo llevo 34 años en esto y el 90% de los locales en los que he trabajado están en esta zona (calle Brasil).

-La zona cero que se hace llamar.

-Exacto. Los 15 o 20 locales en los que he podido trabajar, la gran mayoría se sitúa en esta zona del Paseo. O sea, comodidad pura. Vamos, en mi contrato debe venir que esté cerquita de aquí (risas).

-Jajaja ¿Por dónde vive?

-Cerca del hotel Playa. Ya me entiende, ¿no? jajaja

-Sí, sí (risas). ¿Y después del Babilonia?

-Allí estuve tres años fenomenal hasta que lo cogen los hermanos Toro con los hermanos Veiga, con los que también trabajé muy bien dos añitos más. Pero ahí justo hago un cambio y me vine a Muñoz Arenillas al The Moon, lo que antiguamente era el Barabass. Ahí estuve muy poco, dos o tres meses, pero bueno, bien. Fue una breve experiencia antes de regresar al Babilonia, donde paso un buen tiempo alternándolo con la organización de eventos como siempre. Así estoy hasta que me ofrecieron la posibilidad hace tres años de trabajar en el Musalima como 'hostel'. La posibilidad fue muy buena y no dudé en aceptarla.

-El término 'hostel' viene a ser como el jefe de sala. ¿A qué responde?

-Yo me encargaba de las reservas y también de organizar los conciertos y algunos eventos. 'Hostel' es una palabra inglesa que viene a ser como el embajador de un restaurante, esa persona que recibe al cliente. No es el 'maitre' antiguo, sino una persona que ejerce de anfitriona y que atiende a que todo el mundo esté bien dentro del local. Y si en su momento puede decirse que fui el primer relaciones públicas de Cádiz, ahora, gracias a Musalima, también puedo decir que he sido el primer 'hostel' que ha habido en Cádiz. Ha sido un experiencia brutal.

-Deja la noche. Vaya cambio, ¿no?

-Brutal. Sí, pero al fin y al cabo era un trabajo hasta cierta manera parecido porque a la gente que trataba a las cuatro de la mañana ahora la trataba a las cuatro de la tarde.

-¿Y cómo ha sido esa experiencia de trabajar en el día un hombre de la noche como usted?

-Muy buena. Lo que pasa es que a cada uno le gusta lo que le gusta, pero para mí ha sido un gustazo estar allí cuatro veranos y tres años. Además, para mi aprendizaje ha sido súper importante porque yo quería trabajar ese sector después de haberlo hecho también en hoteles. Muy satisfecho y orgulloso, la verdad. Digamos que en este tema ya he tocado todos los palos. Y además, también tengo que decirlo, el Musalima era un negocio top porque es un sitio donde se come de lujo. Ha sido perfecto.

-¿Cómo va germinando la idea de su último negocio, este Dolcevita de la calle Brasil?

-Ya antes de irme a Musalima yo estaba pensando en montar algo relativo a un local hecho para gente de 35-40 años para arriba y con música de los 90. Había una demanda tremenda y llevaba seis o siete años escuchándolo, escuchándolo y escuchándolo hasta que me decido. Esto viene a ser como un proyecto fin de carrera. La gente está harta del reguetón y esas nuevas músicas. Yo no paraba de escuchar 'quillo, José, necesitamos algo para la gente de nuestra edad'. Y cada año que pasaba lo iba escuchando más y más.

-¿Y cuándo toma la decisión?

-El año pasado antes de eso hablo con mis amigos, los dueños de Musalima, para comunicarles mi decisión y me dicen que sin problema ninguno, que lo entienden y es cuando me pongo manos a la obra no sin antes darle vueltas a la cabeza antes de decidirme y preguntarme '¿qué hago?'. Yo ya sabía que existía este local, que me encantaba de siempre, pero llevaba tres años cerrado porque el propietario no tenía intención del alquilarlo. Entonces hablo con mi socio y me dice que lo cree posible, yo no lo veia tan fácil, pero al explicarle a la propiedad la idea que tenemos a los propietarios del local, le convenció y vimos el cielo abierto y 'palante'.

-Lo último que recuerdo aquí (esquina de Brasil con Muñoz Arenilla) es la Iguana Moon, ¿verdad?

-Después estuvo Suits, que fue lo último.

-¿Qué se va a encontrar quien entre en Dolcevita?

-Pues mira, llevamos quince días abiertos y la gente ha captado la idea súper rápido. Yo creía que íbamos a tardar un poco más pero no. Dolcevita es un local en el que sentirse a gusto encontrándote con las caras de toda la vida, de 35 años para arriba. La musiquita es de los 90 y principios de los 2000. Sin ir más lejos, este pasado fin de semana hemos puesto Queen, los Rollings, por ejemplo. Llevamos apenas unos diez días y la gente la ha cogido al vuelo. Además, me he visto caras que hacía años que no veía. Y por supuesto, mucha charla, mucha conversación y el que pueda, muchas copitas. También tenemos un reservado arriba para celebrar cumpleaños y todo tipo de eventos.

-¿Y el fútbol? ¿Habemus Mundial en Dolcevita?

-Sí, sí. Sin dudarlo. En cuanto llegue el invierno estarán nuestras pantallas dando los partidos y las competiciones que sean, claro. Y que la gente venga aquí a ver un partido de fútbol como se hacía antiguamente mientras te tomas una cervecita.

-¿Habrá actuaciones?

-Es la idea, sobre todo hacerlas en invierno llegada la tarde. Traer tributos de grupos buenos. En definitiva, un bar de copas de los que nosotros íbamos hace unos 20 años. No he inventado nada.

-Lo más parecido a haber cogido un Delorian y habernos transportado en el tiempo.

-Así es. Además, se ha hecho porque la gente de esta edad lo deseaba. Había mucha gente que salía a cenar y después se iba a casa porque lo que había no le entusiasmaba. Este es el sitio para ellos. Y es que muchas personas de este público estaba ya cansada de estar en bares con gente más pequeña e incluso encontrarse a sus propios hijos en el mismo ambiente con lo que no estaban del todo cómodos. Ni los unos, ni los otros. Y después, la música; la gente de mi edad está cansada de tanto reguetón. En definitiva, hemos creado ese ambiente de música disco de los 90, con una buena clientela que se sienta cómoda, con buenas copas, buena cristalería, buen servicio y sobre todo eso, que el cliente diga 'aquí se está a gusto, me voy a tomar una copa'.

-Me ha convencido. La próxima vez que me vea será sin grabadora. Que vaya bien.

-Muchas gracias. Por aquí estaremos.

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