Trail Running
Dos atletas de élite españoles y su hija de cinco años, confinados en una playa salvaje de Costa Rica
Pere Aurell y Ragna Debats, con su hija Onna, pretendían visitar en 2020 todos los continentes compitiendo en carreras extremas antes de quedarse atrapados por el coronavirus
Cuando la contaban, debía sonar a la irrepetible aventura de una vida. Ragna Debats (1979), Pere Aurell (1983) , pareja y atletas de élite; su hija Onna, de cinco años, y su perro Bru, un pastor catalán, salieron de España a final de noviembre de 2019 para disputar durante los siguientes doce meses nueve carreras extremas de montaña en otras tantas esquinas del mundo: China, Argentina, Costa Rica, Estados Unidos, Francia, Tanzania, otra vez Europa (Mont Blanc), Nueva Zelanda y Antártida. Tres de ellas eran pruebas del Ultra Trail World Tour , pero -vistas desde la mesa de trabajo- todas podían calificarse de misiones (casi) imposibles. Ese era su sueño. Ahora la realidad es diferente.
Noticias relacionadas
Si nada hubiera pasado, el 5 de abril tendrían que haber participado en la Volcano Ultramarathon, en Costa Rica , de 230 km, pero se suspendió por el coronavirus. Y entonces tuvieron que decidir qué hacer. Primero pensaron aprovechar el tiempo para cruzar el país, del Pacífico al Atlántico , unos 300 km, pero cerraron los parques nacionales. "A Ragna y a mí nos gusta estar en la naturaleza. Pensamos que si podíamos regresar a España tendríamos que estar encerrados en casa, y no queríamos eso. Alquilamos un barco y nos pusimos a buscar una playa sin acceso por carretera , sin contacto con la gente o con un contacto mínimo".
A cuarenta minutos en barco de Golfito, al sur de Costa Rica , en el Pacífico, hallaron lo que buscaban. "Es una playa de tres kilómetros, la mitad de arena y la mitad de piedra -explica Pere-. Alrededor viven unas diez personas que cuidan otras tantas casas, segundas residencias de gente adinerada. Y nada más. No hay tiendas. La gente va a comprar a Golfito cada una o dos semanas. No hay nada. Tampoco debe haber muchos turistas en situación normal porque no es una playa especialmente idílica, ni siquiera se puede llegar en coche. Solo es tranquila".
Allí se quedaron. Pere, Ragna (de origen holandés), Onna y Julen, el cámara que les acompañaba en este proyecto para grabar sus documentales. Bru no viajó en esta etapa. En Golfito compraron arroces, quinoa, latas de atún y de verduras , y, con la despensa bien surtida, instalaron las tiendas en la playa. "Ahora estamos a unos cien metros hacia el interior -cuentan-. El Gobierno prohibió acampar en la arena, pero un vecino nos dejó una esquina de su parcela".
El día empieza para la familia Aurell a las cinco de la mañana, cuando sale el sol. En su agenda tienen dos misiones esenciales: buscar comida y seguir con su programa de entrenamiento. Para el primer objetivo, salen a pescar un par de veces al día en un kayak, y luego recogen cocos, plátanos ("empieza la época de frutas", dice Ragna) y hierbas que se pueden comer ("una que sabe a ajo, otra que parece mostaza, estamos apendiendo mucho").
Para el propósito de mantenerse en forma, han adoptado un programa de entrenamientos más variados y cortos. " Aquí hay 30º y 90% de humedad -cuenta Pere-. No podemos entrenar como haríamos en la montaña. Pero sí tenemos espacios para hacer tramos en llano, en subida y terreno más técnico. Luego lo completamos con ejercicios de fortalecimiento, abdominales, saltos...".
A las 17.30 se hace de noche y ya buscan el resguardo de la tienda o de una caseta abandonada en la finca donde ahora viven. A las siete se van a dormir. "Es una vida natural. Aquí no hay electricidad, así que organizamos nuestra vida de sol a sol . Eso sí, no siempre conciliamos bien el sueño -bromea Ragna-. Estamos en plena naturaleza, rodeados de sonidos que no a veces no identificamos y de animales. Cerca hay caimanes, pumas, serpientes, monos. Nuestra familia forma parte del ecosistema".
También Onna, a sus cinco años . "Cuando sea mayor podrá contar que vivió el confinamiento en una playa semidesierta -señala Pere-. Ahora tiene una amiga, de ocho años, la hija de unos vecinos. Cuando llegamos no nos juntábamos, pero una vez que ha pasado un tiempo prudencial ya juegan juntas".
Ragna y Pere conservan la esperanza de que en la segunda mitad del año puedan volver a su vida rutinaria de viajes, entrenamientos, competiciones. En agosto tienen la primera, en Tanzania (Kilimanjaro Trail Marathon), que aún no se ha suspendido. "Y si cancelan esta, iremos a la siguiente. Dependemos de las competiciones y del virus, pero somos flexibles, positivos , sabemos adaptarnos a las situaciones", afirma Ragna.
Cuando hablamos con la familia Aurell, son las seis de la mañana en una playa de la que ni siquiera saben que tenga un nombre. Ellos la llaman la playa de las lapas (una variedad de guacamayo, abundante allí) o la playa dulce , "porque cuando baja la marea sale agua de la tierra que se puede beber". El agua cubre toda la arena. Onna juguetea cerca, se oyen sus risas. Sí, cuando sea mayor podrá contar esta aventura.