Pruebas masivas y aislar Pekín sin pararlo para atajar el rebrote de coronavirus

Con 227 contagios ligados a su mayor mercado de abastos, la capital china va controlando este foco sin cerrarse

Barrera policial en la entrada al mercado de Xinfadi y a las urbanizaciones colindantes, donde decenas de miles de vecinos han sido confinados por el rebrote del coronavirus PABLO M. DÍEZ
Pablo M. Díez

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Pruebas masivas, minuciosos rastreos a través de los móviles y reducción de la vida social y los movimientos sin llegar a parar la ciudad. Con esta triple estrategia, las autoridades de Pekín están intentando atajar el rebrote del coronavirus que estalló la semana pasada en Xinfadi, su mayor mercado de abastos. Con 22 nuevos contagios detectados el sábado, los mismos que el día anterior, este foco suma ya 227 infectados, más una veintena de casos asintomáticos y sospechosos. Aunque al menos once enfermos están graves y dos en estado crítico, el brote parece estabilizado en torno a la veintena de nuevos casos diarios. Si no cambia la tendencia, el pico fue el pasado fin de semana, cuando se registraron un centenar.

Tan considerable disminución ha llevado al epidemiólogo jefe del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China, Wu Zunyou, a dar el foco por controlado. Su triunfalismo ha sido rebajado por sus propios compañeros, que han instado a «no relajar las medidas de prevención y control» ordenadas en la capital para que no se convierta en un nuevo Wuhan.

La más importante consiste en las pruebas del ácido nucleico que se están llevando a cabo en carpas levantadas en parques y calles de toda la ciudad, donde enfermeros pertrechados con trajes protectores toman las muestras de la garganta o la nariz con un bastoncillo algodonado. Tras los análisis a 365.000 personas relacionadas con Xinfadi, como empleados, clientes y vecinos de la zona, las pruebas se van extendiendo más allá de la treintena de barrios afectados, donde se han impuesto controles en las urbanizaciones y los movimientos están limitados. En dos de ellos, uno frente a Xinfadi y otro próximo a un mercado del norte de la ciudad donde también se ha encontrado el coronavirus, hay 90.000 personas confinadas en sus domicilios y rodeadas por la Policía. Para alimentarse, los repartidores a domicilio y sus familiares les llevan la comida hasta la barrera policial, donde la recogen los voluntarios de los comités de distrito y se la entregan en sus casas.

A tenor del periódico «South China Morning Post», la capacidad de pruebas en Pekín, que era de 90.000 al día, ha sido ampliada hasta las 230.000. A dichos análisis se están sometiendo diez grupos de personas, entre las que destacan los trabajadores de los mercados, los camareros y cocineros de los restaurantes, los agricultores, los dependientes de los centros comerciales y los funcionarios de centros sociales y transportes públicos. «En solo dos días hemos podido reabrir porque los tres empleados hemos dado negativo en la prueba del coronavirus», explicaba esta semana la camarera de un restaurante japonés en un centro comercial de la famosa calle Wangfujing.

Pero las pruebas no se limitarán solo a quien esté en contacto con el público. «Nos han invitado a hacernos los análisis gratis a toda la familia», cuenta Charles Ru, empresario que vive cerca de la plaza de Tiananmen junto a sus padres y su criada. Para evitar el caos en que se han convertido algunas pruebas, con más de 15.000 personas apelotonadas en el parque de Chaoyang sin guardar el distanciamiento social, sus análisis serán en su propia urbanización.

Para las pruebas del coronavirus en Pekín, en el parque de Chaoyang se han apelotonado hasta 15.000 personas, por supuesto sin guardar el distanciamiento social ABC

Los resultados dirán si el coronavirus está muy extendido por Pekín más allá del foco de Xinfadi . Para que este brote no se propague al resto del país, las autoridades han restringido los movimientos sin cerrar la ciudad, como sucedió en el epicentro de Wuhan en enero. Cada día se cancelan más de un millar de vuelos en los dos aeropuertos de la capital, lo que supone en torno al 70 por ciento de su tráfico. Y eso que solo reciben vuelos domésticos porque los internacionales, reducidos por el cierre de fronteras para los extranjeros salvo excepciones, ya no llegan a Pekín.

En avión, autobús, tren o coche, se han prohibido los viajes turísticos a otras provincias. Para salir de la ciudad por motivos laborales o familiares, hace falta haber dado negativo en la prueba del coronavirus en la semana previa a la partida. Junto a estas restricciones, se está fomentando el teletrabajo para quien pueda y se ha reducido la capacidad de los transportes públicos: no más del 90 por ciento en los autobuses y del 80 en el metro . Por el miedo que ha cundido, muchos pequineses se quedan en casa y esta semana ha habido hasta un 40 por ciento menos de pasajeros en el metro, según recoge la Prensa oficial.

Los bares han sido clausurados y los restaurantes, que deben cerrar a las diez de la noche, vuelven a estar de capa caída. Para entrar en ellos y en la mayoría de edificios y comercios, hay que enseñar en verde el código QR de salud, que registra los movimientos, y apuntar la temperatura y el número del móvil para ser localizado en caso de que haya un brote. A pesar de estos controles, al anochecer los parques se llenan de gente para pasear al fresco, hacer ejercicio y algo que es imposible prohibir en China: jugar al pimpón.

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