Del hombre que hace 24 años asombró al mundo una tarde de julio en París a lomos de una bici apenas queda nada. Mejor dicho, con lo que hay ahora se podrían sacar dos. Greg Lemond fue el primer estadounidense en imponerse en la ronda francesa. Después de asistir al declive de Bernard Hinault, el último gran campeón francés, hundió en la miseria a su sucesor, Laurent Fignon, en aquella tarde inolvidable.
De Versalles a París, manillar de triatleta, ocho segundos, una coleta rubia empapada en llanto, Perico por allí con su clase y sus despistes, y en medio de todo, un americano insólito llevándose su segundo Tour cuando ya nadie lo esperaba después de que, en el cénit de su carrera, un amigo cazador le llenara el cuerpo de plomo. Lemond ganó aquel Tour y luego ganaría otro más. Su estrella no tardó en apagarse porque otra más refulgente se apoderó de las carreteras: Miguel Indurain.
Pero eso son otros López, que diría el castizo. Lo que nos importa es que el bueno de Greg es uno de los embajadores de la Haute Route de los Pirineos que comenzó ayer y, como tío echado p’adelante que es, se atrevió con la primera etapa. La cabeza rubia se ha teñido de blanco. Los ojos siguen igual de azules. Lo que sí que le ha cambiado es el cuerpo, donde caben casi dos como aquel que volaba en la contrarreloj con su innovador manillar, herencia de su pasado como triatleta y que después se implantó sin discusión para las ‘cronos’.
Greg participó en la charla de bienvenida celebrada el pasado sábado en un hotel de Barcelona y ayer se subió a la bicicleta junto a su hijo Scott. Después de retirarse, se afincó en Minessotta y allí regenta una firma de bicicletas, entre otros negocios, ya que también encabeza un servicio de entrenadores personales. Greg sufrió como otro cualquiera por las rampas del pirineo leridano y no llegó entre los primeros. Más bien todo lo contrario. A su llegada a la meta, todo fueron palabras de admiración y casi que hubo que hacer cola para fotografiarse con él.
Afable, llano y accesible, este plumilla le comentó el tormento sufrido en la bajada del último puerto por el mal estado del asfalto y enseguida volvió a subirse en la bici para explicarle la postura más adecuada para afrontar un terreno bacheado. Lemond fue quien lanzó en ciclismo en Estados Unidos pero su continuador salió rana. “No creo que la decepción de Armstrong haya rebajado la afición por este deporte en mi país. Creo que la gente es inteligente y distingue las cosas. Se organizan muchas carreras que se llenan de participantes. Es un deporte que va a más”, afirma satisfecho.
Greg, tres Tour de Francia y dos campeonatos del mundo de fondo en carretera lo contemplan, parecía uno más en la meta de La Seu d’Urgell, pero no lo era. Para este plumilla fue casi la única buena noticia del día. Pese al cansancio y al miedo por lo que viene a partir de ahora, siempre podrá presumir de que un día le sacó un cuarto de hora a todo un ganador del Tour. Será que los tontos se consuelan con cualquier cosa.