Cádiz C.F.

El Cádiz vuelve a ser el Cádiz

Los amarillos sufren lo indecible para ganar al Getafe, ponen fin a nueve partidos sin ganar y salen del descenso Mirosavljevic, el mejor del choque, transforma un penalti por manos de Aníbal y firma la victoria cien en Primera

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A Pepe no le llega la camisa al cuello. Juan se ha comido tres cartuchos de pipas seguidos sin pestañear, y Manolo está ronco de gritarle al árbitro lo que no se atreve a decir en casa. Han sufrido, porque llevar en el corazón el peso del escudo del Cádiz obliga a padecer amago sistemático de infarto. Pero al final han disfrutado como niños, porque ayer, por fin, llegó la recompensa en forma del triunfo más necesario de la temporada. Esto es el Cádiz

En muchas ocasiones, el fútbol en sí, el juego, queda eclipsado por otras sensaciones: emoción, nervios, alegría, decepción, sufrimiento,... Y por eso, el partido de ayer fue tan horrible como maravilloso. Era de esperar, pues los dos contrincantes no son de esos que miman el balón con demasiado cariño, y menos sabiendo lo que estaba en juego. Con el balón más tiempo de la cuenta en el aire y el juego duro subterráneo, el objetivo era tan claro como el agua: había que ganar como sea.

Costó, y mucho. Demasiado es un adjetivo temerario porque en Primera ningún equipo es fácil, pero es que al final, con el Cádiz atrincherado atrás y entreteniéndose en los córners, daba la impresión que el que arremetía contra la puerta de Armando era el Madrid o el Barça, no el Getafe. Es la ansiedad que produce jugarse tanto a una sola carta y no tener más opción que ganar.

El bloque de la Copa

El encuentro comenzaba antes de que el árbitro lo señalara. Quedaba por ver la apuesta de Espárrago y la alineación, escondida con recelo, no podía ser más aclaratoria. Jugarían los mismos de la Copa sumándole los dos mejores jugadores de lo que llevamos de temporada. Armando relegaba a Navas al banquillo y Enrique pasaba a la banda, mientras que Sesma perdía su puesto en beneficio de Estoyanoff. Silva sustituía al sancionado Raúl López.

Tras lo visto ante el Sevilla, el órdago de Espárrago era claro. Si ese equipo seguía funcionando, el once de Chapín tenía los días contados. Y los nuevos demostraron que es el momento del relevo.

El Cádiz iniciaba el duelo como acostumbra, asfixiando al rival e imprimiendo un ritmo frenético al juego. Muchos aficionados aún ni se habían sentado en sus butacas cuando Mirosavljevic, en un genial pase, cedía para que Medina, con fuerza pero sin acierto, estrellara el cuero con violencia contra Calatayud. Después sería Enrique tras un servicio del Cacique el que obligaría a lucirse al meta getafense.

Primera parte igualada

Parecía que el gol llegaría de un momento a otro, pero al conjunto de Schuster ya se le ven tablas en Primera y poco a poco le fue inyectando una buena dosis de morfina al asunto. La avalancha de los amarillos duraba exactamente diez minutos, y el Getafe comenzaba a llegar a los dominios de Armando con largos balones a la banda y gracias los hábiles movimientos de Riki. El madrileño echaba en falta a su colega Güiza, pues Pachón está pachucho ante el gol. Lógico, si lleva sin jugar una eternidad, lo suficiente como para mandar a las nubes un disparo con Armando descolocado y toda la portería para él.

En esas, el Carranza era más exigente que el mismísimo estadio Bernabéu, y se escuchaban los primeros tímidos silbidos. Pero esta vez el Cádiz, que conoce muy bien la película pues la ha sufrido multitud de veces, se ponía el traje de verdugo. Pachón perdonaba, Nenad no. En un gran pase a la banda de Estoyanoff, Varela intentaba centrar al corazón del área pero se lo impedía Matellán con un magnífico despeje. No llevaba los guantes reglamentarios y en el acta no venía reflejada su condición de guardameta, por lo que el novato Pérez Lima apuntaba a los once metros.

Mirosavljevic cogía el balón y ni se lo pensaba. Todos sus compañeros aplaudían su valor y su figura se asemejaba al calvo que trae suerte en Navidad. El serbio, que es otro muy distinto al del año pasado (lo que hace la confianza), engañaba a Calatayud y lo batía lanzándolo por la derecha. De nuevo el Cádiz por delante, convirtiendo en anécdota un gol anulado minutos antes a Medina por unas manos claras.

El equipo amarillo no se dormía pues la experiencia le dicta que un gol no le garantiza en absoluto el triunfo. Benjamín tenía la ocasión pero de nuevo el guardameta rival deshacía la oportunidad. Pero faltaba la última ocasión para poner de los nervios a la grada. Con el tiempo cumplido, Riki saltaba más que nadie pero su cabezazo se marchaba incomprensiblemente fuera. Hubiera significado el empate en una primera mitad igualada.

La segunda sería muy diferente. Y eso que comenzaba de forma parecida. Los locales apabullaban a su rival con rápidas y certeras combinaciones y Berizzo primero y Estoyanoff después estaban a punto de sentenciar la contienda.

Pero los goles no llegaban y la incertidumbre iba a ser la antesala del miedo. Pánico era lo que se respiraba en Carranza por si al final no caían los tres puntos, y esa tensión hasta se palpaba en el banquillo. Después de oxigenar al equipo con la incorporación de Sesma, Espárrago quería amarrar la victoria y optaba por el planteamiento fácil: sacaba a Nenad y daba entrada a Fleurquin. Cambio muy defensivo, trivote en casa y todo el Getafe en campo amarillo.

Los gaditanos cedían casi media hora, y se negaban a atacar. Se limitaban a contener a su enemigo, y el castigo podría haber llegado en un disparo lejano de Paunovic o en una volea fallida de Gavilán. Pero de los errores se aprende, y la pifia del miércoles pasado ante el Sevilla servía a los amarillos para irse curtiendo en la máxima categoría. Al final se sufrió, se sudaron todos los polvorones, se dieron patadas a diestro y siniestro (Belenguer y Estoyanoff fueron expulsados) y se perdió más tiempo que nunca. Pero se consiguió la victoria cien que se celebró como un título, pues eso es lo que más importa ahora. Había ganas. Cien sufridas victorias. Marca de la casa.