«Los pobres dan de comer a mucha gente en la industria de las ONG»
Empresario y sacerdote, Álvaro Ramos denuncia la indiferencia hacia países como Honduras

Honduras, 2010. Hay un hombre, hecho y derecho, abogado y empresario, con un MBA en Icade y otro en una Universidad norteamericana, que aterriza en las «zona calientes» de Honduras, como el barrio de favelas El Hoyo de la Peña en el que vive Rosa Zambrano . Rosa, que hoy tiene 38 años, ha logrado estudiar Comercio Internacional, es la primera licenciada de la historia en su árbol genealógico y en muchos de su país. La mayoría de jóvenes de su edad son captados por las maras para hacer de las suyas. «Balean» a todos los «carros» que no identifican, pero respetan a los de la ONG Acoes . El abogado madrileño se llama Álvaro Ramos y al escuchar al padre Patricio Larrosa , natural de Huéneja (Granada), fundador de ese proyecto solidario en 1993, se «hace» sacerdote y misionero.
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Esta sería la historia de una conversión a la fe si no fuera porque Álvaro ya llevaba desde los 13 años sufriendo muy hondo el «aldabonazo» de la desigualdad . Jugaba al golf y sus padres le pagaban comida y colegio; pero los «cadies» y trabajadores del campo de Las Lomas (Villaviciosa de Odón) no podían entrar con él a la cafetería, asaban panceta para comer, apartados, en un rincón y no podían permitirse salir con él, más adelante, por las discotecas de moda de la capital. Eran madrileños del sur, de la periferia, luego se unieron marroquíes y colombianos.

«No te lo dan hecho»
En el mundo de las misiones, se repite un lema de foma recurrente: «Hoy puede ser el día para cambiar el mundo». Para Ramos, las empresas deberían fichar a los misioneros para sus obras sociales si lo que quieren es conocer los lugares donde actúan de verdad. «Dios no te lo va a dar hecho, se insinúa, te guiña un ojo, quiere que crezcas, te sacrifiques»; el de los gestos es cada cual. Y eso es lo que cuenta: cada uno sabe qué puede aportar y hasta dónde puede llegar, pero todo suma. Por eso, Álvaro, que ha recibido esta semana de manos de Don Felipe el VIII Premio de Derechos Humanos Rey de España y también fue nominado al Princesa de Asturias por su labor en Acoes, recuerda en su visita a Madrid a la líder de esta organización en el País Vasco, una jubilada de 84 años capaz de movilizar el mundo; o una peluquera octogenaria de Sevilla que «empodera»a las muchachas hondureñas. «Esta mujer tiene filas para escucharla –dice Álvaro y asiente Rosa–. Sufrió desengaños, se hizo a sí misma, y para las jóvenes de allá, con lo pícaros que son los hombres en Honduras, es una revolución y les viene muy bien escuchar que “no tienen que depender de un hombre para nada”». Vale más una enseñanza de este tipo que todo el dinero del mundo. Aunque el segundo, en el mundo de las ONG, tampoco viene mal.
Acoes atiende a 70.000 personas y promueve que los jóvenes sumergidos en la pobreza no se vean tentados por las maras, que continúen sus estudios. Lo ha logrado con 11.000 niños. «Yo también empecé buscando una oportunidad –rememora Rosa–. Llevaba desde los 6 años vendiendo tortillas de maíz en Tegucigalpa, iba dos veces al día. Somos 6 hermanos, mis padres no podían pagar la Universidad». Obtuvo dos becas, en la Universidad de Valencia y de Málaga, con lo que también ella, como Álvaro, colecciona títulos. «Si a las personas les das amplitud de miras...», deja abierto Ramos.
Como todas las ONG, Acoes recauda fondos, que llegan principalmente de España y Canadá. 500 voluntarios dan clases –como Rosa, de español– y ayudan. En barrios donde la Policía no entra y hay que subir las persianas de las casas o levantar las ventanillas para que te dejen pasar, los centros de Acoes son «oasis». Rosa ha naturalizado la penuria: « En Honduras, el tema de las maras es muy grave y la pobreza muy dura . La explicación a por qué se hacen mareros y por qué no cuidan las familias de sus niños es porque no tienen para pagar y por la falta de oportunidades. Si un muchacho no tiene faja (cinturón) no le dejan entrar en el instituto; si no tiene zapatos negros... te van excluyendo y los mareros están en la esquina para recibirte». « Ningún marero quiere ese futuro para sus hijos . La mara es una estructura que arriba tiene a la gente más poderosa (narcotraficantes, policías, políticos) y abajo están los pringados. Nadie en su sano juicio quiere ser marero. Funcionan con el impuesto revolucionario cobrado a los negocios locales, piden requisitos como matar a alguien y soportar una paliza antes de entrar a la mara, que significa pandilla», completa Álvaro. Además, los «enganchan» a las drogas y ya no salen. «Si alguien recibe dinero de España, por ejemplo, y mejora su casa, ya tiene a la Mara 18 en la puerta para reclamarle 2.000 lempiras o se tienen que ir o los matan».
«En Honduras se cae en las maras por falta de oportunidades: si no tienes cinturón, no entras en el instituto... La pobreza te va excluyendo y la mara está en la esquina para recibirte»
«Las maras son los niños soldados de África», pero –se queja el sacerdote– «el mundo es indiferente a Honduras, México, Nigeria... en el Mediterráneo vamos a la playa a tostarnos y pasamos. La pobreza en general no interesa. La indiferencia es el mal mayor de nuestro mundo». Para Ramos, la mayoría de ONG han asentado un «modus vivendi» que imposta la solidaridad. «Los pobres están dando de comer a mucha gente».
¿Cuál es su deseo para Honduras? Rosa responde oportunidades; Álvaro, más atención.
Para más información pueden acceder a www.acoes.org