La Casa de los Dioses
Seis peregrinos, confinados en una casa sin agua ni luz símbolo del Camino de Santiago
David Vidal vive desde hace once años en esta antigua majada, cerca de Astorga, por la que pasaban cada día cientos de peregrinos; ahora, le acompañan cinco viajeros de diferentes países
Un día como ayer en un año como cualquier otro quizá hubieran pasado quinientas personas por esta majada de ovejas abandonada a dos kilómetros de San Justo de la Vega , un lugar aislado cerca de Astorga (León). Ese espacio donde muchos años atrás se recogían los animales, bautizado como La Casa de los Dioses , es un mojón popular en pleno Camino de Santiago , y quien aún no lo conoce no puede evitar sorprenderse cuando llega. Se trata de una construcción frágil, rehabilitada con los años, en la que en situación normal solía haber una mesa con café, zumo, fruta o algún bizcocho, y al lado una cesta donde quien lo deseaba podía dejar algún regalo. Los peregrinos que por allí pasaban tomaban algo y hablaban con «el guardián del jardín» , y allí se quedaban unos minutos, o una horas, o quizá pasaban la noche.
Eso era antes, claro.
David Vidal encontró la majada en 2009. Hasta 2003 fue empresario, pero una sucesión de crisis económicas y personales, una caída a los infiernos, le llevó a cambiar de vida radicalmente. En 2004, tras hacer el Camino de Santiago y pasar una etapa de meditación y silencio, empezó a creer en una «energía invisible» que le movía y que le guardaba las espaldas. En 2006 decidió que no quería volver a trabajar por dinero. Y en 2009, cuando volvió al Camino con una amiga, descubrió este lugar en el que ya lleva once años viviendo sin luz, sin agua, sin móvil, sin reloj. Asegura que está allí para servir , «no para ayudar, sino para servir», insiste.
El año pasado pensó que su etapa en La Casa de los Dioses había llegado al final. Dio una vuelta a la península a pie (diez mil kilómetros), una parte de ella (los tres primeros meses, en Portugal) descalzo, y otra parte (8o días) sin un euro en el bolsillo. De su relato, a través del móvil de una amiga que vive en San Justo de la Vega, se deduce que esa sensación está relacionada con el cansancio y con el cambio del espíritu del Camino, que para él solo debería expresar la humanidad y la práctica de valores , una filosofía de vida que se resume en esta frase: «tú eres yo». «El día que aprendamos a ver al otro como lo que somos nosotros, habremos ganado mucho», explica.
En septiembre de 2019, David volvió a la majada. Y allí seguía ayer, en compañía de cinco peregrinos («personas cerca de la libertad», las define) que están pasando el confinamiento en este rincón de la provincia de León. Allí convive con un inglés, un portugués (tallador de madera), un marroquí, un aventurero de Castellón que llegó en bicicleta y una mujer búlgara que dejó el trabajo antes de venir a España. Han ido llegando de uno en uno, desde el principio del confinamiento, alguno acompañado por agentes de la policía que le había encontrado sin saber qué hacer y adónde ir. En algún momento llegaron a ser ocho, pero la convivencia de tantos desconocidos en esta situación «no es fácil», según explica David. Dos terminaron por marcharse tras un incidente violento.
Durante todo el año, en la era precoronavirus, amigos y vecinos de los pueblos cercanos proporcionaban suministros a David , y en verano, con las donaciones de los peregrinos, pagaba esos productos. Así fue el pasado invierno también, con la diferencia de que hace semanas que no ha pasado nadie y esta vez parece que no podrá saldar sus deudas. Estos días al menos han llegado a la Casa de los Dioses regalos (prefiere la palabra regalo a donativo) procedentes de seguidores de su página en Facebook.
La Casa de los Dioses, hecha de ladrillos, madera o adobe, se convirtió con el paso de los años en un símbolo del Camino. Casi un fotomatón en el que nuchos peregrinos sacaban el móvil para inmortalizar este territorio en el que hoy seis inconformistas esperan que pase la pandemia.
Ahora, David tiene tiempo para pensar en el día después. ¿Abandonará La Casa de los Dioses, como pensó el año pasado? Dice no saberlo. Confirma que la vida sin dinero que ha elegido, «solo, excluido, repudiado» , no es fácil, aunque se confiesa seguro de que cada día le traerá lo que necesita. «No me meto en el trabajo de Dios». Añade, no obstante, que tampoco resulta sencillo quedarse, sobre todo estos días. «Estoy bastante quemado, y ahora agotado porque aquí hay mucho que hacer con cinco personas más. Quizá vuelva a ponerme a caminar».
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