Con 'C' de Cádiz
«Cuando voy por la calle hay veces que me digo 'me voy a poner una caretita'»
Mimi lleva medio siglo trayendo criaturitas a Cádiz, una dedicación que aprendió de su padre, el ilustre ginecólogo Pedro Melero
Mimi es pequeña, pero tiene un corazón enorme. Da gracias a su familia por la de horas que le ha robado de tiempo por culpa -ella diría gracias- de sus gordis. Inmaculada Melero Ordóñez (Cádiz, 1961) no tiene 'wasap'. Y menos mal, de tenerlo tendría ... que parar el tiempo para poder atender a tanta vida.
Dice que los micrófonos le imponen, pero en cuanto se relaja un poco en el salón de su casa y se enciende un cigarrito -con el más que aprobado y animado permiso del que escribe-, se desenvuelve con la grabadora mejor que muchos 'chiquilicuatres' que van al Deluxe con la salvedad de que ella omite innumerables anécdotas íntimas, de esas que tiene a granel tras medio siglo al servicio de la vida. Mimi es un torrente y aunque diga que no, se le da de gran categoría el don de la palabra. Esa que emplea para transmirle a sus gordis toda la templanza, cariño y empatía que necesitan para dar a luz en mitad de tanto esfuerzo. Le acompaña en la entrevista su hermana Eva, un apoyo moral y también a la hora de echar cuentas. Porque Mimi es la tercera de doce hermanos que crecieron en una casa con consulta incorporada de un ilustre ginecólogo militar.
Trabaja ahora entre el Puerto del Mar y San Rafael y su día es de locos. Hasta dos semanas ha tenido que esperar este que firma para dar con ella. Porque lo primero es lo primero y lo primero bien ya saben ustedes qué es para Mimi, una matrona que ha traído al mundo «a tres de los cuatro hijos del Kichi», como le llama cariñosamente a nuestro alcalde. Mimi, abonada cadista muchos años y propuesta para Estrella de Oriente antes de la pandemia, también sabe lo que es traer al mundo a retoños de estrellas cadistas como el portugués Duda o el argentino Lucas Lobos. No olvida que ayudó a hacer madre a Pasión Vega y hasta a la mujer del periodista Jesús Temprano, con quien le une una estrecha relación gracias al destino. «Él estaba de vacaciones en Tarifa, donde tiene una casa y a la que me invitó para el bautizo. Pues bien, vinieron de urgencia en verano y, al parecer, su mujer quedó tan encantada conmigo que no dudaron en venir de Madrid unos días antes del parto para tenerlo conmigo», dice la pequeña gran Mimi, todo corazón. Y vida.
-Ha traído a la vida a infinidad de gaditanos, pero quién le trajo al mundo a usted y dónde.
-Yo soy de la calle Sagasta, 14. Ahí nací, en la clínica de mi padre.
-¿Cómo era esa casa con tantos niños?
-Lo primero que diré es que le doy las gracias a Dios de la familia en la que he nacido porque es la mejor y lo digo de corazón. Tanto por todas las cosas que mis padres nos ha enseñado a nivel afectivo como de trabajo. Igualmente, a mis hermanos también les estoy muy agradecida porque son espectaculares. Mi madre era ama de casa y mi padre ginecólogo. Y además, en nuestra casa estaba la clínica.
-Entonces ya me voy haciendo una idea de por dónde le viene la vocación.
-Así es. La clínica de Sagasta la montó mi abuelo y mi padre, Pedro Melero, le continuó. De hecho, mi padre no nace en la clínica por un año ya que en ese momento mi abuelo la estaba terminando de montar. Él era hijo único.
-Hijo único y después padre de doce. Se quedó con ganas de ruido, ¿no?
-Digo. Pero la verdad es que tampoco era muy de niños mi padre.
-Pues menos mal.
-Más bien era que le daba coba a mi madre (risas).
-¿Los dos eran de Cádiz?
-No, mi madre era de Ronda. Mariana Ordóñez de Ronda.
-¿Dónde hace sus estudios básicos?
-Primero en el colegio de la Torre Tavira y más adelante nos pasaban a San Vicente de Paúl de la Avenida.
-¿Qué posición ocupa dentro del gran equipo que formaron sus padres?
-La tercera de los mayores. Somos tres niñas y nueve niños.
-O sea, que un poquito de madre ya tenía desde pequeña.
-No, un poquito no. Un muchito. Pero nunca he mandado. No sirvo para mandar, la verdad.
-¿Qué recuerda de ese Cádiz de su infancia?
-Mucha calle y mucha Plaza Mina, San Antonio 'pa arriba y pa abajo'. Estábamos toda la vida en la calle. Llegábamos del colegio, hacíamos las tareas y a la calle. Aunque yo ya de vez en cuando me iba a la clínica de mi padre a echar un vistazo.
-¿Ya de pequeña?
-Y tanto. Desde muy chica, con siete años, ya me escondía para ver si veía algún partito de refilón. Es que a partir de los once años ya trabajaba con mi padre en la clínica. Mi profesión se la debo entera a mi padre. Todo lo que sé me lo enseñó él, pero también porque yo era jartible como yo sola. Mi padre decía de mí que yo era su mochila porque no me despegaba de él. Y es verdad que estaba todo el día detrás. Cada vez que lo veía salir de casa le preguntaba si iba a un parto y para allá que me iba. Lo mío era una obsesión.
-¿Cuántas consultas tenía su padre en esa época en la que ya usted empezaba a abordarle?
-Tenía una en nuestra casa y otra en San Fernando. Esas dos eran privadas y después también trabajaba en el hospital militar San Carlos, donde era jefe de servicio. Empecé a trabajar con él en la de San Fernando teniendo once años porque la que era su enfermera se quedó embarazada y se marchó. Antes que a mí, se lo ofreció a mi hermana mayor, pero esta dijo que ni mijita. Así que no tuvo otra, después de que yo se lo pidiera casi que de una forma obsesiva, que darme el gusto y me metió a pasar consulta.
-¿Y cuál era la labor?
-Pues llevar la agenda, atender a las pacientes, llevarlas a la camilla, que se cambiaran... Recuerdo que había pacientes que le decían a mi padre 'Don Pedro, es que a mí me da a un apuro delante de su hija con lo chica que es...'. Porque además yo era, como soy, muy chiquita. Pero mi padre les decía que yo tenía lo mismo que ellas. La verdad es que eso me pasaba ya más mayor porque tampoco crecí mucho más. Vamos, que me pasaba al principio cuando ya era matrona matrona (risas). Yo qué sé, lo típico de esas pacientes que están más tranquilas con una matrona más mayor.
-¿Cómo era su padre?
-Ufff. Espectacular, no puedo decir otra cosa. Lo que más aprendí de mi padre fue el trato con la gente, era súper cariñoso. Mira, podría decir incluso, sin llegar a decirlo pero para que se me entienda, que parecía más cariñoso con sus pacientes que con nosotros.
-Entiendo perfectamente lo que quiere decir.
-Claro, porque con nosotros era más recto algunas veces, pero su trato con las pacientes es lo que sin duda más he aprendido de mi padre. Es que para empezar las embarazadas no son pacientes, son embarazadas. Yo les llamo mis gordis. El trato que les daba él era sencillamente espectacular.
-Su padre fue un ginecólogo de referencia en su ciudad, pero a nivel profesional, ¿cómo fue su carrera fuera de Cádiz?
-Mi padre tuvo varios destinos en sus últimos años de carrera. El primero fue en Cartagena, donde fue como director general del hospital militar tras dejar San Carlos. Su marcha coincidió con el día del bautizo de mi hija mayor. Allí estuvo cuatro años y regresó a Cádiz para ser jefe de Sanidad en San Carlos, pero apenas llegó al año porque lo mandaron como general de Sanidad en Madrid. Entonces eran tres generales; el de tierra, el de mar y el de aire. Él era de Marina. A diferencia de Cartagena, donde sí se llevó a mi madre y a mis hermanos pequeños; a Madrid se fue solo porque eran los tiempos duros de Eta. En la capital, donde se retiró, estuvo seis años. Allí se tragó varias movidas de Eta. Prefirió irse solo que llevarse a mi familia. Estando en Madrid fue cuando tuve a mi hija chica, pero le cuadró un fin de semana aquí y le dije 'tú me haces el partito, eh'. Y me lo hizo. Todo un orgullo. Mi padre montó e inauguró el paritorio del hospital San Carlos y, lo que son las cosas, yo hice la última guardia de ese paritorio antes de desaparecer.
-¿Cuál es el papel de una matrona para gente que nada más que ha visto partos en las películas?
-Básicamente es acompañar a las embarazadas desde que entran por primera vez en la consulta hasta el último momento del parto. E incluso después de haber parido para controlar que todo va bien, que el sangrado es el normal. Durante el embarazo le hacemos los controles, su educación maternal, los registros de control y evidentemente asistirlas en el parto. A nivel privado la lleva primero el ginecólogo y ya desde la educación maternal y los registros las lleva una matrona personalmente.
-¿Cómo fueron esos inicios en la clínica junto a su padre?
-Entré con él a los once años y estoy hasta después de casarme aproximadamente. Al principio de todo, yo iba con él a todos los partos que podía pero por la mañana tenía colegio. Así que me recogía en moto en la puerta del cole después de las clases, porque entonces había colegio por las tardes, y nos íbamos a la clínica que tenia en la calle San Nicolás, una bocacalle de la calle Real de San Fernando. Estuve con él todo ese tiempo e incluso por las noches cuando lo llamaban a casa de urgencia. Yo era la primera de la casa en despertarme al sonar el teléfono; me vestía corriendo y me iba a esperarle a la puerta. Cuando me veía en la entrada me decía '¿qué haces aquí que mañana tienes colegio!'. Pero me daba igual y lo convencía para que me llevase porque eran los partos que podía ver.
-¿Tanto le gustaba ya desde pequeña?
-Pues no lo sé, pero sería y es vocación. Mis hermanos me lo decían porque éramos doce y ninguno hacía lo que yo. Algunos han hecho enfermería, medicina, pero lo que es partos, al revés. Como que nadie lo quería cuando para mí era una obsesión.
-¿Cuándo hizo su primer parto?
-Con trece años y se me quedó marcado. Lo hice con mi padre, claro, que me dejó hacerlo con él. Ese día fui la mujer más feliz de la vida. Ese día mi padre tenía dos partos a la vez y me dijo 'tú te pones en ese y yo en este'. Y así hice mi primer parto, evidentemente con mi padre al lado. No se me olvida ni el nombre del niño, José Manuel; ni el de la madre, María.
-Pregunta para no iniciados en el tema ¿Qué papel desempeña la matrona dentro de un paritorio?
-Prácticamente lo hace todo a no ser que por algo se complique el parto y tenga que intervenir el ginecólogo para poner algún mecanismo o haya que hacer una cesárea. Pero el parto todo lo hacemos nosotras. La enfermera nada tiene que ver con una matrona; es más, en un paritorio no hay enfermeras sino auxiliares.
-Retomemos sus tiempos en San Vicente de Paúl, donde hace su COU y aprueba la Selectividad. ¿Cómo es su evolución hasta llegar donde está?
-Hago Enfermería en el Puerta del Mar, que es donde estaba antes la Escuela. Me caso en 1983 estudiando Segundo. Evidentemente sigo haciendo Enfermería, que aunque ahora son cuatro años antes eran tres. Cuando acabo me presento a las oposiciones de enfermera del hospital de San Carlos y apruebo. Y ya ejerciendo como enfermera estudio la especialidad de Matrona, que eran dos años o un año intensivo con invierno y verano, que es el que yo hago. Yo por supuesto ya había hecho muchos partos con mi padre pero no los podía hacer de forma oficial sino con mi padre al lado.
-Vamos, como el chaval que se presenta al examen de conducir y lleva cogiendo coches desde los doce años en el pueblo, ¿no?
-Igual. Vamos, como nosotras -y se ríe con su hermana Eva- en nuestros tiempos por Chiclana. Recuerdo que cuando estaba acabando la especialidad de Matrona me quedé embarazada. Matrona se hacía en la Escuela chiquitita que había en el Parque de Salus Infirmorum. Como decía antes, yo entré a trabajar en el 84 de enfermera en San Carlos y cuando saco la especialidad de matrona comenzaron a sacar unas plazas porque se estaba jubilando gente. Allí estaba de enfermera en planta y mi padre en paritorio, pero en ese momento yo no tenía la plaza de matrona por lo que solo trabajaba con él en su clínica privada. Cuando empiezo de matrona por derecho es en el año 88.
-Y desde ese año a ahora, ¿por cuántos hospitales y centros ha pasado?
-He llegado a estar trabajando en más de tres sitios a la vez. Para empezar, yo en San Carlos he estado 31 años. Como en esos primeros años míos no había muchas matronas también estuve trabajando para el SAS en varios centro de Salud en Cádiz y en San Fernando. También trabajé dos veranos en el Clínico porque no tenían gente y me llamaban y una no sabe decir que no. Y ya en lo privado, trabajé en La Salud y desde hace unos años en San Rafael.
-¿Y desde cuándo lleva en el Puerta del Mar?
-Desde hace siete años. Llego allí después de que hace diez años el SAS cogiera el Hospital Naval de San Carlos y quitara los paritorios. Me dieron la opción de irme a un centro de salud o al hospital. De todas formas, yo también tenía la plaza sacada pero la tenía guardada en un cajón y no me hizo falta sacarla.
-¿Qué es lo más duro de ser matrona?
-Vamos a ver, nuestro trabajo siempre digo que puede ser el más bonito del mundo, pero el más feo también. No tiene punto medio. Cuando nace un bebé y nace bien, la madre también está perfecta y todo es muy bonito pues, no hay nada mejor en el mundo. En cambio, cuando un niño viene mal, o se muere el niño o la mamá, que también pasa por desgracia, es la dedicación más fea del mundo. A la gente se le olvida, pero hay que ver que nosotras jugamos con dos vidas en cada intervención. Es un trabajo con muchísima responsabilidad y que te tiene que gustar mucho.
-No le voy a preguntar a cuántas criaturitas ha traído al mundo porque sería una locura, pero ¿son muchas las veces que le paran por la calle gaditanas que vinieron al mundo de sus manos?
-Yo he tenido a madres que han parido conmigo a las que yo misma traje al mundo. Yo voy por la calle y hay veces que me digo 'me voy a poner una caretita, joe'. No puedo ir por ningún lado. Mis hijas, de pequeñas, me decían que les daba cosa ir por la calle conmigo porque no paraba la gente de saludarme y pararme para hablar por todos lados. También en la playa, de tanta gente que se nos acercaba, mi hija pequeña me decía con guasa que porqué no poníamos una mesita en la arena para cobrar y montábamos una consulta en plena playa. Es impresionante.
-¿Cuántas hijas tiene y quién se encarga en la familia de traer al mundo a la descendencia?
-Dos hijas y dos nietos. Tengo el orgullo de poder decir que los dos últimos partos que asistió mi padre fueron a sus dos nietas, mis hijas. Yo le decía a mi padre que él era quien me tenía que hacer el parto porque mis hermanos me tenían a mí, pero yo no tenía a nadie. Evidentemente, a los años, traje al mundo a mis dos nietos y a la mayoria de mis sobrinos. Igualmente, cuando yo era aún chica fui al parto de mis dos hermanos pequeños.
-La profesión de matrona es vocacional y tiene que gustar. Perfecto, pero ¿eso de estar pegada a un teléfono por si hay que ir de urgencia a hacer un parto cómo se lleva?
-Siempre digo que se lo tengo que agradecer a mi familia, tanto antes las de mis hermanos y padres como la de ahora con mi marido e hijas. Son ellos los que me han permitido toda mi vida que yo me pueda dedicar a mi trabajo porque yo no tengo ni días ni horas. A mí me llamaban a las tres de la mañana cualquier día del año y allí que iba. Y eso sigo haciendo ahora. Ya sea Navidad, fin de año o lo que sea. Y para colmo, casi todos los partos suelen ser de noche.
-¿Qué explicación tiene?
-La oxitocina se empieza a liberar de noche o al atardecer, que es cuando el cuerpo rinde de todo el día y el útero empieza a trabajar. Y eso suele ser a eso de las siete, ocho de la tarde. Ahí arranca el parto. Ha habido noches que me he ido hasta tres veces de mi casa y he vuelto porque a lo mejor llega una mamá que no sabe si está de parto pero tengo que ir a valorarla. Y entonces veo si está o no, si tiene una infección de orina o la mando a casita porque todavía no está de parto.
-Espero que no sea de sueño profundo.
-Para nada. Apenas duermo y estoy acostumbrada a no dormir.
-El debate de siempre ¿Dónde es mejor parir en la pública o en la privada?
-A ver, si tiene que venir bien, vendrá bien y al contrario independientemente de donde se esté. Pero no vamos a engañarnos, si viene un bebé prematuro yo soy la primera en mandarla al público porque para el bebé tiene muchísimos más mecanismos. Y ¿por qué? Porque el Servicio de Neonatología UCI solo lo hay en el Puerta del Mar; no lo hay ni en Jerez, ni en Puerto Real, ni en Algeciras ni en ningún sitio de la provincia. En cuanto al trato, pues en el privado vas con la matrona que tú conoces de todo el tiempo a diferencia de la pública que te toca al azar. Digamos que es más familiar uno que otro. Mis gordis todas tienen mi teléfono, todas. ¿Por qué cree que no tengo 'wasap'? Y atiendo a todas las llamadas. Yo creo que a las llamadas que menos atiendo, y no es por nada, son a las del pobre de mi marido, al que le digo que después le llamo. Pero a mis gordis no le cuelgo a ninguna.
-Y de sus dos hijas, ¿alguna le va a seguir la corriente?
-Una tiene 36 y otra 29. La mayor es como mi marido, que entra en un hospital y se marea con una jeringuilla; nunca quiso oír hablar de lo de matrona y trabaja como jefa de taquillas del Sevilla FC. Pero la pequeña sí. Ya es enfermera y se está preparando para matrona. Además, también se llama Mimi. Esa ya ha visto muchos partos míos y es una máquina.
-Pregunta desde la ignorancia que ya toca. ¿Se sabe de antemano si un parto puede ser complicado o no?
-Nunca. Un parto se puede complicar en cualquier momento y por cualquier razón y a lo mejor otro que va muy leeeeento y que parece que no va y al final pare estupendamente. Yo siempre digo que un parto hasta que no ha terminado nunca se sabe cómo va a terminar. Ya sea primeriza, sea el cuarto el octavo o el que sea. Es que da igual. Cada parto es un mundo independientemente de la persona y el momento. Puede que el niño esté bien colocado de inicio pero hace una gracia, da una voltereta, se complica todo y tienes que correr y hacer algo rápido para solucionarlo. Pueden pasar mil cosas en un paritorio.
-Lleva más de medio siglo al cañón. Supongo que habrá notado el descenso de la natalidad. ¿A qué se debe desde su óptica?
-Lo he notado muchísimo. Yo al empezar en San Carlos, finales de los 80, podría hacer entre doce y quince partos al día y cuando me fui hace siete años como mucho llegaríamos a cuatro. Y antes, en la privada, podríamos tener setenta y tantos al mes, que para una privada es muchísimo. Ahora tendremos unos veinte y tantos. También es verdad que antes nos casábamos antes y teníamos los niños muchos más jóvenes. Yo tuve la mía con 21 años y ahora me llegan muchas primerizas con cuarenta. Y claro, ya no da tiempo a tener tantos con esa edad. Por no hablar de que la economía no ayuda y la mentalidad también ha cambiado. Antes las mujeres no trabajaban tanto como ahora. La sociedad ha cambiado en todos los aspectos.