En los años 70 la flor cortada despuntó como el cultivo más rentable de Chipiona. A ello se dedicaron agricultores que en sus invernaderos sembraban tomates o fresas y aquellos que lo tomaron como una segunda actividad. Entonces la flor de Chipiona se hizo un nombre mundial exportando millones y millones de tallos de clavel y mini por todo el mundo. Pero eso ya pasó a la historia. En la última década la extensión de cultivo ha reducido drásticamente, al igual que la calidad de la flor. De hecho, se estima que en los últimos cinco años, la producción de clavel y mini ha bajado casi en un cincuenta por ciento, y la tendencia sigue siendo a la baja.