Con 'C' de Cádiz
«Los alemanes están teniendo una ola de solidaridad con el pueblo ucraniano que me ha sorprendido»
Agustín Barrero ve desde la distancia como «Cádiz se está quedando atrás» y no ve «a nadie que haga nada por evitarlo»
Agustín vive en una localidad del Bundesland de Baden-Württemberg.
Agustín Barrero Mandado (Cádiz, 1977) es un gaditano que voló de la Tacita hace ya cerca de quince años. Agu, o Agustinito, como aún lo siguen llamando en casa de sus padres, tuvo de siempre un carácter aventurero y nunca le tembló el pulso a ... la hora de tomar decisiones arriesgadas. Un ejemplo de ello fue el deporte por el que le dio durante varios años hasta que se destrozó el maleolo interno en un aterrizaje forzoso con su parapente mientras sobrevolaba las ruinas de Acinipo, junto a Setenil de las Bodegas. Ahí quedó su parapente, su tobillo y, por supuesto, su hobby.
Desde hace varios años construyó su proyecto laboral en Alemania y con el tiempo también el de vida. Ha creado una familia junto a Gritt, una mujer que sabe muy bien hasta qué punto de sagrado es para su marido su tierra natal y su equipo de fútbol, del que es socio desde el siglo pasado. Agustín ocupa un puesto directivo de responsabilidad en una cadena alemana de supermercados que ahora afronta desde la incertidumbre unos tiempos en la que la economía no tiene más remedio que mirar de reojo lo que sucede en Ucrania.
La entrevista se hace por Zoom, una de tantas aplicaciones que muchos aprendimos a utilizar durante esos meses de confinamiento. El protocolo Covid al que un servidor se ha sometido tras ser cazado por el bicho -su trabajo le ha costado-, se presenta como una excusa perfecta para retomar el contacto con un viejo amigo que hace años marchó de Cádiz para seguir ganándose el pan y crear una familia mientras hacía lo que más le gusta, vivir progresando.
-Nació en Cádiz, se formó en San Felipe y, hasta bien adentrada la carrera de Empresariales, estudió en la UCA. A bote pronto, como sé que le gusta, ¿qué resumen hace de todo ello?
-Mi infancia fue muy feliz. En el colegio, cada vez que podía, jugaba al fútbol, al baloncesto, al balonmano... A todos los deportes posibles. Ya en la adolescencia recuerdo que se salía en invierno por 'Cádi' y en verano por Muñoz Arenillas o por el reloj, frente al estadio. En el colegio hago letras mixtas, pero más que ir a por lo que me gustaba fui descartando lo que no me gustaba.
-Nada de extremos, ¿no?
-Exacto, las puras las deseché del tirón. La física y química por un lado y el griego como que había que fumar mucho para eso y no era plan. Así que cuando terminé la Selectividad, de las opciones que me podía permitir era Empresariales. Empecé a estudiar la Diplomatura en Cádiz y acabé licenciándome con los años durante el programa Erasmus.
-¿Por qué empezó con la Diplomatura y no directamente con la Licenciatura?
-Porque eran solo tres años y yo entonces no tenía muy claro si me iba a gustar o no. Pero cuando la iba a acabar empecé con el Erasmus y ya fui enlazando años hasta terminarla. Puedes poner que estuve tres años en Cádiz y otros tres, los de la licenciatura, en el extranjero.
-Vayamos a esos tres años en el extranjero que Cádiz está muy visto. ¿Dónde los pasa?
-Un año en Nuremberg, otro en Lüneburg, un pueblecito al lado de Hamburgo, y el último en Viena.
-¿Por qué tanto salto de ciudad dentro de un Erasmus?
-Porque eran las plazas que quedaban disponibles cada año y también iba escogiendo un poco los diferentes acentos que había dentro del alemán. Nuremberg, Hamburgo y Viena tienen acentos muy diversos. El más difícil fue Nuremberg pero porque fue el primero al que llegué.
-¿Por qué eligió el alemán y no el inglés o cualquier otro idioma?
-Porque lo fácil en esa época era irse a Inglaterra, que es donde todo el mundo se iba y aquí, en Cádiz, había muy poca gente que hablase alemán. Pensé que, con el tema del turismo y las empresas alemanas que comenzaban a aparecer, era una buena opción para el futuro.
-¿Y tenía nociones de alemán o inglés antes de embarcarse en el Erasmus?
-De inglés sabía lo que se aprende en el instituto y de alemán nada. Me apunté a unas clases unos cinco meses antes de irme y llegué sabiendo más bien poco, la verdad.
-Estudiar en una ciudad con la carga de historia que tiene Nuremberg debió resultar una maravilla. ¿Lo fue?
-Es una ciudad increíble porque es historia viva y reciente. Paseas como si nada por el Zeppelinfeld , que es donde el ejército nazi hacía sus desfiles. Eso que se ve en los reportajes en blanco y negro de hace 80 años está todo todavía ahí. Impresiona. Haber estado estudiando un año en una ciudad con tanta historia y tanta cultura fue cojonudo, la verdad.
-En esos inicios, ¿con qué nacionalidades hace vida?
-En Nuremberg hicimos un grupo de cuatro o cinco de Cádiz que íbamos de empresariales, pero ya en el ambiente estudiantil conocíamos a todo tipo de gente de muchos países.
-Muchos 'eramus' solían regresar al año de su experiencia, pero usted siguió alargando el tema. Y de Nuremberg a Hamburgo. ¿Por qué ambas determinaciones?
-Ya conocía Nuremberg y me apetecía conocer otros sitios. Había dos o tres opciones y pedir una en el norte. Y es verdad que muchos compañeros regresaban a España, pero yo empiezo a buscar la posibilidad de quedarme otro añito en cuanto veo que me está gustando la experiencia. Veo que estoy aprendiendo el idioma y que también me estoy desarrollando como persona y culturalmente. Y a la larga, el alemán ha sido el idioma que me ha abierto la carrera profesional. Y hasta personal.
-Intuyo que a Empresariales llega más por descarte que por vocación y sospecho que la experiencia en Alemania (idioma, cultura, experiencias nuevas...) también le gustaba más que lo que era la carrera en sí. ¿Van por ahí los tiros?
-(Breve pausa). Digamos que la carrera, para mí, sin una experencia en el extranjero no te aporta nada. Una experiencia en el extranjero sin la carrera, te aporta pero no te abre unas puertas. Pero la mezcla de idioma, carrera y experiencia en el extranjero es lo que a la larga te abre las puertas.
-Durante su estancia en el extranjero. ¿Desempeñó prácticas universitarias o trabajó en algún sitio para ganarse unas perras?
-Allí trabajaba en todo lo que me salía para poder costearme la estancia. Estuve trabajando en la cadena de producción de muchas fábricas. Me acuerdo que hacía los cajones donde van metidos los cuadros eléctricos, los transformadores... También estuve de camarero muchas veces. Y en el Palacio de Ferias y Exposiones de Nuremberg estuve montando y limpiandos 'stands'. Llegué a estar hasta de mascota.
-De mascota. Desarrolle eso, por favor.
-Sí, sí. Fue una feria de marcas que se hizo en Nuremberg. Aún tengo que tener la foto en casa de mis padres. Recuerdo el cachondeíto de mis amigos cuando la vieron. Era un muñeco enorme que tenía un cabezón y yo miraba por su boca. Era de la compañía Mega Bloks , algo parecido a Tente o los Legos.
-¿Cómo era su vida universitaria?
-La normal. Fiestas en pisos, discotecas y algunas horas de biblioteca. Pero siempre intentando conocer a más gente que la que ya conocía por eso de aprender el idioma. Puedo decir también con orgullo que los cincos gaditanos que fuimos nos dejamos notar al ganar un campeonato de fútbol sala que organizó la universidad.
-¿Cómo era el trato que recibíais los españoles y, de darse el caso, los gaditanos? ¿Se recuerda a aquellos españoles que emigraron al grito de 'Pepe, vete a Alemania'?
-Los españoles son siempre bienvenidos en Alemania. Aún quedan algunos españoles que han quedado de esa época, pero tampoco me hablan de aquellos españoles, la verdad. Lo que sí digo es que los españoles siempre tienen las puertas abiertas aquí. Estamos vistos como un pueblo que cae muy bien y que se integra muy rápido y fácilmente. Y no, los alemanes no diferenciaban entre gaditanos y madrileños, por decir un ejemplo. Sí se daban cuenta de los que éramos españoles por lo típico. Mucha fiesta, muy ruidosos... Y llevaban razón porque en las fiestas éramos los últimos en llegar y los últimos en irnos.
-Deja Alemania y se va a Viena, una ciudad imperial donde las haya. ¿Por qué este cambio?
-Pues mira, prácticamente tenía acabada la carrera a falta de cuatro asignaturas. Intenté cambiar de país, que no de idioma, aunque suponía un cambio parecido al que puede haber entre el español y el argentino. Y conseguí irme a una gran capital europea y con mucha historia. Terminé aquel año la carrera y me quedé allí un tiempo trabajando. Años después, en 2008, regresé a Viena para ver ganar su primera Eurocopa a España después de tres semanas en una autocaravana.
-Acabada la carrera, toma conciencia de lo que quiere y qué decide.
-Yo pensaba en algún momento dado volver a España y trabajar para alguna empresa alemana fuerte. De hecho, volví de Viena a Cádiz, y hago un máster de Comercio Exterior en la UCA y acabando el máster me contacta Lidl y comienzo a trabajar con ellos.
-¿Del tirón?
-No, no. Perdón. Fue a los dos años de regresar de Viena. Primero pasé un año sabático y al segundo ya hice el máster. Eso fue 2006.
-¿Cuáles le dijeron que eran sus puntos fuertes para que le llamasen de una empresa alemana?
-Mi perfil laboral lo complementaba el idioma. Y eso era clave para posibles ascensos. Además, según me dijeron, el haber estudiado y trabajado en Alemania quería decir que era abierto de mente para posibles traslados y movilidad. También sabía inglés, pero hablo más suelto el alemán y lo entiendo mejor. Pero el alemán, por ejemplo en mi empresa, hasta que no me vine a Alemania no me hizo falta. Digamos que me veían como un potencial empleado con margen de crecimiento en la empresa.
-¿Y cómo son sus inicios en Lidl?
-Me mandaron como jefe de zona en el Campo de Gibraltar después de una formación de ocho meses que consistía en pasar por todos los puestos de trabajo de la empresa. Estuve de cajero, reponedor, maquinista... Hice de todo.
-La crisis llegó en 2008. ¿Qué recuerda de aquellos años?
-Me movía por Algeciras, La Línea, Los Barrios... Toda esa zona. Allí pude tener a setenta empleados bajo mi responsabilidad. Tenía mis objetivos que cumplir y esos años fueron duros. Allí estuve desde 2006 hasta 2015, nueve años en el Campo de Gibraltar a caballo con viajes y estancias en Barcelona y otras partes de España donde se iban abriendo nuevos proyectos. La crisis afecta a todos pero si hay un sector que siempre sobrevive es el de la alimentación porque comer tenemos que comer todos. Es cierto que en tiempos de crisis cambian las prioridades de la gente y la cesta de la compra es distinta. Además, Lidl también vive un poco de los artículos de bazar. Ahí hay cosas que se venden más y menos, pero la alimentación siempre funciona.
-A principios de lo 2000 hubo un 'boom' de supermercados 'low cost'. Recuerdo que era algo frecuente y casi que una imagen de marca ver los productos de la compra medio amontonados sobre cajas o directamente tirados sobre palés sin orden ni concierto alguno. ¿Esto era necesario o simplemente márketing?
-Sí, los supermercados descuento. Eso respondía a una reducción de coste. En vez de poner a una persona encargada a sacar todos los artículos de la caja para ponerlos uno a uno en las estanterías, simplemente colocas la caja lleno de productos para que el cliente se sirva. Se trata de reducir costes en las procesos internos para que al final le compra le salga más barata al cliente. Y al final, el 'boom' es que el cliente se ha dado cuenta de que no hace falta que se lo pongan todo de uno en uno sino que al sacarlo él mismo de la caja se está ahorrando un dinero.
-Casi una década en el Campo de Gibraltar y llega el gran salto en la empresa. ¿Tenía ganas o se lo piensa?
-Era finales de 2015 cuando me ofrecen irme a la central de Lidl en Alemania, en Neckarlsum, cerca de Stuttgart. Ni me lo pienso. Yo era soltero y me apetecía mucho. Llegó para coordinar la implementación de diversos proyectos en todos los países del grupos, que son 30. Aparte, participo en la apertura en nuevos países como Lituania, Estados Unidos o Serbia.
-Además de los proyectos de su empresa, comienza uno propio. ¿Es así?
-Correcto. En el trabajo conozco a Gritt, mi señora. Casualmente ella es de Nuremberg, donde todo empezó, pero no nos conocimos hasta años después. Nuremberg está a 170 kilómetros de donde vivimos y trabajamos.
Agustín, con su familia.
-Vayamos a los estereotipos que siempre es muy divertido y explica mucho el contexto. ¿Cómo es la gente de Stuttgart en una escala aproximada a las gentes de España?
-Muy ahorradores, por lo tanto, muy catalanes. Son del puño cerrado.
-Andá. Ya que estamos ¿Quiénes son los andaluces en Alemania?
-Uff. Es complicado, Alfonso. Vaya pregunta. Aquí la gente es más cerrada y cuesta hacer una amistad. Eso sí, en el momento que la haces es verdadera.
-¿Cuándo se casó y dónde?
-Me casé un mes antes de irnos a Italia, en 2019. Nos casamos donde vivimos, en Heilbronn, a unos cinco kilómetros de donde trabajamos.
-Y lo mandan a Italia. Poco antes del coronavirus. Promete la cosa.
-Digo. La oferta era para mí porque Gritt estaba de baja por embarazo, y la prolongó para venirse a Verona, donde yo iba a ser el responsable del departamento de organización de ventas en Italia. Pues bien, a los dos meses de llegar nos coge el coronavirus a cien kilómetros de la zona cero. De lleno, vamos. Como anécdota, puedo contar que cuando estábamos los primeros días en un apartamento 'airbnb' y ya habíamos encontrado la casa definitiva en la que nos íbamos a quedar, dos días antes de que nos llegase toda nuestra mudanza de Alemania (ropa, muebles...) cierran todo por el coronavirus y ¡me pego cerca de cinco meses con la misma ropa de invierno que me traje en el avión! No tenía ni pijama...
-Se puede decir que la ciudad del amor no os recibió con los brazos abiertos que se diga.
-Desde luego a Romeo lo dejaron desvalijado (risas).
-Fue una temporalidad atípica con el confinamiento y la tragedia que se vivió, pero ¿os quedó algo bonito en el recuerdo?
-Por supuesto que los comienzos, con lo de la mudanza, en una casa casi que sin amueblar, sin conexión a internet porque ningún técnico podía ir a instalarlo, con mi mujer en casa sin poder hacer nada, sin amigos, sin tener mucha idea de italiano... Pues mira, los inicios sí es verdad que fueron duritos. Las pasamos putas, la verdad. Pero eso pasó afortunadamente y claro que nos trajimos muy buenos recuerdos. Al final hicimos un par de amistades de nuestra calle, de hablar por el balcón en el confinamiento. Y también hice muy buenas amistades con los compañeros de trabajo. He aprendido a querer y a valorar a los italianos, que son como nosotros. Allí estuvimos de enero de 2020 a junio de 2021 y aprendimos rápido porque fuimos con ganas de aprender, como el guiri que va a Cádiz, que si va con ganas, aprende rápido. Pasados los primeros seis meses ya hicimos vida y me gustó mucho, más que la que se hace en Alemania. El día a día y cómo disfrutan los momentos. Me explico. Los sábados que no trabajaba y salía a comprar el pan, que estaba a 50 metros, me podía pasar como en Cádiz. Podía llegar en un minuto o en sesenta. Verona está al norte, tiene una pequeña universidad, pero tiene mucha vida.
-Y en el trabajo, ¿cómo funcionaba?
-Yo iba a coordinar el departamento de ventas en Italia desde la central de Verona.
-Suena a menos trabajo que lo que desempeñaba en su etapa anterior. ¿Es así? Y otra cosa, importante. Cambia de trabajar con la exactitud de la mente alemana a hacerlo con el carácter latino. ¿Ojo, cuidado?
-No, no, sonará a lo que suene, pero era más trabajo. Mucho más trabajo. Y sí, el alemán es un tipo que le gusta tener todo controlado y el italiano era todo un poco 'bueno sí, no está hoy pero mañana seguramente estará...'. Un poco más dicharachero podemos decir (risas).
-¿Y por qué regresa a Alemania?
-Lo de Verona era un proyecto al que fui para a cubrir una vacante de un año y medio. Me ofrecieron quedarme pero nos volvimos porque mi mujer iba a dar a luz y queríamos tenerlo aquí. Además, justo antes de irnos a Italia, nos acabábamos de comprar una casa en Alemania por lo que logísticamente era un poco complicado quedarnos en Italia.
-Y vuelve a Neckarlsum a su puesto de siempre.
-Exacto, aquí estamos, esperando a que salga cualquier nuevo reto.
-Veo que le va la marcha y que le agradaría volver a tener un nuevo destino. De llegar esa posibilidad, ¿sería una decisión personal o familiar?
-Tenemos dos niñas, Olivia y Matilde. Mi mujer trabaja en la misma empresa que yo, pero en el departamento de administración. Y yo soy jefe de equipo en el departamento de ventas. Por supuesto, en nuestra casa todas las decisiones se toman en común. Fuimos a Italia porque queríamos conocer la experiencia, aprender un nuevo idioma y crecer profesionalmente. Lo de un nuevo destino está hablado y pensando, sobre todo para que las niñas también se vayan haciendo con idiomas mientras van creciendo.
-Y España. ¿Está dentro de las opciones? ¿Cómo se lleva su mujer con esto?
-Gritt se lleva bien, pero ni tenemos pensado volver ni es una prioridad. Si hay un crecimiento profesional bastante bueno para alguno de los dos, se podría contemplar, pero la idea que nos planteamos, si sale una oportunidad buena, es irnos a un país de habla inglesa.
-¿Cómo está la cosa por allí con el tema de Rusia y la subida de la gasolina? Aquí, de momento, tenemos huelga de transportistas, un gremio clave en su sector.
-Aquí, hasta ahora, no tenemos huelga, pero creo que lo gordo no ha llegado aún, pero llegará. Es como el Covid, que al principio no se notaba pero a la larga hubo problemas en cadena de producción, en suministros, en materias primas, camiones... De momento, están suministrando la mercancía que había pero hay mucho fabricante a los que la escasez de artículos o suministros les está comenzando a llegar ahora por lo que nosotros sufriremos las consecuencias en unos días o semanas. Está por ver en qué acaba el tema de la guerra, si se prolonga o no, pero lo que parece claro es que tendremos que ir adaptándonos a muchas costumbres nuevas.
-La guerra en Ucrania. ¿Cómo lo está viviendo el alemán medio? ¿Cómo se está comportando la gente? ¿Qué se piensa?
-Las consecuencias que estoy viendo es una gran ola de solidaridad con el pueblo ucraniano para mí desconocida hasta ahora en los alemanes. Sin ir más lejos, mi mujer tiene a familiares que han acogido a gente. También, aquí en mi calle, tengo a un par de vecinos que han acogido a compatriotas en sus casas, y como ellos, muchos conocidos nuestros han hecho lo mismo. Además, se está empezando a tomar conciencia de una cosa muy triste. Como Alemania está en el centro de Europa al que viene mucha gente de muchos sitios a trabajar, todo el mundo conoce a ucranianos o de países limítrofes que están acogiendo a refugiados o en peligro de ser atacados. Hasta hace poco, Alemania tan solo se ha concentrado en su crecimiento económico dejando de lado al tema del Ejército y esto está abriendo los ojos en plan 'atención, señores, que aquí con contrato y trabajo no vamos a ningún lado. Aquí tenemos que empezar a tener un ejército en condiciones'. Y eso, lo que parecía progreso, evolución, futuro y bienestar entre los países, por desgracia, nos acaban de demostrar que no, que hay que tener la retaguardia cubierta.
-Y el Covid, ¿cómo se lleva por ahí?
-Ahora mismo tenemos una especie de nueva oleada con mucha gente que se está infectando, pero los trabajos, por lo menos el mío, que llevo trabajando cinco meses desde casa, poco a poco están incrementando la cuota de gente por oficina y se quiere llegar a la normalidad en dos o tres meses. En temas de tests, aquí hay muchos sitios donde te puedes hacer el antígeno totalmente gratis y en quince minutos tienes el resultado vía mail. En ese sentido, está muy bien organizado. Por ejemplo, nosotros tenemos que hacernos uno todos los días que llevamos a la niña a la guardería para evitar contagios. Hay muchas medidas y se está invirtiendo mucho en la prevención.
-Hablemos de Cádiz. ¿Cada cuándo se le ve el pelo por aquí?
-En condiciones normales, y con los niños, intentamos ir dos o tres veces al año. Pero con el tema del corona llevo sin ir con la familia un año y medio. Las últimas veces he ido solo, pero la semana que viene por fin vamos todos para que mi padre conozca a la pequeña, que va a cumplir cinco meses. No vamos todos juntos desde hace veinte meses.
-Olé. Bueno, ¿y cómo ve Cádiz un gaditano como usted que viene dos o tres veces al año y que a lo tonto lleva viviendo en el extranjero más de diez años?
-Desgraciadamente, cada vez Cádiz es menos el Cádiz que yo conocía. Es menos trabajo, menos gente joven, menos todo. Creo que se va acrecentando cada año más la diferencia con respecto al centro de Europa. Y no sólo respecto a Europa, sino con las grandes ciudades de España también. Cádiz, desgraciadamente, se está quedando atrás y no veo a nadie que haga nada por evitarlo.
-Cadista de siempre. ¿Cómo ve al equipo este año? ¿Qué le pareció el cambio de entrenador? ¿Llegó a Stuttgart algún balonazo de la época de Cervera?
-¡Hombreeee! (risas) Vamos a ver, he sido cerverista pero es cierto que ya estaba en un bucle metido y lo que más me molestaba de él eran las ruedas de prensa tan negativas que siempre ha tenido y que ha hecho que los jugadores no creyesen más en sí mismos. Por todo ello, el cambio de entrenador era obligado. Además, Sergio está demostrando que se podía jugar a algo más. Soy socio desde el 93, salvo los tres años en los que estuve de Erasmus porque no tenía un duro y no me lo podía pagar. Pero desde entonces sigo ininterrumpidamente pagando mi carnet, el de mi madre y el de mi tía.
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