«Es muy peligroso decirle a un enfermo de cáncer que luche. Es depositar en él la responsabilidad de curarse»
A Raquel Haro, que le diagnosticaron un cáncer de mama con solo 39 años, el miedo a morirse le llevó a relatar con humor su vivencia con la enfermedad
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Con solo 39 años, en junio de 2020 a Raquel Haro , guionista de humor, le diagnosticaron un cáncer de mama. Estaba recién separada y batallando en los juzgados por la custodia de su hijo, que por aquel entonces tenía 4 años. El miedo a ... morirse le llevó a escribir un blog sobre sus vivencias con la enfermedad mientras se sometía al tratamiento para curarse. Pero con el humor como protagonista, pues su principal objetivo era que si no sobrevivía su hijo pudiera en un futuro ver lo divertida que era su madre. Ahora, coincidiendo con el Día Mundial contra el Cáncer, esos escritos toman forma de libro bajo el título 'Me falta una teta' (Planeta, 2022), en un momento además en el que los pechos femeninos están plenamente de actualidad tras la actuación de Rigoberta Bandini en el Benidorm Fest , con la posterior polémica.
Es el momento más oportuno para hablar de tetas, ¿no?
Bueno, me ha venido genial. Súper bien.
Además, según cuenta en el libro, Rigoberta Bandini es su cantante favorita...
Totalmente. Me gusta mucho. Desde el confinamiento me puse muchísimo sus canciones y también durante todo mi tratamiento del cáncer. Y cuando iba por la mitad vi que daba un concierto en Madrid y pensé que seguro que siendo las dos chicas, con hijos y con pelazo (el suyo natural y el mío peluca) eso que ahora se llama sororidad se activaría a tope. Así que le eché un poco de morro y le escribí. Y en ese concierto no, pero en el siguiente sí que nos conocimos. Yo fui con todas mis amigas y nos lo pasamos muy bien. Además me pasó una anécdota muy divertida, que se me salió la prótesis de mama y bueno... mi teta se quedó en el suelo pero yo toqué techo.
¿A qué cree que hay más miedo, a enseñar las tetas o a que falte alguna de ellas?
Yo creo que lo de quedarte sin teta da más miedo a una misma que a los demás. A la gente, en general, el hecho de saber que tienen enfrente a una mujer sin teta les da más pena que miedo. Cuando te quedas sin teta es muy común enfrentarte a que la gente te mire con lástima. Yo siempre digo que no me miren con pena. No se puede notar, porque si lo noto me empiezo a dar pena yo de mí misma y me vengo abajo.
En mi experiencia personal, me ha dado más apuro enseñar mi cuerpo sin pecho que luego la reacción de la gente, que en general ha sido muy natural.
¿Pero en la sociedad sigue habiendo miedo a encontrarse con mujeres sin pechos?
Sí, es el pan de cada día. A mí, hacer un blog y luego un libro me ha ayudado mucho a aceptarme. Y me han escrito muchas chicas que les ha pasado que están hablando por Tinder con un chico y cuando les cuentan que no tienen teta les dejan de hablar, desaparecen.
Por lo que relata en el libro, aunque le costó, le contó a su hijo la enfermedad e incluso le enseñó la cicatriz
Mi hijo me ha ayudado muchísimo a aceptar mi nueva situación. Tardé muchísimo tiempo en contárselo porque tenía miedo, entre otras cosas a que me perjudicara en el juicio por su custodia. Y cuando por fin lo hice la reacción fue muy natural: al día siguiente lo fue contando en el cole.
Lo que más le llamaba la atención a él era que estaba calva, pero lo decía desde la admiración. Luego, venía con sus amigos en el parque y me pedían tocarme la calva y jugar con mi peluca, era una atracción tremenda. Y a la hora de afrontar mi nuevo cuerpo mi hijo fue una parte fundamental. Después de la operación yo no me atrevía a quitarme las vendas y hablaba con una amiga sobre cómo era mi cuerpo ahora. Surgió la palabra mutilada, una palabra muy fea. Y fue mi hijo quien dijo: «Pirata, tienes un cuerpo pirata». Y ya se quedó desde entonces.
¿Por qué decidió contar su vivencia con la enfermedad en Instagram?
Te podría decir que mi objetivo es visibilizar la enfermedad y ayudar a los demás, pero no soy tan buena persona. Es más bien un efecto secundario, como la calvicie [ríe]. La verdad es que empecé a escribir por mí y por mi hijo. Al principio tenía mucho miedo de morirme y pensé en que mi hijo era muy pequeño, con su padre no me hablo. Si me moría, ¿quién le iba a hablar de mí? Y decidí empezar a escribir de lo que me estaba pasando por si me moría que mi hijo supiera la persona tan divertida que su madre había sido.
Pero también empecé a escribir por mí. Era mi terapia, me desahogaba, pero enseguida noté el feedback de la gente y es muy bonito, porque cuentas el drama de tu vida y ves que la gente lo recibe. Y lo escribo desde el humor y la gente se ríe.
¿Qué ha significado para usted escribir su enfermedad desde el humor?
Para mí el humor es una manera de expresarme. He sido 12 años guionista de 'El Intermedio' y se me ha quedado la cosa del chascarrillo constante. Y quería que mi hijo leyera esto en un futuro y se riera. No quiere decir que no haya llorado y que no haya tenido miedo. Claro que he sufrido. Pero sufrir es agotador y he intentado no dedicarle todo el tiempo.
Critica el afán por alentar a los enfermos de cáncer a que sean positivos...
Bueno, para mí es que es terrible que te estén todo el día diciendo que tienes que ser positiva porque influye en tu curación. Dices: «¿Pero qué pasa, que si un día me levanto de mala leche el cáncer se me va a extender?». Ese mensaje te lo dicen todo el rato.
¿Cuál es la peor reacción que se puede tener cuando alguien anuncia su cáncer?
Hay varias cosas que como enferma de cáncer no he soportado. La primera es que me digan que luche, porque los enfermos no luchamos, nos limitados a ir al hospital y que nos pongan el tratamiento. Los que luchan son los médicos y científicos. Y además me parece muy peligroso porque se deposita en el paciente la responsabilidad de su curación.
Tampoco me gustaba que me miraran con demasiada compasión. Sí a la empatía pero no a la compasión.
Y tampoco lo de que digan que el cancer tiene un origen emocional, porque al final te sientes como culpable.
¿Y la mejor?
La mejor reacción es estar a su lado, hablar con nosotros de otras cosas que no sean cáncer, como de libros, series o de la polémica de Eurovisión. También whatsappear sin miedo (nos encanta mucho oír lo mucho que nos queréis), venir a pasar con nosotros el día después de la quimio y traer un táper de comida y las claves de Netflix.
Y también es importante acompañar a los que nos cuidan, porque con nosotros no se pueden derrumbar.
¿Tuvo miedo a no curarse?
En mi caso el miedo es como un compañero de piso pesado. Hay veces que está en su cuarto y no sale y hay veces que sale. Mi lucha diaria es que no salga de la habitación. Luego cada uno tiene sus trucos, yo me visualizaba mucho ya sanada, imaginando que me entrevistaban Ana Rosa y Susanna Griso. Me imaginaba a mí misma dentro de 40 años con mi hijo ya mayor, regañándole... a mí eso me sirvió mucho.
¿Qué ha aprendido con el cáncer de usted misma y de los demás? ¿Se ha dado cuenta de que hay gente que es mejor tener lejos?
De mí misma he aprendido que soy muy fuerte, mucho más de lo que pensaba. De los demás me he dado cuenta de que tengo muchas más amigas de las que pensaba. Una no sabe la cantidad de amigas que tiene hasta que enferma. Y sobre si me he dado cuenta de que hay gente que es mejor tener lejos la respuesta es sí, durante mi proceso he hecho un 'Marie Konde' de mucha gente: he sacado de mi vida todo lo que no me servía para hacer hueco.
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